martes, 20 de febrero de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 10

Capítulo 10.


Los días pasaban, y Raúl, ya se había hecho a la idea de que ni su padre ni su madre volverían. Sobre todo su padre. Tras una semana sin aparecer desde que se fue con Anselmo y su grupo a explorar los alrededores. Lo peor que llevaba fue la ejecución de Marcos. Tras curarle la herida, y dejarlo atado en una cama, empezó con un estado febril que empeoraba cada hora. En una ocasión deliraba tanto, que no sabían a quien hablaba. En total, duró vivo veintinueve horas. Después de su muerte, Reina les explicó, o más bien les advirtió, que de un momento a otro se convertiría. Desde que murió hasta que “despertó”, transcurrieron seis horas. Reina se ofreció a ejecutarle, a lo que Raúl y Héctor accedieron. Aun no estaban preparados para hacerlo. Mas siendo una persona conocida tan cercana. Aquella habitación la precintaron una vez que Marcos, comenzaba a descansar para siempre. 

La comida que recogieron de la tienda, fue insuficiente. Por lo que en una excursión posterior, y con mayor precaución que la primera, lograron llevarse al hostal todo lo que quedaba. Reina, en solitario, inspeccionó varias casas cercanas. Al principio, no pensaba quedarse con ellos. Pero a medida que pasaban los días, se sintió cómodo con ellos y se quedó. Algo que agradeció, sobre todo Raúl. Que, después de Reina, era el siguiente en ser consciente de que la sociedad había caído. Eli parecía haberse recuperado del shock, pero estaba más seria que de costumbre. Algo comprensible, incluso después de la muerte de Marcos. Aunque, la tensión entre Mónica y ella, incrementaba a pasos agigantados. Ya no era un secreto la relación entre ellos. Algunos más, otros menos, lo aceptaban. El que menos problemas daba, era Bernardo. Siempre en un rincón, en su mundo. Tan solo protestaba cuando tenía hambre o sed, y por suerte, aun podían satisfacer sus necesidades. No obstante había otra cosa que comenzaba a ser un problema: la higiene. Ya no llegaba agua a través de las tuberías. Así que, tenían que acercarse al rio con cubos para recoger agua. Aquello era un peligro. Detrás de cada árbol, o de cada piedra, podría aparecer un muerto. Muchos de los vecinos, habían abandonado el pueblo en busca de familiares o simplemente, buscando otro lugar. El caso, es que aparte de ellos, no había nadie más por el pueblo o alrededores. 

La plaza parecía ser segura, al menos por el momento. Algo que Mónica aprovechó. Necesitaba que le diese el aire. Estaba sentada en uno de los escalones que dan a la puerta del hostal. Reina apareció por detrás.

- Hola. –dijo Reina- ¿Puedo sentarme?

- Si claro…-contestó ella.

- ¿Fumas? –preguntó ofreciéndole un cigarrillo.

- No. Pero creo que es buen momento para empezar…-ironizó aceptándolo.

- ¿Tienes familia? 

- Muy lejos. En Cádiz. Pero supongo que estarán muertos.

- A lo mejor no.

- Mis padres eran muy ancianos ya. Eran de aquí. Pero tras jubilarse mi padre, se compraron un apartamento en Cádiz. Justo enfrente de la playa. 

- ¿Y cómo es que decidiste quedarte aquí? La playa, el sol… es muy tentador…

- Soy profesora. Me gusta mi hogar. Aunque ya no sea igual. 

- Vaya…imagino que también por Raúl…

- Lo de Raúl fue después. 

- No es que me importe… ¿pero cuantos años le sacas?

- El doble…-tosió al dar una calada al cigarro- pero no supone un problema. 

- Su padre no pensaría lo mismo. 

- ¿Me estas juzgando?

- Para nada… -sonrió nostálgico-… si yo hubiera tenido la oportunidad con mi profesora de Gimnasia, lo habría hecho. Te lo aseguro. 


Había un silencio, que no gustaba para nada a Reina. Mónica le miraba interesada. Este se llevó el índice a los labios. 

- ¿Oyes eso? –susurró.

- No oigo nada…-contestó extrañada.

- Exacto…-su actitud cambio-… algo no va bien. 


El cuchillo lo tenía a su lado en la escalera. Lo agarró y permaneció vigilante. Mónica, comenzaba a ponerse nerviosa. Entonces, Reina se levantó, y con un movimiento ágil, saltó las escaleras, asomándose por la calle de lado. 

- ¡corre! –gritó- ¡Pasa ya!


Mónica dio un pequeño resalto, por el susto. Reina tuvo que repetirle, que pasara para dentro, mientras subía los escalones. Cerraron la puerta de entrada, con brusquedad. Raúl, que estaba más cerca le preguntó.

- ¿Qué pasa? 

- Mierda, no hagáis un puto ruido. Sube a tu hermana lo más alto que puedas. No podemos permitirnos el lujo que se ponga a llorar ahora.

- Joder, ¿quieres decirme que pasa?

- Sube, y mira por una ventana que da a esa calle –le indicó.


