domingo, 4 de noviembre de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 56

Capítulo 56


Llegaron pronto a las inmediaciones de El puerto. Habían dispuesto multitud de contenedores de carga, a modo de muralla. En una de las puertas principales, se encontraban dos personas. Dejaron al cuidado de una de ellas, al caballo, y les permitieron el paso cuando les dijeron que venían de Lobarre. Transitaban entre la gente, que los ignoraba. Había mucho ajetreo de gentío que iba de un lugar a otro. Puestos de venta a lo largo de una especie de paseo marítimo, frente a las playas. Justo enfrente, el puerto, con varios buques medio hundidos y oxidados. En el otro extremo del puerto, iban y venían barcos pesqueros, de mucho menor tamaño que los buques de carga o la de un crucero varado en alta mar. Anduvieron por todo aquel lugar, observando la actividad. Gente que descargaba cajas enteras de peces, otros que las disponían directamente en los puestos. Iban distraídos.

- Yazid –gritó la voz de un hombre- Yazid. 


Un hombre, de origen árabe con el rostro puntiagudo, barba arreglada y nariz ganchuda le estaba llamando. Raúl se dio la vuelta, y sonrió alegremente ante la atónita mirada de Eli, que no comprendía nada. Aquel hombre y Raúl se abrazaron en cuanto se alcanzaron, dándose tres besos en las mejillas.

- Yazid, amigo mío. –su acento revelaba que era extranjero- que alegría volver a verte.

- ¿Yazid? –preguntó Eli, mirándolo de soslayo.

- Ya te lo explicaré. –contestó esbozando una sonrisa, al volver a ver a su amigo.

- ¿Qué haces por aquí? –preguntó mostrando sus blancos dientes en una gran sonrisa.

- Malas noticias, Aram –se puso serio.

- ¿Khaled? –preguntó asustado.

- Se ha enterado de lo de Lobarre y dirige a todos los clanes hacia aquí.

- Eso es una muy mala noticia, Yazid. –Eli ponía cara raras cada vez que lo llamaba así.

- Por eso he venido. Necesito hablar con la persona al mando.

- Uhhhh….-puso cara de no saber cómo contestar-… me temo, amigo mío, que no volverá hasta mañana. Ha salido a alta mar.

- Estupendo… -dijo Raúl decepcionado-… ¿no sabrás donde podemos alojarnos hasta mañana?

- Uhhhh… me ofendes amigo mío. –miró a Eli, guiñándola un ojo- mi casa será vuestra casa. 


Mientras seguían a Aram, entre la gente, Eli no hacía más que mirar a Raúl, muy confusa. 

- Venga, -le dijo sin mirarla- hazme la pregunta.

- ¿Yazid? –preguntó alargando la palabra.

- Es el nombre que me impuso el Zaeim. Todos los cristianos convertidos, debemos rebautizarnos. –le explicó a una pasmada Eli.


Llegaron hasta un extremo de la muralla de contenedores. Allí, pilas de hasta cinco, formaban una especie de edificios de pisos. Cada uno suponía el alojamiento de una o varias personas. Habían colocado tablones unos con otros, para formar pasarelas o simplemente, para subir de un piso a otro. Con algo de peligro, subieron hasta un segundo contenedor. Aram, abrió un candado de uno de ellos, y las puertas se abrieron. Para sorpresa de Eli, lo poseía bien acondicionado. Con un aspecto totalmente árabe. Alfombras, cojines, cortinas de seda… todo de colores llamativos.

En cada una de las paredes, les habían cortado un trozo de metal del tamaño de un listón de madera de unos quince centímetros. Eran las ventanas. En un camping gas, puso una tetera metálica con agua a hervir. Aram, insistió a Eli, para que se sentara sobre los cojines de colores. Dispuso en una mesita baja, tres tazas decoradas, y colocó unas bolsitas de té y un pellizco de hierbas que guardaba en uno de sus bolsillos. 

- Y dime, Yazid, ¿Cómo lograste abandonar tu clan? –preguntó Aram, vertiendo el agua en las tazas.

- Simulé un ataque de infectados. –dijo con tal frialdad, que Eli contuvo la respiración.

- Entonces el Zaeim estará sumamente enfadado. –dijo como si tal cosa.

- No podía presentarme en Lobarre, y decirle: Khaled, esta gente son mis amigos. ¿podríamos pasar esto por alto? –ambos rieron, mientras Eli permanecía pasmada.


