martes, 2 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 6

Capítulo 6
Macarena Ballesteros

Con mucho apuro, Macarena dejó a su hija de tres años con Soledad. Su vecina de al lado, y amiga suya. Por suerte, a sabiendas de lo que hacía Macarena cada vez que le pedía el favor, esta aceptaba. Sobre todo por la niña. Creía que no era adecuado que viese ni escuchase lo que hacía su madre por ganar dinero. Cuando Macarena volvió a su piso, allí le estaba esperando un hombre gordo, de mediana edad. Se fijó en que por alguna razón, se había quitado el anillo de casado, quedándole en su dedo una marca blanca. Muchos lo hacía, imaginaba que por los remordimientos. Cerró la puerta. Encendió varias velas aromáticas, y se acercó al hombre que la esperaba impaciente. Se tocaba su miembro nervioso.
- Una hora son cincuenta euros –indicó Macarena
- ¿Y si me corro antes? –preguntó tratando de rebajar el precio.
- Cobro por horas completas –dijo algo molesta- si te corres antes es tu problema. Tienes una hora para correrte todas las veces que quieras… -lo miró asqueada-…o puedas.
- Está bien, está bien. –se resignó, y sacando un billete de cincuenta euros de su cartera que le entregó
- Muchas gracias, -dijo acercándose a su oído- diez más y te dejo por el culo.

El hombre gordo, casi intimidado por Macarena, tuvo una erección instantánea. Casi, como si lo estuviera esperando, sacó un billete de veinte euros.
- No tengo cambio –le dijo cogiéndole el billete
- Es igual, empecemos. –dijo deseoso y tocándole un pecho.

La sesión de sexo no duró en exceso. En veinte minutos, lo tenía al hombre extasiado encima de la cama fumándose un cigarrillo. Parecía estar satisfecho con los servicios prestados por Macarena, pues no quiso aprovechar el resto del tiempo que le quedaba. Diez minutos antes de la hora se vistió y se marchó. Ella esperó unos segundos, para irse a la taza del baño y vomitar. Aborrecía su profesión, y cada hombre que la contrataba le daba crecidamente más asco. Se duchó efusivamente, y enseguida llamó a la puerta de Soledad.

A la mañana siguiente, tenía previsto ir a la oficina de empleo después de dejar a Nadia en el colegio. Era su primer año, y estaba encantada. Después de la entrevista en la oficina, le concertaron varias entrevistas esa misma mañana en distintas empresas. Ninguna quedó convencido de contratarla. Ya estaba acostumbrada, y se resignaba a seguir prostituyéndose por el momento. A decir verdad, los clientes no le faltaban, y esa misma tarde, atendió a cuatro clientes más. A la noche, cuando fue a guardar la recaudación del día, contó cuanto había reunido en el mes. Mil quinientos veinte euros. Suspiró aliviada, ya que tenía suficiente para pagar el alquiler y llenar la nevera al menos un mes más.
Una mañana cualquiera, tomando un café con una amiga en la cafetería habitual, recibió un mensaje al móvil. Supuso que sería otro cliente.
- ¿Cuánto más vas a estar así? –preguntó su amiga
- No lo sé…-contestó Macarena-… de momento puedo aguantar y me da para pagar el alquiler.
- No sé cómo puedes hacerlo, yo no podría. –confesó la amiga
- Porque no tienes una hija a la que mantener. –replicó
- Puede ser –admitió
- Joder –dijo en voz alta cuando leyó el mensaje
- ¿Qué pasa? –preguntó atónita su amiga
- Un cliente –volvió a leer el mensaje para asegurarse- dice quiere contratarme en su casa. Pregunta si mil euros sería suficiente.
- ¿Mil euros por ir a su casa?
- Como sea un encaprichado, paso de movidas. –dijo Macarena defensiva

Un segundo mensaje llegó indicándole la dirección.
- A ver, déjame que la busque en el móvil –pidió su amiga- Mira, está cerca del Bernabéu. Quizá deberías pensártelo.

