martes, 4 de abril de 2017

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 13

La asamblea estaba siendo de lo más aburrido. Estaba cansado de escuchar siempre lo mismo. Aunque el incidente que tuve con Marcos, hizo que toda la atención se centrara en mí. Gregorio me miraba constantemente, esperando que cometiera el error de intervenir. Le devolví la mirada en todo momento. Estuve más tiempo pensando en mi plan para sacar a Silvia, que lo que estaban discutiendo. Al finalizar, seguía todo igual. Excepto que ahora me querían encerrar a mí también. Gregorio tuvo que convencerles de que eso no era posible. Argumentando que si ellos vivían así, era en parte, gracias a mí. Además, quedaron algo convencidos, pues ya me castigó sin poder ver a Silvia. Igualmente, la actitud hacia a mi seguía siendo despectiva. Poco me importaba ya. No tenía la intención de caerles en gracia y mucho menos después de que mi plan se llevase a cabo. Una vez que todo el mundo salio de la sala, nos quedamos Gregorio y yo a solas.
- Te agradezco que no intevinieras, -me dijo recogiendo una sillas
- ¿Qué va a pasar con Silvia? –pregunté- No puede estar encerrada indefinidamente.
- Tu acto con Marcos lo esta complicando aun mas –contestó
- Sueltala, y nos iremos. –propuse- Vidal se las sabe arreglar perfectamente ahí fuera. Solo tendría que adiestrar a cualquiera para que le acompañe.
- Sabes que no puedo hacer eso. –dijo firme- Me gusta tan poco esta situación tanto como a ti, pero ya te dije lo que pasaría si…
Otro motivo mas para llevar a cabo mi plan.
- No tienes que seguir amenazándome con eso –le adverti
- Pues no sigas insistiendo. –replicó
Me lavanté y pasé mis manos por la cara en señal de agotamiento.
- Tomate el dia libre. –propuso- Con lo último que trajisteis podemos aguantar semanas.
- Si no te importa, prefiero salir –tenía que buscar una excusa para reunirme con mi hermano- Aquel camión estaba repleto. No deberíamos desperdiciarlo, cualquiera podría llevárselo.
- Es tu decisión –dijo antes de salir de la sala.
Me quedé solo pensativo. En cierto modo no tenia ganas de salir, pero era neceario conocer como iban los avances logísticos del plan. Busqué a Vidal para informale de que también salíamos. Estaba en la cocina, como siempre, hablando con una de las mujeres.
- Gregorio me dio el dia libre, -me dijo poniendo cara de circunstancia- ¿te importaría ir solo?
En ese momento, interiormente, agradecí esas palabras.
- Bueno…-mentí-… solo pensaba ir hasta el camión. No creo que tenga muchos problemas.
- No seas tonto y si lo ves complicado vuelve. –me aconsejó
Chocamos las palmas y me dirgí hasta el furgón. Conduje hasta la zona del camión. Me crucé con varios infectados que vagaban por aquellos bosques, pero no suponían un peligro inminente. No tardé en llegar. Hice un reconocimiento rápido del lugar, y me aseguré de que no había peligro. Mientras esperaba, debía llenar el furgón. Todo parecía estar igual que lo dejamos. Escuché como se acercaba un vehiculo. Me alerté por si no eran ellos. Venían por el lado contrario al camion. Respiré tranquilo al ver a Dani.
- ¿Qué pasa hermanito? –saludó como hacia habitualemnte.
- No tenemos mucho tiempo. –dije- He conseguido salir solo.
- OK, -contestó Marcelo que bajaba del coche.
Me acerqué al capó de su coche. Habían sacado un mapa de la zona.