La amabilidad y hospitalidad de Aram, sobrepasó las expectativas que traiga consigo Raúl. Comieron y cenaron fuera. Siendo ya de noche, y con tan solo la luz que proyectaba la luna, Raúl y Eli pasearon por la playa. Descalzos, y dejando que el agua les cubriese los pies. Permanecieron ambos muy callados. Aunque Eli se moría de ganas por preguntarle todo acerca de los tres años que desapareció. Una ola rompió justo bajo sus pies, haciendo perder el equilibrio a Eli que se hundía en la arena. Raúl, logró cogerla del brazo antes de que esta pudiera caerse. Ella se agarró a su camisa y tirando de él quedaron medio abrazados. Eli lo miraba a los ojos, nerviosa. El, sostuvo la mirada sonriente, y después se apartó. Continuaron el paseo, pero Eli ya no se contuvo.

- ¿De que conoces a Aram? –preguntó para romper el hielo.

- Lo conocí en mi época con Khaled. –contestó tan deprisa, como si estuviera esperando que se lo preguntara. Sin saber, se sentía nervioso.

- Y… ¿cómo es que ha acabado en el puerto? 

- Cuando nos conocimos, yo no era más que un aprendiz más de Khaled. Aram, pertenecía a un clan, y fue sorprendido tratando de robar. No recuerdo que era. El caso, es que los aprendices, hacíamos guardias en las jaulas a modo de celdas. Una noche… -hizo una pausa triste-… estaba alicaído, acordándome de Martín. Me dio conversación, y me ayudó mucho moralmente. Durante dos meses, fue mi confesor. Le hablé de Lobarre, de lo que perdí, de vosotros… hasta que un buen día, se me cruzaron los claves, y lo dejé escapar. Supongo, que acabó aquí, tratando de buscar un buen lugar donde vivir.



Aquella conversación se alargó más de lo que los dos esperaban, pero ambos estaban contentos. O todo lo contentos que podían estar. Ya que Raúl se abriese, era sumamente difícil. Pero al menos, Eli, logró mantener una conversación con él, sin sentir deseos de comerle a besos. 

Ya cansados, y algo adormecidos, volvieron a la casa de Aram. Allí los estaba esperando. Les indicó donde podrían dormir y ambos se despidieron hasta la mañana siguiente. Siendo muy de madrugada, Eli se despertó. En la cama donde debería estar Raúl, no había nadie. Tampoco estaba Aram. Se levantó, prendió una de las velas y se acercó a las puertas abiertas del contenedor. Se paró en seco, cuando escuchó voces. En otro idioma. Se asomó muy lentamente, y descubrió a Aram y Raúl de rodillas sobre una alfombra y rezando como lo hacen los árabes. No sabía que pensar. Aquello era lo último que esperar conocer de Raúl. No por rezar como un árabe o un cristiano. Si no por lo que tendría que estar pasando por su mente, para empezar a adorar a cualquier dios. Mas conociendo, la actitud atea que siempre había mantenido desde niños. Regresó a su cama, y cerró los ojos. Pero lo logró dormir más en toda la noche.


Por la mañana temprano, escuchó desde la cama, como los dos hablaban, y Raúl se marchaba. Aram se quedó en el contenedor, sentado y leyendo un libro. Eli, hizo por hacerse la dormida.

- Sé que estas despierta, pequeña princesa –le dijo sin apartar la vista de su libro.


Eli, no tuvo más remedio que levantarse y se sentó frente a Aram.

- ¿Qué te preocupa? –preguntó de nuevo sin dejar de leer.

- Os vi anoche. –contestó con ahogo.

- Uhhhh… -cerró el libro-… es eso. –sonrió.

- Conozco a Raúl… o Yazid…

- Puedes llamarlo Raúl. –le dijo con sosiego.

- Lo conozco desde que tenemos seis años. Siempre ha sido ateo. Y verle de esa manera anoche…

- Te preocupa que sus sentimientos hacia ti no sean como tu esperas… ¿es eso? –Eli, asintió bajando la mirada- ¿sabes por quién rogaba?

- No. No conozco vuestro idioma.

- Rezaba por sus amigos. Por su hijo muerto. Rezaba por una persona que dejó en manos de Khaled. Rezó por la mujer que ama. 

- ¿Esa persona que dejó? ¿es la mujer que ama? 

