lunes, 20 de agosto de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 32


Capítulo 32

No sabían cómo reaccionar. Habían sido descubiertos por Manzaneque, estos habían sido acribillados, sus amigos y familiares habían desaparecido, escrito en una pared un mensaje con sangre y que no sabían que significaba, y para finalizar estaban borrachos. Los copos de nieve les sacaron de su ensimismamiento. Pero ninguno se atrevía a pronunciar palabra. Raúl estaba más nervioso que los demás. De repente, notó un ligero traqueteo detrás de las orejas, que reconoció enseguida.
-          Escuchad… me siento raro… como… -lo siguiente que dijo no lo entendieron.

Lo único que Raúl percibía en ese momento, es que no se podía mover. Miraba la cara de los demás, y sentía unas ganas indescriptibles de lanzarse a su cara. Pero por otro lado, una parte de su cerebro le decía: no. Perdió todo conocimiento y cuando despertó estaba en una cama atado de pies y manos. Le dolía el estómago, y la boca la tenía seca. Miró alrededor. Reina estaba en otra cama dormido.
-          Reina. –susurró- ¿me escuchas?

Este se despertó tan rápido, que pareciera que no dormía.
-          Colega, ¿ya te has despertado? –preguntó con preocupación- ¿Eres tú, colega? – le miraba extraño- dime que eres tú y que no te vas a lanzar sobre mí.
-          ¿Por qué me iba a lanzar sobre ti? –preguntó Raúl extrañado.
-          Porque… te comportas muy raro, colega. –dijo confundido- ¿No te acuerdas de nada?
-          No. No sé qué hago aquí la verdad. Y mucho menos atado. –contestó asombrado.
-          Joder, colega, dabas miedo de verdad. –dio un paso hacia atrás- hablabas y después gruñías como los muertos que caminan.
-          Venga ya. –dijo riéndose.
-          Joder, tío, lo que te hicieron en ese campamento es de cagarse en los pantalones.
-          ¿Cómo te encuentras? –dijo Pablo, que estaba apoyado en el quicio de la puerta.
-          Me duele el estómago y tengo mucha sed… dice Reina que…
-          Si. Te ha vuelto a pasar. –le cortó.
-          Os juro que no me acuerdo de nada. –confesó.
-          Te acuerdes o no, lo cierto, es que cuando te dan esos ataques, te conviertes en uno de ellos. De eso no cabe duda. Lo bueno… que te percataste a tiempo.
-          ¿Qué hay de los nuestros? ¿los que han desaparecido?
-          Ni idea. –confesó molesto- aunque a decir verdad, creo que tengo una pista. Si ya no corre peligro –miró a Reina- desátale y nos reunimos en el salón.

Reina le desató, le dio de comer y beber. Llegaron al salón, y tal como se esperaba Raúl, le miraban desconfiados. Pablo se encontraba sentado en una silla, presidiendo la mesa.
-          Ahora que estamos todos… -hizo un gesto de cansancio-…quiero contaros lo que pienso.
-          ¿Qué hace aquí? –preguntó Vergara cabreado.
-          Lo mismo que vosotros. Buscar una solución y encontrar a nuestra gente. –le devolvió la mirada enfadada.
-          Está bien, está bien. –gruño Ramón- Escuchemos lo que tiene que decir…
-          Gracias Ramón. –dijo Pablo- Hace unas semanas, cuando fuimos a buscar a Reina y Sharpay, vi a un grupo de personas. Montaban a caballo y vestían como la edad media. Con armaduras y esas cosas. No le di importancia. Pensé: menudos gilipollas disfrazados.
-          ¿Qué tiene que ver con todo esto? –preguntó Reina confundido.
-          Si veis las heridas de los de fuera, y las flechas, os daréis cuenta de que no utilizaron armas de fuego. Si no, espadas y arcos. Como los que llevaban aquellos que vi. –contestó.
-          Está bien. –refunfuño Ramón- Tíos con armaduras, espadas, arcos, flechas… hay que joderse.
-          ¿Alguna idea de que puede significar “LOBARRE”? –preguntó Pablo.
-          Supongo que se harán llamar así…-contestó Héctor.
-          ¿Por qué atacarían? –preguntó de nuevo Pablo.
-          Robar recursos… -propuso Héctor otra vez.
-          Recursos o personas… lo único que faltan son personas. –dijo Vergara.
-          No teníamos mucho, por no decir nada, cuando salimos. –dijo Raúl.
-          Sin embargo, no han revuelto nada. Ni siquiera han tocado las botellas de agua que almacenamos aquí mismo en el salón. –señaló dos pallets de agua embotellada.
-          Tienes razón –confesó Raúl.
-          Recapitulemos: Manzaneque ya no supondrá un peligro porque está muerto. –habló Pablo echando la espalda hacia atrás- por lo que deduzco que nuestros amigos de armadura saben pelear cuerpo a cuerpo, además de utilizar espadas y arcos. Suponiendo que hubieran sido ellos, claro está. ¿Quién en el siglo XXI sabe esas artes? ¿Frikis de la fantasía épica? ¿artistas de circo? Lo que si tengo claro, es que son peligrosos. Suponiendo que tan solo pude ver a no más de seis personas, cálculo que podrían haber sido otras cinco o seis personas más. ¿Qué hacían cerca de aquí? ¿Por qué atacaron a Manzaneque? ¿Qué vieron? ¿Qué quieren? Si dejaron un mensaje, es que sabían que alguien más lo vería. ¿Se llevaron a nuestra gente o la dejaron marchar? Opino que se la llevaron. ¿Con que fin? ¿Pedirnos algún tipo de intercambio? Quizá. Nuestro principal objetivo es averiguar que significa “LOBARRE”. ¿Alguna localidad cercana? Revisemos todos los mapas que tenemos. Alguna pista que nos indique donde pueden haberse llevado a nuestra gente. –señaló a Ramón y Vergara- Inspeccionar los alrededores. Tiene que haber huellas de caballo. O de coches. Héctor y Reina, mirar bien dentro del caserío a ver si se han dejado algo. Raúl y yo… tenemos que hablar en privado.
-          A sus órdenes mi capitán –bromeo Héctor, que borró su sonrisa al ver la cara de los demás.