Raúl y Mónica, subieron con Rebeca lo más rápido que pudo. Fueron hasta la habitación de sus padres. Desde allí, podían ver la calle que les dijo Reina. Se les cortó la respiración. Por aquella calle, subían cientos de hostiles. Si bien por el final de la calle, la manada se ampliaba mucho más. Llegaban por el campo, por carretera… por todos lados. Raúl se percató de como temblaba Mónica. Que lo miraba con los ojos tan abiertos, que parecían que le fueran a salir de las orbitas. Escucharon, en la parte de abajo, como un cristal se rompía. A los pocos segundos, el resto de personas subían por las escaleras. Incluido Bernardo. Por lo visto, fue un vaso roto por Héctor al darse cuenta del peligro. Por suerte, los hostiles pasaban, sin percatarse de que estaban allí. Se mantuvieron en silencio. Alternándose en la ventana para ver aquella maraña de muertos vivientes. 

- ¿Habías visto algo así antes? –susurró Raúl a Reina.

- No tantos. –respondió más nervioso, de lo que estaban acostumbrados a verle.

- Puede que los haya atraído algo –dijo Eli- Cuando estaba en mi casa, había muchos aporreando la puerta. Pero algo les atrajo, y se olvidaron de mí por un rato.

- Tiene razón. –dijo Reina- Algo les está atrayendo. Pero me preocupa el que. No es normal que haya tantos.


Raúl no apartaba la miraba, tratando de mirar todas las caras que pasaban por debajo. Suplicaba no ver a su padre entre ellos. Notó que algunos empezaron a darse la vuelta. Pero eran arrastrados por los que venían por detrás. Un disparo lejano les sorprendió. Además, descubrió que ese disparo, excitó a los muertos, que emergían de sus bocas gorgoteos espeluznantes. Incluso, aumentaron su velocidad de paseo. 

- Parece que hay alguien más vivo por la zona –indicó Reina.

- Sea quien sea, los ha puesto más nerviosos –dijo Raúl sin dejar de mirar por la ventana. 

- Mientras se vayan…-dijo Héctor despreocupado.


Aquello era desesperante. No dejaban de llegar, ni de irse. La plaza estaba llena de hostiles, que aunque se marchaban por todas las calles, eran tantos que había un embudo. Volvía a anochecer. Comieron algo, pero el nudo que tenían en el estómago, casi no se lo permitía. Raúl, por fin, se cansó de mirar y se puso al lado de Eli.

- ¿Cómo estás? –le preguntó.

- Bien. No te preocupes. –se la notaba algo enfadada.

- Oye… lo mío con Mónica, pensaba contártelo. –confesó.

- Me da igual lo que hagas con tu vida. –contestó tajante.

- Entonces… ¿Por qué estas así conmigo y con ella?

- No me parece que sea lo correcto. Nada más. 

- Vamos… que no lo apruebas… 

- Te digo que me da igual. –se enfadó aún más.

- Está bien…-se resignó.


Se levantó, yéndose con Mónica, que los observaba conversar. Eli le lanzó una mirada furtiva a la profesora, que desvió su mirada para evitar males mayores. El tiempo transcurría muy despacio, y sobre todo sin poder hacer nada. Algo que pasó factura. Bernardo estaba muy nervioso. Caminaba de un lado a otro de la habitación. De repente, empezó a elevar la voz. Por más que le pedían que se callase, era peor. Más alto gritaba.

- ¡YA VIENEN!  ¡YA VIENEN! –gritaba- ¡HE SIDO MALO! ¡MAMÁ! ¡YA VIENEN! 

- Hacer que se calle –ordenó Reina enfurecido- Como entren estamos jodidos.


Repetía una y otra vez las mismas frases. Raúl, miró por la ventana que da a la plaza. Los más cercanos se daban la vuelta, y subían por las escaleras a la puerta. Su corazón bombeaba tan rápido, que parecía que le saldría por la boca. Los golpes a la puerta empezaron. Más y más de ellos se unían cerca de la puerta. Reina no tuvo más remedio que darle un severo golpe con el puño en la cara. El pobre Bernardo quedó tendido en el suelo. 

- Joder tío, lo has matado –dijo Héctor.

- Creo que no. Aunque la nariz le dolerá unos días. –se tocaba los nudillos por el dolor.

- Chicos, -dijo Raúl viniendo por el pasillo- la cosa se está poniendo fea.

- Ya saben que estamos aquí, tenemos que buscar una salida. –ordenó Reina.

- ¿Qué le ha pasado a Berni? –preguntó al verlo en el suelo inconsciente.

- He tenido que utilizar técnicas más agresivas para que se callase. –dijo Reina poniendo cara de inocente.


Los golpes en la puerta eran incesantes. Aunque la puerta era robusta, no suponía una garantía de que no terminasen por derribarla. Como primera medida, colocaron varios muebles delante de la puerta. En caso de tirarla, al menos ganarían unos minutos para buscar una alternativa. Las ventanas estaban varios centímetros por encima de las cabezas, por lo que para entrar deberían saltar. Y todavía no habían visto ninguno que lo hiciera. La tensión hizo que Rebeca comenzara a llorar. Por más que Mónica trataba de tranquilizarla, era imposible. Estaba claro que percibía el miedo y se lo estaban transmitiendo a la niña. 