- ¿Y bien? –pregunté
- Está siendo complicado reunir tantos como pides, pero creo que pronto los tendremos. –comentó Dani
- ¿Cuántos camiones al final? –seguía preguntando
- Hemos conseguido dos. –contestó Marcelo
Me fijé en Marcelo por unos segundos. Hacía bastante tiempo que no le veía, su aspecto había desmejorado considerablemente. Se había rapado la cabeza, pero las patillas se las había dejado crecer. Estaba mucho más delgado y los ojos casi siempre los tenía enrojecidos.
- ¿Cómo está tu hermana? –me interesé
- ¿Caterina? –preguntó como si no me acordase de su nombre.
- Claro, -elevé los hombros- ¿Tienes alguna más?
- Jajaja. –se rió ante la obviedad.- ha crecido bastante desde que la viste por ultima vez.
- Me alegro de que lo lograrais, de verdad. –nos dimos un abrazo.
- Bien, -continué con el plan- Esta zona de aquí, es por donde empieza el camino hasta la comunidad. Vosotros, deberíais llegar por esta carretera –señalé un punto en el mapa- De esa forma, podremos sorprenderlos.
- De alguna manera tenemos que comunicarnos, -dijo Dani- No podemos, o no deberíamos ejecutarlo sin que tu sepas cuando.
- Efectivamente, -contesté- Lo tengo pensado.
- Tu dirás… -estaban esperando
- A las ocho de la mañana es cuando me despierto. A las ocho y cuarto me voy al salón para desayunar con el resto. Como tienen encerrada a Silvia, me encargo yo de llevarle el desayuno. Lo preparo todo para las nueve estar bajando a su celda. En ese momento, suele empezar a salir todo el mundo del salón principal que queda a unos cincuenta metros de la puerta principal.
- ¿Qué hay de tu compañero? –preguntó Dani
- La hora a la que salimos siempre es a las diez en punto. –puntualicé- Durante el tiempo que yo estoy con Silvia, que es una hora, se va a hablar con una cocinera. Imagino que intentando ligar. –me reí- Para cuando se de cuenta, ya habremos salido.
- Vale, -me interrumpió de nuevo- ¿entonces a que hora lo hacemos?
- Me tendréis que dar unos minutos después de las nueve para ocuparme del carcelero. Cuando halláis entrado, agradeceré que alguno de vosotros me cubra la salida. –les pedí
- Yo mismo –se ofreció Dani
- Estupendo –le agradecí- Es muy fácil, la entrada del edificio principal la verás enseguida, cuando entres, unos metros a tu derecha deberías ver una puerta abierta. Bajando las escaleras estaríamos nosotros. Si tengo problemas con el carcelero, al venir tu por detrás le sorprenderías. Pero solo es por si acaso.
- No te preocupes hermanito. –me pasó el brazo por la espalda.
Ultimamos algunos detalles más, y me ayudaron a cargar el furgón. El resto se lo dejé a ellos. Aún así, quedaron cinco o seis palets mas dentro del remolque. Nos despedimos y cada uno nos fuimos por diferentes direcciones. No tenía intenciones de volver tan pronto. Saqué el mapa y estudié los diferentes sitios a los que habíamos ido ya. Entre dos pueblos ya investigados, vi lo que podía ser un hotel rustico. Pensé que seria buena idea averiguar que podia sacar de allí. La comunicación entre las carreteras era algo complicada. Se mezclaban las asfaltadas con caminos. Antes de llegar, a unos dos kilómetros, me detuve. Saqué los prismáticos para observar mejor el terreno desde lejos. El lugar consistía en un edificio de una única planta. De construcción antigua de piedras, pero muy bien conervado. Una gran extensión de verde alrededor y un riachuelo por detrás del edificio. Un poco más alejado, una cuadra. Al no ver movimiento, me acerqué. Bajé del furgón y caminé hasta la puerta principal. Estaba cerrada. Fui mirando por las ventanas. Estaba todo colocado y el orden. Sin señales de saqueos. Di la vuelta al edificio. Por la parte trasera había una piscina cubierta y una zona infantil. Esta parte estaba algo mas descuidada. Había varias puertas que daban paso al edificio. Me asomé por otra de las ventanas. Justo antes de retirarme noté movimiento en el interior. Pero no me dio tiempo a verlo bien. Acerqué mis manos al cristal para que hicieran de pantalla.