Cuando cada uno se fue a cumplir con lo que había pedido Pablo, se quedaron un rato en silencio. Pablo se levantó hacia las botellas, y sacó dos de su envoltorio. Una se la ofreció a Raúl. Se sentó enfrente y lo miro fijamente a los ojos. Algo que a Raúl le incomodó. Abrió su botella y se la bebió por completo antes de hablar.
-          Raúl… tenemos un serio problema contigo. Maldigo el día que le di autorización al hijo de puta ese para que experimentara contigo. Esperaba que pasase algún tiempo, para ir a hablar con él y hacerle entrar en razón. Entre otras cosas, porque solo él sabía lo que te hizo. Me refiero químicamente. Está claro que te metió el puñetero virus en el organismo, mezclado con algo que hace que no sea definitivo. Por eso tienes esos ataques. Y te juro, que acojona de veras.
-          Pablo… deja de culparte. –dijo sincero- Al principio no me caías bien, lo confieso. Pero creo que no eres mala persona. Déjalo estar. No puedo prometerte que pueda controlar eso que me pasa. Lo que si te pido, es que si en algún momento debes…
-          No lo digas. –cerró los ojos- No lo voy hacer. Sé que te he tratado como si fueras mi hijo, y ya me has dejado claro que no soy tu padre. Estoy de acuerdo. Sin embargo, pertenecemos al mismo grupo. La sociedad se ha ido al carajo. Lo que es de suponer, que los que quedemos en pie, lucharemos contra nosotros mismos, matarnos si es necesario para conseguir sobrevivir. Nos hemos rebajado a lo más mínimo. Dudo mucho que algún día, el mundo vuelva a resurgir como antes. Debemos empezar de cero. No veremos más internet, o películas nuevas.
-          Sé dónde quieres ir a parar. –afirmó.
-          A lo que me refiero, es que ahora tú y yo, somos como una familia. Reina, Sharpay, Vergara… todos somos una familia. Y nos han quitado a dos miembros muy jóvenes. Tu hermana y mi hijo. Por eso quiero pedirte, que empecemos de cero. Que trabajemos juntos para encontrarlos. Después entre todos, decidiremos que hacer.
-          Pablo, sé que eres el más capacitado para liderarnos. Pareces un político en campaña. –le sonrió.
-          Yo no quiero ser el líder de nada. Pero alguien debe tomar decisiones, y que el resto las apoye por un bien común. Si mando a Vergara y Ramón ahí fuera, es porque son buenos en lo suyo. Al igual que a Héctor y Reina. He visto como son capaces de encontrar cosas donde nadie miraría.
-          Y ¿yo? –preguntó preocupado.
-          Tú eres inteligente. De hecho creo… miento… estoy seguro que sabrás descifrar el mensaje. Eres inteligente, y sobretodo, valiente. Tu padre estaría orgulloso de ti.
-          Gracias. De verdad.

Le ofreció la mano, y ambos la estrecharon. Enseguida se pusieron a revisar mapas y más mapas. Pero no encontraron ninguna ciudad o pueblo llamado LOBARRE. Necesitaban reponer fuerzas, así que cuando volvieron los demás, comieron algo y descansaron en sus respectivas habitaciones. Era tal el cansancio, que ninguno se despertó hasta la mañana siguiente. El que peor aspecto tenía era Vergara. La resaca era importante. Poco después de desayunar, Ramón y Vergara volvieron a salir. Por la noche no encontraron ninguna pista. Además, el viento y la nieve se lo dificultaban. Ahora por la mañana, a pesar de que el tiempo no cambiaba, les resultó más sencillo. En cuanto a Héctor y Reina, no tuvieron tanta suerte. Ya revisaron cada rincón por la noche. Por el día, tampoco encontraron nada. Raúl seguía repasando los mapas con Pablo. Hasta que se cansaron y salieron a tomar el aire.
-          ¿Has utilizado alguna vez un arma de fuego? –preguntó Pablo.
-          No. Me he defendido bien con el cuchillo o un hacha. –contestó.
-          Eso está muy bien. Pero creo que no estaría de más que supieras utilizar una pistola al menos. –se levantó y sacó la suya de la funda- Mira, si pulsas en este botón, sale el cargador. Comprueba siempre cuanta munición te queda. Para volver al cargarlo, solo tienes que empujarlo para dentro hasta que haga clic. Esta manija es el seguro. Ponlo siempre. Incluso cuando la saques de la funda. Solo quítalo si vas a disparar. Y la parte más sencilla. El gatillo. Esto me supongo que lo sabrás.
-          ¿Por qué quieres enseñármelo? –pregunto sin importancia.
-          Puedes verte en una situación complicada y esto te puede salvar la vida. Además, tengo la certeza, de que si encontráramos a los secuestradores, no serán tan amistosos.
-          Puede que tengas razón. –confesó abrumado.
-          También deberías conocer algunas técnicas de desarme, así como de defensa personal. Mira… -le apuntaba con el arma-… ¿Qué harías si alguien te apunta desde esta distancia?
-          ¿Levantar las manos para que no dispare? –pregunto indeciso.
-          Es una opción…-sonrió orgulloso y le tendió la pistola-… apúntame a mí. –Raúl cogió la pistola y le apuntó como lo hizo Pablo-… es posible que te veas en la situación en la que alguien te apunte de cerca. Aunque lo que te voy a enseñar parezca un ataque, en realidad es defensivo.

Con un giro de cuerpo y dos movimientos de manos muy rápidos, no le dio tiempo a  reaccionar. La mano de Raúl se encontró dolorida, desarmado y con Pablo apuntándole con su mismo arma.
-          Te lo voy a repetir, pero lento. Para que aprendas los movimientos. –le devolvió el arma, y repitió los movimientos lentamente- Tienes que tener claro que tu objetivo es desarmarle con la seguridad de que si consigue apretar el gatillo, el cañón no te esté apuntando hacia ti. ¿lo comprendes?
-          Si. Primero giro mi cuerpo un ángulo de noventa grados. El brazo izquierdo lo paso por debajo hasta llegar al cañón, a la vez que la mano derecha llega hasta la culata y la mano del agresor. Haciendo palanca desde el cañón lo giro a la vez que estiro apuntándole a él. ¿no es así?

Pablo lo miró entre sorprendido y contento. Asintió varias veces con la cabeza.
-          Muy bien. –contestó- Practiquemos.

Tan solo una media hora después, dominaba la técnica, lo suficiente para enfrentarse a alguien sin mucha experiencia. Pablo, le enseño dos maneras más de desarme en diferentes posiciones. Aprendió múltiples formas de bloquear a una persona. Otras tantas de dejarlo inconsciente. Puntos débiles, que con un simple golpe sencillo, sería capaz de tumbar al suelo al más fuerte. Sintió que conocer todo aquello le proporcionaba cierta seguridad. No tenía nada que ver con las artes marciales que Sharpay y Reina enseñaron a Héctor, pero eran igual de efectivas.
Después de aquellas lecciones, volvieron a consultar los mapas. Raúl se dejó caer en la silla, decepcionado de no encontrar una pista. Pablo le animó a continuar.
Pasados dos días, los ánimos empezaban a decaer. Ni Ramón ni Vergara, que se pasaban el día explorando los caminos, encontraron nada fiable. Héctor y Reina, mataban el tiempo entrenando su arte marcial. Para Héctor, fue algo aburrido. Su contrincante, no tenía el nivel de Sharpay o Patri. Este último, peleaba de diferente forma, pero era un digno rival. Se tuvo que consolar con lo que había. Raúl se percató de la preocupación en la cara de Pablo. Era consciente, que pasado tanto tiempo, casi era imposible seguir la pista a nadie. Sin embargo, él, tenía algo rondándole en la cabeza que no le dejaba abandonar. La más importante era, sin duda, su hermana Rebeca. Pero, contra todo pronóstico, en la segunda persona en la que pensaba continuamente no era Mónica, sino  Eli. Por algún motivo, se había grabado en una pared de su mente su cara. Su sonrisa. Principalmente, sus ganas de no desistir, era de volver a verla. Incluso, su mente, generó imágenes en movimiento, inventadas, de ellos dos besándose. Se le aceleraba el corazón cada vez que esa imagen le sorprendía en la cabeza. Tenía muy claro, que lo que tuvo con Mónica, ya era historia. De hecho, se estaba convenciendo de que si se reencontraban, le declararía su inesperado amor.
Se asombró él mismo, frente a un espejo, con una sonrisa de oreja a oreja.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Quiero más!!! Dos días y aún no han aparecido!!! Secuestrados? Sería extraño por ser mucha carga... dos niños dos adolescentes... como siempre un placer leerte. Gracias

Unknown dijo...

Me parece bien la relación que han entablado Pablo y Raúl, uno lo ve como el hijo que tenía y el otro necesita alguien que sea como el padre que perdió, el hecho de matar al doctor ha ayudado bastante.