Aquel día no contestó al mensaje. Una cosa era atenderlos en su propia casa, y otra ir a domicilio. A la mañana siguiente, antes de despertarse, otro mensaje le llegó. Preguntaba si aceptaba la propuesta.
Mensaje Macarena: “no suelo ir a domicilio”
Mensaje Cliente: “lo entiendo. Son mil euros, piénsalo”
Mensaje Macarena: “¿Por qué en tu casa?”
Mensaje Cliente: “Es donde suelo recibir mis visitas”
Mensaje Macarena: “no estoy segura, no me fio, lo siento”
Mensaje Cliente: “ok. ¿Entonces podrías atenderme en tu casa?”
Mensaje Macarena: “Si, pero no entiendo tanta insistencia”
Mensaje Cliente: “Creía que lo hacías por dinero. Yo preciso de sus servicios. El importe sigue siendo el mismo”
Mensaje Macarena: “de acuerdo, esta mañana a las diez ¿te viene bien?
Mensaje Cliente: “perfecto”

Una vez que dejó a Nadia en el colegio, se permitió el lujo de ir a desayunar al bar que hay enfrente de su casa. Aún quedaban veinte minutos para la cita con aquel desconocido. Comprobó que su spray de pimienta lo tenía a mano dentro de su bolso. Cuando terminó su café, pagó y subió a casa a prepararlo todo. A las diez en punto llamaron al timbre. Abrió la puerta desconfiada. La imagen de su cliente no se parecía nada a los que solía atender. Vestía traje gris oscuro, una camisa blanca y corbata gris del mismo tono que su traje. El hombre de unos cuarenta y pocos años, le sonrió al abrir.
- Buenos días –saludó el hombre- creo que es aquí mi cita.
- Pasa. –se limitó a contestar

El hombre entró y Macarena se apresuró a cerrar la puerta. Aquel hombre observaba todo con detenimiento. Se dio la vuelta para ver más de cerca a Macarena. Ella le miraba desconfiada.
- Bien…-no sabía por dónde empezar, pues normalmente decía su tarifa, recibía el dinero y no se demoraban en practicar- … me dijiste que me pagarías lo mismo. ¿Por qué?
- Oh… si… me preguntaba si se pagaba antes o después. –dijo sacando un sobre abultado del interior de la chaqueta- tome.

Macarena apresó rápidamente el sobre y miró sorprendida el interior. De una rápida ojeada supuso que estaría todo.
- ¿Qué preferencias tienes? –preguntó ella poniéndose al trabajo
- Oh... no… señorita Ballesteros… -contestó apurado- … sus servicios no serán hoy. Tampoco son para mí.
- No entiendo nada… -decía con los brazos cruzados-… entonces… ¿a qué has venido?
- Se por las dificultades económicas y personales por las que atraviesa. –relataba- Macarena Ballesteros, treinta cinco años. Con ocho años fue internada en un orfanato, al quitarle la custodia a sus padres por drogodependencia. Dos años después, su padre es dado por desaparecido. Su madre muerta por sobredosis. Vivió en ese orfanato hasta los dieciocho años. Desde entonces ha ejercido la prostitución para vivir. Su hija, de tres años, de padre desconocido, es su único motivo por el cual aún no se ha suicidado.
- Espera, espera…-ciertos toques de temor salían de sus palabras-… ¿Por qué sabes todo esto? ¿A qué cojones has venido? ¿A regodearte con tu puto traje de miles de euros? ¿A darme una puta limosna?
- No señorita Ballesteros –replicó tajante- vengo a darle una oportunidad. Una oportunidad de darle a su hija una vida mejor. Lejos de todas esas sesiones de sexo que mantiene por unos míseros euros. Dentro del sobre, encontrara una tarjeta. Espero que lo acepte. Sería muy importante para mí.

Dicho esto, volvió a dar una nueva ojeada a la estancia. Se acercó a Macarena, que le caía una lágrima por la mejilla. Con un pañuelo que sacó del bolsillo se la secó. La miró con ternura y forzó una sonrisa.
- ¿Nos conocemos? –preguntó Macarena
- Me temo que no, señorita Ballesteros –contestó mientras abría la puerta para marcharse- Compre ropa nueva a su hija, y llene el frigorífico. Espero que con ese sobre tenga suficiente, para que no ejerza por unos días.

Cerró la puerta delicadamente, casi sin hacer ruido. Dejando a Macarena, peor de lo que estaba. Confusa, aterrorizada, pero con un sobre lleno de dinero por no mantener sexo con nadie.

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