lunes, 5 de noviembre de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 57

Capítulo 57


Durante las cinco semanas siguientes, Raúl estuvo evitando a Eli. Trasladándose a una de las habitaciones que el Rey Joaquín le había ofrecido. De esa manera, tendría la posibilidad de estar más tiempo con Rebeca. Gran parte del día, estaban reunidos con el Rey. Pablo, como buen estratega que era se unió a esas asambleas. Tenían más o menos trazado un plan. Sin embargo, sucedió algo con lo que no contaban. Muchos de los habitantes de Lobarre, empezaban a marcharse al conocer la llegada de Khaled y su ejército. Con los días, esa noticia iba cobrando fuerza y algunos, temerosos de perecer, buscaban mejor vida fuera de allí. El rey no los culpó ni se enfadó. De hecho, salía el mismo a despedirlos. 

Alonso se había tomado muy en serio los entrenamientos, hasta tal punto, que era el primero en llegar y el ultimo en irse. De vez en cuando, Raúl, bajaba al patio de entrenamiento y daba algunas explicaciones, así como él mismo también se entrenaba. Pero la antipatía que se tenía uno por el otro era más que evidente. Eli, que acudía cada vez que podía al patio para hablar con Raúl, siempre se encontraba con la misma respuesta. Nunca era buen momento para atenderla. Llegó un momento, en que dejó de ir por consejo de Sharpay. 


Arriba de una colina, entre los arboles con el castillo al fondo, se encontraban en el suelo cuatro cuerpos de unos vigías, decapitados. Un hombre permanecía de pie, observando con unos prismáticos la actividad de la muralla. Atrás de ese hombre, se encontraba el Zaeim Khaled. Aquel hombre le cedió los prismáticos.

- Deberías ver esto, Zaeim –dijo aquel hombre.

- ¿Hacia dónde debo mirar?


Le indicó una dirección, y miró por los prismáticos. Su cara se iba enrojeciendo a medida que paseaba la mirada por la muralla. Le devolvió los prismáticos.

- Colgar sus cabezas –señaló las cabezas amontonadas de los vigías- y darme algo para escribir.



Raúl, después de hacer una ronda por la muralla, se cruzó con Eli mientras volvía al castillo. Continuó su camino, pero Eli no cesó en su intento de hablar con él.

- Raúl, por favor. Quiero que hablemos. –le suplicó.

- ¿De qué quieres hablar? ¿De cómo me ocultaste que Vera sigue viva? –le reprochó. 

- Pensé que lo sabias. Que te lo había contado el rey. Por favor, debes creerme. Yo nunca…


Pero Raúl se percató que uno de los vigías corría por la muralla. Miró expectante, mientras Eli hablaba, pero no la escuchaba. Las puertas de la muralla se abrieron y pasó corriendo un caballo con cuatro cabezas colgando. Dos de los guardias se acercaron al caballo, y luego le miraron a él. A Raúl le asaltaron las dudas. El pueblo no estaba preparado. Alonso llegó desde atrás, casi arrollándolos. Entonces, Alonso, se acercó hacia Raúl y le mostró la nota que traía el caballo.

- ¿Quién es Yazid? –preguntó Alonso intrigado.

- Yo. –le quitó la nota para leerla.

- ¿Qué dice? –preguntó Eli.

- “Yazid, le has robado al Zaeim todo un clan. Ahora es mi turno de cobrarme tu deuda. Te voy a quitar lo que más quieres. Reza por su alma” –leyó en voz alta.


Todos, incluido el rey, subieron a la muralla. Por el espeso bosque, se intuía movimiento. Raúl se encontraba pensativo, expectante. El silencio era tal, que se podía escuchar los pasos del ejército de Khaled acercándose con paso firme. Eli, no podía dejar de mirar a Raúl, muy preocupada. Si Raúl estaba nervioso, es que se temía algo muy malo. Los primeros soldados de Khaled ya se veían saliendo del bosque, y acercándose a través de la ladera verde que tenían delante. Algunos vigías y guardias comenzaron a murmurar algo. Estaban asustados de verdad. El ejército era mucho más grande de lo que el Rey y Alonso se habían imaginado. Vieron también algunos carromatos con troncos de árboles. Raúl sabía perfectamente para que eran. Aunque los demás, también lo intuían. Los hombres de Khaled se detuvieron a unos quinientos metros del puente levadizo. Por el medio de la multitud, le hacían hueco a Khaled que avanzaba hasta la primera línea. Raúl ya no tenía motivos para esconderse. El Zaeim ya sabía que se encontraba allí. De ahí que le escribiera la nota. En un gesto teatral, Khaled hizo que observaba la amplitud de la muralla. Llevaba colgada su espada de combate, que tantas veces le había visto Raúl. 

