martes, 25 de abril de 2017

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 15

La alarma del móvil me despertó. Aún era de noche y tuve que encender las luces de la habitación. Miré confundido a mí alrededor. Estaba en mi antigua habitación de mi antigua casa. En la mesita de noche, tenía el mando del televisor. Lo puse enseguida. Cambiaba de canal nervioso. No entendía nada. Fui al baño y me lavé la cara. Todo tenía que haber sido un mal sueño. Miré por la ventana. Todo estaba en orden y no había muertos por ninguna parte. Me convencí a mí mismo de que todo fue una desagradable pesadilla. Como era costumbre, me vestí y preparé mi café soluble mientras escuchaba las noticias. Ni rastro de ningún virus ni muertos que se levantan con ansias de comerte. En el garaje aún estaba mi Ford Fiesta intacto. Retomé mis costumbres y fui a trabajar. Pasando por aquellas calles, me venían imágenes de mi pesadilla. De todas esas personas muertas por el suelo. Todo era normal. Hasta suspiré. Al llegar a la fábrica, Paco ya estaba tomando café. Nos saludamos y enseguida nos pusimos en la tarea. Me sentía extraño y no dejaba de pensar en todo aquello. En varias ocasiones, Paco me tuvo que llamar la atención cuando me quedaba pensativo.
-¿Te pasa algo? –preguntó
-No, no. –respondí
-Estás muy raro hoy. –dijo mientras limpiaba un destornillador- Hemos quedado después del curro para tomar unas cervezas, podrías venir.
-Claro, -dije sin pensar
-Pues no se hable más. –continuó con lo que estaba haciendo.
Al llegar la hora de irnos, me quedé de nuevo pensativo en el banco del vestuario. Paco me miraba, pero ya no se atrevía a preguntarme de nuevo. Me dio las indicaciones del sitio a dónde íbamos y me dijo que allí me esperaban. Me tomé mi tiempo en ducharme y en vestirme con la ropa de calle. Al salir, me asusté al ver pasar un coche de policía con los rotativos puestos. Miraba insistentemente hacia todos lados, y no sabía porqué. Fui hasta el bar y pude aparcar justo en la puerta. El lugar estaba casi repleto. En una mesa al lado de la ventana los vi. Cuando entré me saludaron todos efusivamente. Era la primera vez que me relacionaba con los compañeros y casi hasta me sentí cómodo. Enseguida que me senté, llegó una camarera. Mi corazón se detuvo en ese instante.
-Hola, ¿Qué te pongo? –preguntó con una gran sonrisa
-¿Silvia? –pregunté
-Veo que sabes leer, campeón. –se tocaba la chapita con su nombre
-Yo te conozco, -sabía quién era perfectamente, quizá la habría visto en algún otro momento y mi subconsciente me jugó una mala pasaba.
-Pues yo a ti no, corazón, -dijo impaciente- ¿Te pongo algo?
-Si, perdona, una cerveza. –dije
Me trajo la cerveza enseguida, aunque se me quedó mirando extrañamente. La tarde pasaba tranquilamente. Aunque yo casi no hablaba si no me preguntaban por algo en concreto. Yo seguía dándole vueltas a todo. Sobre todo a lo de Silvia, que mientras seguía atendiendo a otros clientes, cada vez que podía me miraba. Posiblemente, a causa de mi conversación con ella. Llegada la hora, pidieron algunas raciones y cenamos allí mismo. Tras la cuarta o quinta cerveza, no recuerdo bien, se acercó a mí.
-La verdad es que tu también me suenas, -dijo sentándose en la silla de al lado.
-Perdóname, lo mismo te he confundido con otra persona. –contesté
-¿Tú no eres de por aquí verdad? –preguntó interesada
-Bueno, trabajo por aquí. Aunque soy de Madrid. –seguí la conversación.
-Tengo que seguir atendiendo, pero si luego quieres…-casi hasta me intimidó
Los chicos al escuchar esto hicieron un grito como si su equipo de futbol hubiera marcado gol.
-Joder tío, -me dijo Paco- ha sido llegar un triunfar.
-Que dices…-dije sonrojado-
-Te ha tirado la caña descaradamente. –dijo Antonio, otro de los compañeros
-Ya ves, -continuó Javi- Esta noche triunfas.
El resto de la cena, fue seguido con los comentarios de todo tipo sobre Silvia y yo. No les di mayor importancia. De repente, alguien se apoyó en el cristal. Me asustó de veras, era uno de esos infectados que había visto en mi pesadilla. Rápidamente me levanté y grité.