- Uhhhh… princesa, eso no lo sé. Pero supongo que esas son las preguntas que eres incapaz de manifestarle… -la miró compasivo. Eli, de nuevo, afirmó con la cabeza.

- He visto las heridas que tiene en la espalda… -le dijo esperando que se lo tomara como una pregunta. Aram, dejó de sonreír.

- ¿Te ha contado como nos conocimos? –afirmó- entonces sabrás que dejó mi celda abierta. Eso está castigado con veinte latigazos. Presumiendo que el Zaeim, creyera que fue un descuido. –Eli se tapó la boca.


Se quedó pensativa por varios minutos. Aram, preparó una tetera, y sirvió más te aromatizado para los dos. 

- Princesa… el mal que padeces se llama amor. –Eli se sonrojó- Es un mal, que bien llevado, se convierte en un milagro. Aún recuerdo cuando el Zaeim encontró a Raúl en aquella playa. Desnutrido, sediento. Sin ganas de vivir. Pero Khaled le dio un motivo por el que vivir. Sus primeros años en el clan de Khaled, fueron los más duros. Lloraba todas las noches al lado de mi celda. Rememoraba una y otra vez aquel día en que su hijo murió. –los ojos de Eli comenzaron a brillar y a humedecerse.- Pero siempre decía que se arrepentía de haber dejado atrás a alguien muy especial. Desconozco si hablaba de ti, por supuesto. Pero al veros anoche, no tuve duda. No desesperes, princesa. Dale tiempo –le hablaba como si de un padre se tratara- ahora es un guerrero entrenado por Khaled, y sabe de peligro que se avecina. –hizo una pausa- ¿más té?



Gran parte del día, lo pasó sola en el contenedor de Aram. Según le explicó, Raúl ya se estaba reuniendo con el líder del Puerto. Estaba hecha un lio. No lograba sacarse de la cabeza las palabras de Aram. Llegó a la conclusión, de que no debería forzarle a nada. Estaba segura de que Raúl le había estado mandando señales. Pero por alguna razón, siempre huía. Esperó impaciente, a que Raúl volviera. Aram, le ofreció comer, pero su estómago estaba cerrado. Raúl, regresó con cara de pocos amigos. Pidió algo para comer, y al ver a Eli parecía que todo lo malo se le pasaba de golpe. Le dedicó una bonita sonrisa, y se tumbó justo a su lado comiendo una manzana. 

- Volveremos enseguida a Lobarre. –le dijo antes de morder la manzana- Aquí ya no podemos hacer nada más.


Ella tan solo forzó una sonrisa, pero feliz de estar de nuevo con él. No tardaron en despedirse de Aram, y se encaminaron hacia la puerta del muro construido con los contenedores. Aram, los acompañó.

- ¿Qué piensas hacer tú? –le preguntó a su amigo.

- Uhhhh… viejo amigo. Sabes lo que me haría el Zaeim, si me encontrase. 

- Supongo que harias bien en esconderte si se tuercen las cosas. –le abrazó antes de irse.


El camino de vuelta hacia Lobarre, fue tranquilo. A pesar de que dos infectados vagaban lejos del camino. Prefirieron dejarle la tarea de limpieza a los vigías. De nuevo, antes de que la noche cayera sobre ellos, acamparon cerca del rio. En esta ocasión, Raúl evitó dejarla sola. Aunque, gran parte de la noche la pasó en el exterior de la tienda. Frente al fuego. Mientras que Eli, dormía plácidamente en el interior. 

Con los primeros rayos de sol, recogió todo y apagó las ascuas que aún quedaban. Entró dentro de la tienda para despertarla. Pero al verla tan dormida, se quedó quieto. Admirándola. Acercó su mano para retirarle un mechón de pelo que se le estaba metiendo en la boca. No se inmutó. Por más que se contuvo, no pudo evitar acariciarla en la mejilla. Entonces, salió de la tienda y dejó que continuara durmiendo. Sin darse cuenta, que Eli dibujó una leve sonrisa.

Una hora más tarde, Eli salió de la tienda y buscó con la mirada a Raúl. Se encontraba colgado de una rama gruesa de un árbol, haciendo ejercicios. Se quedó quieta unos segundos admirando las heridas de la espada. 

- Buenos días. –dijo Raúl, sorprendiéndola. Ya que estaba de espaldas hacia ella.

- Buenos días, -contestó ella tratando de fingir que no le veía.

- ¿Has dormido bien? –se bajó de un salto.

- Si. La verdad. ¿Por qué no me has despertado?

- Pensé que te gustaría descansar un poco más. Hace buen tiempo. Podríamos disfrutar un poco de la naturaleza.

- Si, se está muy bien. -se giró sonrojada al recordar lo que hizo antes en la tienda.


Para mayor sorpresa de Eli, le había dejado preparado un cuenco con gachas, pimentón y setas. Junto a una manta al borde del rio. Donde la vista no era un desperdicio. Se sentaron ambos, y dejó que se comiera el cuenco. 

- Que rico está –dijo con la boca llena- un poco frio ya, pero está increíble. Gracias, Raúl.

- No hay de qué. –tiró una piedra al agua.

- ¿Qué vas hacer cuando volvamos?

- Me reuniré con Joaquín. Debemos preparar alguna estrategia defensiva. –contestó como si nada.

- Me refería… a cuando esto acabe. –dejó de comer.

- Ahora solo pienso en cómo defender Lobarre. Después ya veré. 


Después de desayunar, y de otra conversación poco trascendental, se pusieron de nuevo en marcha. Eli ya no se agarraba con tanta fuerza a la cintura. Aun así, Raúl de cuando en cuando se aseguraba de que lo hiciera. Según el, por seguridad. Pero Eli sabía que eso no era el motivo. Y le gustó. 

Llegaron a Lobarre al atardecer. Antonio, el mozo de cuadras, salió a recibirlos. Cuando se aseguró de que se llevaba a Goloso, entraron dentro de la muralla. Caminaron hasta la puerta de la casa de Eli. Ambos se quedaron mirándose sin saber que decir. Ella abrió la puerta para entrar, pero no entraba. Raúl tampoco se movía. 

- ¿Quieres cenar conmigo esta noche? –Preguntó Eli, tan deprisa, que sus palabras salieron de su boca que ella misma se sorprendió de haberlas pronunciado. Su corazón latía tan deprisa que la respiración era entrecortada. Raúl se acercó más a la puerta. Estaba igual de nervioso que ella. Y Eli, temerosa y decidida a la vez se lo dijo acercándose a su oído- Me gustaría contarte todas mis rarezas, si quieres.

- Me encantaría… tu oferta es muy tentadora. –contestó también a su oído- Pero debo hacer algo antes. Algo que debería haber hecho desde el primer día. ¿Me acompañas?


Indecisa, confusa, temblorosa, pero irremediablemente, atraída por él, lo acompañó a donde fuera que se dirigía. Mientras subían las escaleras que llevan al castillo, se dio cuenta de donde iban. Ya no había vuelta atrás, pero era mejor que sucediera ahora y no más tarde. Fueron hasta el patio principal, lo atravesaron para culminar en un amplio jardín privado. Al fondo de ese jardín, se encontraba un reservado. Ambos se acercaron. Claramente, en aquella parcela se distinguía la tumba. Había tallado sobre una pieza de cerámica el nombre de Martin. Raúl, miró por toda la parcela, pero solo encontró una inscripción. Eli, sabía perfectamente lo que buscaba. Miró con miedo a Raúl que no parecía comprenderlo. 

- ¿Dónde está? –preguntó extrañado- Joaquín, me dijo que la encontraría aquí.

- No está, Raúl. –dijo temerosa y mordiéndose una uña.

- ¿Cómo que no está? –indicó la tumba de Martin- Si él está aquí, ella también debería estar. ¿no?

- Raúl…-le giró agarrándole del brazo-… Raúl… no. Vera, no murió. –Raúl la miraba con los ojos muy abiertos, horrorizado- No murió. Estuvo mucho tiempo en cama. Deshidratada. Con una hemorragia interna. Pero Merche la curó. 

- ¿Y dónde está ahora? ¿Por qué no…?

- Cuando se recuperó, se marchó a buscarte. –comenzó a llorar, sobretodo, arrepentida de no habérselo contado antes.

- Sabiendo todo eso… ¿eres capaz de invitarme a cenar? Estaba a punto de… de…

- Raúl, por favor… -le interrumpió.

- ¿Cómo pudiste ocultarme este pequeño detalle? No era muy difícil: “Raúl, Vera está viva, pero se marchó”. Lo hubiera entendido. Joder. 

- Por favor, Raúl, perdóname.


Raúl se marchó muy enfadado, dejándola allí llorando.

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