- ¡Yazid! –gritó Khaled provocando eco- ¡Amigo mío! ¡Qué alegría me has dado! ¡Cuando me informaron de la muerte de tu clan, pensé que había perdido a mi mejor hombre! ¡Pero mírate! ¡Aquí estas! ¡No sé cómo ni porque! ¡Pero me has quitado algo que es mío, y ya conoces la ley!


Al escuchar esas palabras, dos hombres se acercaron con una chica maniatada y golpeada. El pañuelo lo llevaba medio caído pero no mostraba síntomas de debilidad. Eli, al verla, ahogó un grito. Esa era la persona que había dejado atrás. Khaled, la obligó a ponerse de rodillas y sacó un puñal curvo. Con forma de media luna. Y lo puso en el cuello de la chica.

- ¡Yazid! –continuó- ¡Me da tanta rabia como a ti, te lo prometo! ¡Pero has robado al Zaeim y debes pagar!

- ¡Khaled! –gritó Raúl, ante el asombro de todos allí a su alrededor- ¡No tienes por qué hacerlo! ¡Es una niña! ¡Ten piedad por ella!


El Zaeim, y todos los presentes comenzaron a reírse burlonamente.

- ¡Conoces la ley! –apretó el cuchillo cobre el cuello de Suhaila.


Pero Raúl, antes de que continuara, pronunció unas palabras en el idioma natal de Khaled, y este inmediatamente separó el cuchillo.


- ¿Qué le has dicho? –preguntó Joaquín- ¿De qué va todo esto?

- Cuando me enteré que Khaled quería asediar Lobarre, tuve que matar a todo mi clan. Él, lo ha tomado como un robo. Su ley dice que si robas al Zaeim, deberás pagar por el delito. Para Khaled, cualquier cosa que le robes, es como si le robases su tesoro más preciado. Ahora él se quiere cobrar mi tesoro más preciado. Ella es Suhaila, mi protegida. La apadriné durante mis años con Khaled. Él sabe que la quiero, y pretende matarla. Pero también, te deja la posibilidad de que honres su nombre, siendo tú mismo quien le quites la vida. Eso es lo que le he dicho. Seré yo quien le quite la vida a Suhaila.

- Pero no puedes… -Eli le agarró del brazo.

- Si puedo, fíjate en Suhaila. –le señaló a la niña, que sonreía apaciblemente- Va en su naturaleza. Ella preferiría que fuese yo quien la ejecute.

- ¿Estás seguro de bajar tu solo? –preguntó Alonso.

- Abrid las puertas.


Khaled esperó pacientemente a que Raúl saliese de la muralla. Las puertas se abrieron lo justo para que pudiera salir, y en cuanto lo hizo se cerraron de inmediato. Raúl, caminó a paso lento. Meditando lo que estaba a punto de hacer. Tanto los hombres de los seis clanes, como Khaled estallaron en risas, impacientes de ver como Yazid ejecutaba a su tesoro más preciado. Suhaila le miraba con media sonrisa. Estaba contenta de que volver a verle, pero su corazón latía acelerado por la inminente ejecución por parte de su padrino. Raúl, aunque iba con la cabeza baja, no quitaba ojo a Khaled. Este también le devolvía la mirada con gesto amenazador. Estando a pocos metros, Khaled de lanzó el puñal al pecho. Raúl tuvo que agacharse para recogerlo. Lo que provocó que de nuevo, los hombres de los clanes y el propio Khaled estallaran entre risas. Frente a frente, ambos se miraban con rabia. Khaled, dio cinco pasos hacia atrás para que Raúl se colocase en posición. Lo hizo. Se puso de rodillas detrás de Suhaila, que respiraba entrecortadamente. Le sujetó la cabeza por la frente y tragó saliva. En el muro estaban expectantes. Eli, hacia esfuerzos sobrehumanos para no mirar. Raúl subió el puñal hacia el cuello de Suhaila. Los hombres de los clanes, daban aullidos de ánimos para Yazid. 

- No te preocupes, -dijo Suhaila con tranquilidad- hazlo ya. Estoy preparada. Te quiero Yazid.


Suhaila perdió el conocimiento, y un chorro de sangre brotó de su cuello. Soltó a Suhaila, entre lágrimas y con la respiración agitada. Está cayó de boca contra el suelo. Raúl se levantó y soltó el puñal. Se giró para decirle algo al Zaeim. La gente de la muralla, desvió la mirada justo en el momento en que Raúl ejecutaba a la niña. Todos quedaros horrorizados. Eli, la que más. No podía entender lo que estaría sufriendo Raúl, para hacer semejante atrocidad. Notó como las lágrimas le resbalaban por las mejillas. Raúl, por su parte, esperó a que los hombres quedaran en silencio.

- Khaled, ¿puedo llevarme su cuerpo y darle su funeral como se merece? Tú la conocías igual que yo. –le suplicó. Los hombres le insultaban y le recriminaban, pero Khaled hizo callarlos.

- Yazid, -dijo más calmado- te concedo lo que pides. Tienes una hora. Después… lo siento por vosotros.

- Gracias, Khaled. –se giró y recogió el cuerpo inerte de Suhaila, llevándola entre sus brazos. 

Dentro de él, brotaba una rabia incontrolable. En ese mismo momento, se habría batido en duelo con Khaled. Pero eso suponía una muerte carente de sentido. Ahora había otras personas, que le importaban mucho más que la sed de venganza. Esperó paciente a que las puertas volvieran a abrirse. En cuanto se cerraron, Eli ya le estaba esperando allí abajo. Sin comprender nada, echó a correr calle arriba, a la vez que le decía a Eli que la acompañara.

- Vamos Eli, ven conmigo. Corre. –le dijo con tal autoridad que Eli, tan solo pudo si no, obedecer. 


A pesar de llevar un cuerpo en brazos, Eli no fue capaz de seguirle el paso. Corrieron hasta la consulta de la Doctora Merche. Dio una patada a la puerta, que se abrió de golpe. Merche salió a toda prisa, asustada. Raúl corrió hasta la camilla de la consulta. Merche y Eli lo miraban estupefactas. 

- Rápido, doctora. Ha perdido mucha sangre. –no dejó que mirara lo que le estaba haciendo a Suhaila. Dijo unas palabras en árabe y de repente Suhaila despertó con una exhalación profunda- El corte es superficial, pero creo que me he sobrepasado.

- ¿Raúl? –preguntó Eli alucinando- Raúl como…

- Un viejo amigo de mi clan, me preparó para este momento. Son unas artes muy oscuras. Pero no es momento de explicaciones. Solo tenemos una hora. –se dirigió a la Doctora- ¿podrá salvarle la vida? –la doctora asintió- Muy bien. Ahora vámonos.


Cogió a Eli del brazo, y corrieron hacia el interior del castillo. Alonso les estaba esperando allí. 

- Preparaos. Queda menos de una hora. –le indicó Raúl.

- De acuerdo. –le puso una mano en el hombro- Suerte.


Raúl y Eli corrieron hacia las mazmorras. Pero lejos de ir hacia las celdas, pasaron por otro corredor. Después de ese, a otro y así sucesivamente por varios más. Era unos túneles de barro al que los había iluminado con velas. Todo parecía muy preparado de antemano. A lo lejos de ese corredor, la luz de una linterna, les indicó que ya se encontraban cerca. Continuaron corriendo, y Eli se sorprendió de ver a Rebeca, Maria y Mateo, con varios niños más. El final de ese túnel daba a una cueva, que desde esa posición se podía ver el bosque. Raúl los saludó y les indicó que corrieran para fuera. Eli ya no pudo contenerse más.

- Raúl, para ya. ¿me quieres explicar algo de una vez? -preguntó deteniéndolo.

- Esto –sacó la nota de Khaled- Khaled está convencido de que me ha quitado lo que más quería. Pero no es así. Lo que más quiero eres tú. Siempre te he querido. Por eso ahora debes marcharte con los niños. Ponerlos a salvo. Y tú también. Si perdemos esta guerra, y se entera de que te quiero a ti más que a mi vida, ira a por ti.


Eli no podía creerse lo que estaba escuchando. Se quedó tan petrificada, que Raúl tuvo que besarla. Aquel era el mejor beso que nunca habían recibido los dos. Raúl se separó para decirle algo, pero Eli se volvió a lanzar a su boca y se colgó de su cuello para besarlo. Era lo que siempre había querido, y ahora no podía dejarlo. Raúl también se dejó llevar y decidió disfrutar de ese momento todo lo que pudiera. Después se separaron. Se rieron. 

- Por favor, -le sujetó la cara- Eli, por favor. Poneos a salvo. Debo volver. 

- Te quiero. Te quiero Raúl. –lloraba- Por favor, que todo salga bien. Te quiero. 

- Yo también te quiero. –le empujó hacia la salida- Debí decírtelo hace mucho. 


Raúl retrocedió sobre sus pasos. Ahora era el momento de luchar. Subió de nuevo hacia el Castillo, y Alonso ya no estaba. Bajó hacia la muralla, y los golpes contra la puerta sonaban a punto de romper las bisagras. Estaban a punto de entrar. Comprobó todo lo que habían planeado y se escondió donde habían acordado. 

Los incesantes golpes daban su fruto, y la puerta estaba a punto de abrirse para los clanes. Dos golpes más y caería. Cuando por fin se abrieron, todos los soldados de Khaled entraron en tropel, llenando las calles. Vieron varias personas de Lobarre que huían calle arriba y los siguieron con las espadas a punto. Al doblar esa esquina, todo quedó en completo silencio. Todo, excepto a los árabes que, dada la adrenalina, gritaban y corrían de un lado para otro. Pero no encontraban a nadie. Khaled, que estaba en medios todos, mandó silencio. Cuando se callaron, inmóviles, escucharon pisadas. Muchas pisadas. Khaled comprendió que iban hacia ellos para atacarlos. Mandó mantener la posición, pero de repente, lo que vieron les asustó mucho más. Calle arriba se acercaba tal cantidad de infectados, que los primeros árabes retrocedían. Sin embargo, calle abajo, mas infectados les cortaban el paso. Estaban rodeados. Empezaron a matarlos. Más y más llegaban. En un momento dado, alguien que no eran ellos, gritó algo.

- ¡Ahora! –gritó Alonso desde un tejado.


Todo Lobarre estaba arriba de los tejados, con arcos y se levantaron en ese momento para dispararles. No solo hombres, también mujeres y jóvenes de no más de dieciséis años. Les tiraban piedras, o agua hirviendo. Por la calle abajo, empezaban a quedarse sin infectados, y muchos de los árabes corrían hacia la puerta de la muralla. Por arriba de la muralla, más hombres les disparaban con arcos. Aunque no era suficiente para mantenerlos a raya. Raúl, vio a Khaled entre un grupo de infectados, y viendo que podía con ellos saltó de su tejado para no dejarlo escapar. Frente a frente, se quedaron mirando fijamente. Ambos con una rabia difícil de explicar. Raúl tuvo que matar a un infectado que llegaba desde atrás. Lo que aprovechó Khaled para atacarlo. Raúl, detuvo el ataque con su espada y ambas espadas rechinaron. Le dio una patada al Zaein en el estómago para separarse. Entonces, fue él, quien lanzó su ataque. Khaled también lo paró. En esta ocasión, hizo un movimiento con los pies, que hizo perder el equilibrio a Raúl. Si no llega a intervenir otro infectado, Khaled le habría clavado la espada. Se entretuvo para deshacerse del infectado. Cuando se giró hacia Raúl, este estaba en el aire y le golpeó con el antebrazo en la cara. Ambos cayeron al suelo, y las espadas salieron volando. Empezaron una lucha cuerpo a cuerpo, y ambos se conocían. Muy bien. Khaled, chocó contra uno de sus hombres, espalada con espalda. Este no se lo pensó, y le quitó el arma a su hombre, que fue mordido por el infectado con el que luchaba. Acto seguido atacó a Raúl, que recibió un corte en la pierna. Pero se levantó, y lograba con gran agilidad, evitar los ataques de espada por parte de Khaled. Viéndose, desarmado y peores condiciones, no se lo pensó. Corrió hacia Khaled, y después se tiró al suelo, intentando resbalar. Con una pierna hizo caer a Khaled y la espada. La recogió Raúl. Ahora era Khaled el que estaba en inferiores condiciones. Viéndose acorralado, le empujó hacia un grupo de infectados que estaban cerca. Los infectados le agarraron, le tiraron al suelo, y en pocos segundos fue cubierto de muertos caminantes. Khaled lo aprovechó para huir, ya que la puerta estaba cerca. Khaled y el resto de clanes huía por la muralla. Desde lo alto de un tejado, Alonso, vio la lucha con Khaled y saltó a toda prisa para socorrer a Raúl. 