-Ostias, -dijo Paco- Que susto tío.
-¿Lo habéis visto no? –cuando miré de nuevo a la ventana, ya no era un infectado. Era una persona normal que estaba buscando a alguien a través del cristal
-La verdad es que si no estás atento, te asustas –dijo sin importancia Javi
¿Me estaba volviendo loco? Me estaba doliendo la cabeza, y la cerveza no ayudaba. Eran casi las doce de la noche, y pagamos. Antes de irnos, Silvia se acercó a mí.
-¿Ya os vais? –preguntó con cara de pena
-Sí, es tarde. –contesté
-A mí me queda un rato, -me apuntó su teléfono en mi móvil.
Nos despedimos y volví al coche. Me quedé un buen rato mirando su número. Tenía muchas ganas de llamarla. Miré hacia el interior del bar, la veía como recogía sillas y mesas. Al final, me fui para casa. En un semáforo en rojo, vi pasar a varias personas que corrían por algo. Enseguida me alerté. No entendía muy bien porque. Ya que no vi nada. Continué por la calle hasta la salida del pueblo en dirección a mi casa. Me acomodé en mi sofá con una manta. Me puse la televisión y jugueteé un rato con el móvil. A cada rato miraba el teléfono grabado de Silvia. En ningún momento la llamé. Siendo las dos de la madrugada me acosté en la cama.
A la mañana siguiente, me levanté tarde. Mientras tomaba café, hice un inventario de lo que tenía. Apunté en un papel lo que tenía que comprar, y me fui al supermercado. Para mi sorpresa, el pueblo tenía más tráfico que de costumbre. Igualmente el supermercado. Había gente por todas partes. Tardé alrededor de dos horas en pagar. Mientras guardaba las bolsas en el coche, alguien me tocó por la espalda. Me giré bruscamente y llevé mi mano a la cintura. Allí me encontré con un mendigo, medio borracho.
-Hola compi, -me dijo con dificultad- ¿no tendrás alguna monedita?
Se tambaleaba hacia los lados. Miraba hacia todos los lados menos a mí. Me llevé la mano al bolsillo y encontré unas cuantas monedas de poco valor. Se las di y me dejó en paz.
-Gracias compi, -se las guardó en el bolsillo que aún conservaba de su mugroso abrigo.
De camino a casa se me encendió el piloto de la gasolina. Por lo que me tuve que acercar a la gasolinera. Al llegar, enseguida salió una trabajadora a atenderme.
-Buenos días, -dijo sonriente- ¿Cuánto?
-Lleno –dije mientras sacaba mi cartera- Pagaré con tarjeta.
-Perfecto.
Entré en la tienda y miré los artículos de las estanterías mientras esperaba. Llegué hasta un muestrario de navajas. Las observé detenidamente. Cuando entró la mujer, enseguida me cobró. Antes de irme, una furgoneta llegó pitándome. Me daba las luces para que me apartara. Cuando miré por el retrovisor, vi que era un hombre mayor y dos jóvenes. Algo en mí, me impidió que me quedase más tiempo allí. Pasé la tarde viendo películas tumbado en el sofá. De vez en cuando miraba las redes sociales sin hacerle mucho caso. Me estaba aburriendo considerablemente. Me armé de valor y la llamé. En un primer intento no descolgó. No quise insistir. Pero a los diez minutos me devolvió la llamada.
-Hola, -dijo a través del teléfono
-Hola, -dije yo- Soy…
-Si, ya se quien eres, -hubo un silencio.
-Es que como me diste tu numero… -dije vergonzoso
-Tambien lo se, lo grabé yo misma. –contestó
-No se como empezar esto, -dije sincero
-Pues muy fácil –se escuchaba ruido de fondo-, puedes empezar por decirme tu nombre. Tu ya sabes el mio.
Aquella conversación estaba poniéndome nervioso y empezaba a arrepentirme. Aun asi le seguí el juego y le contesté.
-¿ves que fácil? –prosiguió- ahora puedes decirme cual es el motivo de tu llamada.
-Bueno…-sabia que era una pregunta trampa-…me preguntaba si… quisieras quedar para tomar algo.
-Pues ahora lo tengo complicado, -contestó dejándome helado- quizá cuando esté menos ocupada te doy un toque.
-Ah, vale –contesté para no quedar mal.
-Ok, pues nada. Hablamos. –se despidió.