- Vamos, piensa Raúl… -le decía Reina.

- Este hostal, antes era la casa de mi abuelo. Tenía un hermano. Por lo que se, la casa era mucho más grande antes de la herencia. Según mi madre, mi abuelo y su hermano no se llevaban bien. Aquí, muchas de las casas, tienen bodegas bajo tierra. Quizá si encontramos la entrada a esa bodega, demos con la entrada de la casa de al lado. 

- Pues encontremos esa bodega. –dijo Reina.


Miraban todas las estancias de la casa, pero no encontraban nada que les indicara donde estaba esa puerta. Raúl, sabía que sus padres, hicieron una reforma cuando su abuelo les dio la casa para montar el Hostal. Así que fue al armario donde guardaban toda la documentación. Sacó facturas, reservas por internet… hasta que por fin lo vio. Una carpeta. Escrito en rotulador negro: Proyecto. Al abrir la carpeta, pudo ver varios planos. Pero no entendía nada. 

- ¿Me dejas ver? –preguntó Eli por detrás, asustándolo.

- Toma. –le tendió la carpeta- A ver si tu averiguas algo.


La puerta de entrada crujió. Raúl y Eli bajaron, reencontrándose con Reina y Héctor. 

- Se están agolpando tantos, que el propio peso está haciendo crujir la puerta. –informó Héctor.

- ¿Habéis averiguado algo? –preguntó Reina

- He encontrado el proyecto de reestructuración de la casa. No entiendo los planos. –contestó Raúl.


Esparcieron sobre una mesa todos los papeles. Miraron cada uno con atención. Entonces, Eli dio con lo que buscaban.

- Aquí. –señaló una de las hojas- Esto parece el recibidor. Pero si lo comparamos con este otro plano, se ve un cuadrado. Este es el más reciente, y ya no está el cuadrado. ¿Y si la entrada es hacia abajo?


Todos se quedaron estupefactos, ante las observaciones de Eli. Reina corrió hasta la recepción. Estuvo quieto unos segundos, observando. Se puso detrás del mostrador, retiró la silla y la pequeña moqueta que cubría esa zona. Solo apareció el suelo de madera. Dedujo que aquel no era el suelo original. Por lo que se apresuró a buscar el hacha de cortar leña. El resto lo miraba como queriendo que tuviese razón. Efectivamente, la tenía. Golpeó el suelo hasta que pudo levantar algunos tablones. Héctor y Raúl, le ayudaron a quitar tablones, hasta que por fin se pudo ver una puerta horizontal con un tirador. Los problemas aumentaban, al crujir la puerta de fuera. Aun no era preocupante, pero la reciente puerta descubierta, estaba sellada con cemento. 

- ¿Qué hacemos? –preguntó Raúl muy preocupado.

- Pues tendremos que romperla. –decía Eli rebuscando algo- Quizá esto ayude.


Apareció con un enorme martillo. Una maza. Raúl ni siquiera sabía que aquello estaba ahí. Reina fue el primero en comenzar a golpear la puerta. Con los primeros, ni se inmutó. Pero cada vez, se notaba que cedía. Al menos por la zona donde estaba el tirador. Héctor, al ver fatigado a Reina, le sustituyó. Quizá fue la adrenalina, o el miedo. El caso, es que Raúl nunca lo había visto de esa manera. Golpeaba con tanta fuerza y tantas veces seguidas, que se asustó de la fuerza que poseía su amigo. En el último golpe de Héctor, la puerta se partió por la mitad. Sonó una descarada risa de triunfo por parte de los tres hombres. Con una linterna, alumbraron el interior. Unas escaleras de piedra, bajaban unos metros. Estaba lleno de telarañas, aunque lo peor, estaba fuera intentando entrar. 

- ¿Y si no tiene salida? –preguntó Mónica con Rebeca en los brazos.

- Moveremos la mesa de la recepción cuando estemos dentro. Por lo que sé, no piensan. Si nos mantenemos en silencio, podremos aguantar hasta que se vayan. Así que, cogeremos agua y comida por si acaso. –ordenaba Reina.

- Tiene razón, -dijo Raúl- guardemos en mochilas todo eso, y nos bajamos. 



2 comentarios:

Unknown dijo...

Se está poniendo muy feo... aquí hay un salto de una semana, hace cuanto que empezó todo? Dos semanas? Tenemos que dar por perdidos a papá y la guardia civil? Pues me caía bien Anselmo...

Unknown dijo...

Si no es por Reina, ninguno estaría vivo a estas alturas. Lo único raro es que en un pueblo que ha estado casi incomunicado aparezcan tantos hostiles, lo normal es que haya tantos hostiles como habitantes y no parece que ese pueblo tenga muchos habitantes. Seguimos...