Cuando Raúl, recobró la consciencia, estaba siendo arrastrado por Alonso hacia el interior de una casa. La cerró a toda prisa, para esconderse de los infectados que había soltado por todo el pueblo. 

- Lo siento. –dijo Alonso mirando por la ventana- No me ha dado tiempo a bajar antes. ¿Duelen los mordiscos?

- ¿Qué mordiscos? –preguntó, examinándose la herida que le había provocado Khaled con la espada.

- Nadie sale intacto después de que le caigan encima ocho infectados…-contestó obvio.

- Nada. Tranquilo. Solo tengo la herida de la espada. –dio un pequeño grito al taponársela con un trozo de camiseta. Al ver la cara de Alonso, trató de explicárselo- Digamos… que tengo la extraña habilidad de evadirlos en momentos puntuales. Ahora si no te importa, Khaled y los suyos estarán escapando. Tenemos que dete…


No terminó la frase, porque se empezaron a escuchar ruido de armas de fuego. Provenían desde fuera dela muralla. Se mezclaban con los gritos. Raúl, para sorpresa de Alonso, empezó a reírse. 

- ¿De qué cojones te ríes? –preguntó atónito.

- Vamos para afuera. Han llegado los refuerzos. –se levantó a duras penas.


Afuera, aún quedaban muchos infectados, pero entre los dos fueron acabando con ellos. En un tejado, pudo ver a Héctor y Sharpay luchando contra dos árabes que se habían subido a atacarlos. Se detuvo a tiempo, para no ser aplastado por el cuerpo de uno de ellos que caía muerto a manos de Héctor. De seguido, cayó el segundo. Miró calle arriba, y aún quedaban árabes luchando contra infectados, pero siendo atacados desde los tejados por la gente de Lobarre. Cuando llegaron a fuera de la muralla, un reguero de cadáveres se interponía entre ellos y un grupo numeroso de personas armadas. Eran del Puerto, que había decidido apoyar al pueblo de Lobarre. Entre ellos, se encontraba Aram. Que lo sonreía con su habitual sonrisa blanca y con una pistola en cada mano. Poco a poco, los infectados iban siendo abatidos, y los árabes que se rendían fueron capturados y atados en la parte exterior de la muralla. Cuando ya no hubo peligro, el Rey Joaquín se dejó ver, sobretodo, para dar las gracias al líder del Puerto. Raúl, estaba exhausto y dolorido. Cuando se percató que uno de los cuerpos abatidos se movía. Se acercó para rematarlo y se dio cuenta de que era Khaled. Tenía varios impactos de balas por todo el cuerpo. De su boca emanaba un reguero de sangre y trataba de decirle algo.

- Khaled –le susurró al oído- te equivocaste de tesoro. Aunque te tengo que decir, antes de que mueras, que Suhaila sigue viva. Cuando te reúnas con Ghassan, le das las gracias de mi parte.


Le rajó el cuello de lado a lado, con el mismo puñal curvo de Khaled.

1 comentario:

Unknown dijo...

Increíble capítulo!!! Hay tensión y por fin Raul y Eli!!!!
Y me encanta el final...