Después de colgar me dije a mi mismo que era un gilipollas por creer que una chica tan joven y guapa quisiera quedar asi como asi conmigo. Tiré el móvil contra el sillón y continué viendo la película. Siendo las nueve de la noche decidi que era hora de cenar. Me preparé una pizza en el horno. Cené en la cocina. Estando allí sentado, escuché voces en la calle. Eran dos chicos que se estaban peleando. Bajé la persiana para no escucharlos ni verlos. No estaba de humor después del varapalo con Silvia. Poco antes de terminar la cena, recibí un mensaje de ella. “No te enfades, estaba trabajando y no ha sido un buen dia. Mi turno ha terminado, si te apetece y quieres, podemos quedar en la puerta del bar a las once y media. Un beso” Al leer esto me quedé sorprendido. Por una parte no me apetecia coger el coche, pero era una oportunidad única. Aun quedaban menos de dos horas, asi que me duché y me vestí para la ocasión.
Cuando llegué a la puerta del bar, aun no era la hora. Permanecí un rato en el coche indeciso. Pero no tenia escapatoria, tocó en mi cristal.
-Hola, -dijo cuando bajé la ventanilla- te he visto aparcar.
-Hola. –apague el motor y salí a darle dos besos
-Veo que me has perdonado por lo de antes. –dijo tímidamente
-No tenia que perdonar nada. –y era verdad
-Bueno, ¿Dónde te apetece llevarme a cenar? –me dejó roto, pues yo ya habia cenado y hambre no tenia.
-Pues no lo se, -dije- no conozco la zona, vengo de aquí al lado.
-Ya decía yo que no te habia visto por aquí antes. –me dijo- vale, pues conozco un sitio, no es muy formal, pero para una primera cita no te dejaras el sueldo.
Casi hasta me salio una carcajada. Me llevó a un restaurante ceca de allí. Me quedé asombrado de todo lo que comia. Mientras hablábamos, sentía que conocía todos los detalles de su vida. Era extraño. Algunas cosas incluso me las sabia al pie de la letra. Después de cenar, nos fuimos a un pub a tomar unas copas. Estubimos bailando y tomando copas casi hasta las cuatro de la mañana. A decir verdad, nos lo pasamos genial. Mientras pedíamos la ultima copa, me dijo algo al oído. “Estoy muy borracha y me apetece echar un polvo” Me quedé petrificado. En mi vida me habia pasado algo parecido. No obstante, yo tambien estaba algo bebido, y no desaproveché la ocasión. Salimos del pub y sin mediar palabra, me llevó hasta su casa. Ya en el ascensor nos pusimos a tono. Mientras buscaba las llaves en su bolso, yo le besaba en el cuello haciéndole cosquillas. Al entrar en su casa, muy bonita por cierto, con una decoración de las de ahora. Muy colorido y moderno. Llegamos hasta su dormitorio. En vez de puerta, tenia puesto una cortina de bolitas de todos los colores. El olor de la habitación era embriagador. Una mezcla entre rosas, fresas y el alcohol que llevábamos encima. Hicimos el amor salvajemente hasta quedar extasiados. Una vez nos relajamos, en todos los sentidos, me levanté hacia el baño. Me lavé un poco la cara. Me venían ráfagas de imágenes de los infectados que solo pululaban por mi mente. Miré hacia la cama, estaba plácidamente dormida. De pronto la luz se iba y volvia. Los fluorescentes del baño tardaban mas en encenderse que cualquier otra bombilla de la casa. El reloj despertador sonaba con un pitido agudo cada vez que se encendia. Cuando por fin, dejó de llegar las subidas de luz, me dirigí a la cama. Ella ya no estaba. Esuché un ruido detrás mio, al darme la vuelta la vi. Tenia los ojos perdidos y la piel blanca. Se me erizó todo el bello del cuerpo. Emitio un gemido y lanzaba dentelladas. Una de ellas me alcanzó en la cara.
-Despierta, -decia una voz grave- despierta ya joder
Cuando me desperté sobresaltado, miré a Dani. No entendia que hacia allí.
-¿Dani? –pregunté sudando- Mierda, ¿Dónde estoy?
-Hermanito, -me dio una bofetada- tranquilízate joder, vas a despertar a todo el mundo.
-¿Quiénes?  ¿A quienes voy a depertar? –estaba desorientado y aun atontado
-Coño, pues a todos estos ricachones de mierda. –me contestó mirándome perplejo
Entonces me di cuenta.
-¿Cómo coño has entrado? –pregunté al volver a la realidad.
-Eso da igual, -dijo riéndose- Los chicos ya estan listos. En media hora empieza la fiesta.

1 comentario:

Leandro dijo...

Excelente! Uno de esos capitulos en los que la trama no avanza pero que igual no se pueden dejar de leer.
Adelante!