- Como muevas un solo musculo te reviento el cráneo. –dijo una voz tras de mi.
Me quedé quieto mas por el susto que por la amenaza. A través del reflejo, pude ver a un hombre fornido, con chaleco de cazador y camisa verde oscura. Llevaba una gorra y me estaba apuntando con una escopeta de caza. De tan solo dos cartuchos.
- Vete dándote la vuelta muy despacio –ordenó
Levanté los brazos y me comencé a dar la vuelta.
- Señor, -me dirigí a él- tranquilícese. No tengo intención de hacer nada. ¿me entiende?
- Callate, -ordenó- Camina hacia tu izquierda.
Hice lo que pedia. No tenía intención de cabrearle, mucho menos apuntándome con ese arma.
- Gira a la izquierda. –seguía ordenando
Estabamos ya en la parte delantera del edificio.
- Subete a tu furgón y lárgate por donde has venido –dijo mientras me empujaba hacia el vehiculo.
Estaba a punto de subirme, cuando una niña de unos seis años apareció.
- Papa, -dijo la niña que sorprendió al padre- tengo hambre, ¿Cuándo comemos?
- Isabel, pasa para dentro ya –le dijo a la niña
- Pero tengo hambre papa, -insistía la niña
- Tenemos que esperar a que vuelva tu hermana, pasa para dentro ya. –no dejaba de apuntarme con el arma.
- Pero papá… -empezó a llorar.
- Cariño, -seguia apuntándome- Hasta que no vuelva María, no sabemos si comeremos algo. ¿lo entiendes?
Me quedé impactado. Aquel hombre estaba en una situación extrema. No tenían alimentos y habia mandado a su otra hija a saquear. Dedicí intervenir.
- Señor escúcheme, -dije con las manos en alto- por favor
- Te he dicho que te vallas. –contestó
- Por favor… -supliqué- …escúcheme. Se que lo esta pasando mal. No hay que ser muy listo. Como le he dicho antes, no pretendo hacerles ningún daño. Al contrario. Si me deja…
- Joder, ¿es que no me has oído? –se puso en posición para dispararme.
Sin embargo al ver la cara de la niña no me dejé doblegar.
- Dispareme si quiere. Eso no va ayudarle. –le dije muy serio- pero piense en su hija. Mirela, joder, ¿no le da lastima?
- Claro que si, -contestó- por eso no puedo permitir que extraños se acerquen
- Te entiendo. Pero déjeme demostrarle que soy de fiar. –le señalé la parte trasera del furgón- Abrá las puertas. Coja las cajas que necesite. Es comida.
Aquel hombre cambió su cara. Se notaba la desesperación en sus ojos. Sin dejar de apuntarme, rodeo el furgón hasta la puerta. Lo abrió.
- ¿De verdad puedo coger lo que quiera? –preguntó
- Siempre que me dejes algo, si. –contesté sincero.
Una vez se calmó y comprobó que podia llevarse la comida, se disculpó conmigo. Me invitó a pasar a su casa. Me explicó que antes era un hotel rural que abrió con su mujer. Poco tiempo después ella murió. Cayó en una depresión, y cerró al publico. Tanto su hija menor Isabel, como su hija mayor Maria, vivían con él. Despues de que se desatase la locura del virus, se encerraron allí con los suministros que previamente les mandaron los proveedores. Pudieron subsistir unas semanas hasta que se les acabó. Cada poco su hija mayor salía a pueblos cercanos para recoger de las casas lo que pudiera. A parte de lo que el pudiera cazar. Pero siempre se quedaban cortos. Mientras me lo contaba, me estremecia. Empezaba a ser tarde y su hija mayor no aparecía. 


No hay comentarios: