viernes, 2 de febrero de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 3

Capítulo 3


Se despertó sobresaltado y sudoroso. Aun recordaba la pesadilla. Su habitación estaba en la más completa oscuridad. Palpó con su mano por la mesita de noche, en busca de su móvil. Al iluminarse, sus ojos percibieron un ligero dolor ante tanta luminosidad. Cuando se acostumbró al brillo, miró la hora. Eran las tres y cuarto pasadas. Iluminó con la pantalla hacia la cama de Rebeca. Estaba dormida, aunque se había estado moviendo y se encontraba desarropada. Se levantó y en silencio la envolvió con la sabana, y después con el edredón. Aún estaba preocupado por su padre. Se encaminó hacia su habitación, alumbrado solo con la luz proveniente de la pantalla de su móvil. Podía escuchar como el viento golpeaba contra las ventanas, incluso desde el pasillo. Soplaba con fuerza. Entró en la habitación de sus padres. Que a diferencia del resto del hostal, era la más grande. No había llegado. Dubitativo, bajó hasta el primer piso. Aunque el hostal disponía de tres plantas, tan solo dos primeras eran accesibles para los clientes. Allí, frente a la puerta número cuatro, donde dormía Mónica, se pensó dos veces si entrar. Todo estaba en completo silencio, excepto por el viento infernal del exterior. No recordaba un temporal como este. Giró el pomo con sumo cuidado. Descubrió que no había cerrado con seguro la puerta. Respiró un par de veces profundamente, y abrió la puerta. La habitación, pequeña, donde solo estaba una cama de ochenta centímetros y un armario viejo. Pudo distinguir que Mónica estaba en la cama, arropada casi hasta la cabeza. Se sentía ridículo allí delante, con su infantil pijama de Los vengadores. Al principio, se dio la vuelta para volver a su cama. Pero después, se arrepintió y se acercó lentamente a la cama. Ella estaba recostada de lado en un extremo. Lo que le permitía colocarse a su lado con cierta comodidad. Separó un poco la manta y la sábana. Intentando no despertarla, se tumbó a su lado. Ella se movió un poco. No supo si la había despertado o no. Contuvo la respiración por unos segundos. Al notar que no se volvía a mover, se acomodó en la almohada, rozándole un poco la espalda. Advirtió que no tenía puesto pijama. Ni camiseta alguna. Acaricio levemente su espalda, descubriendo que dormía completamente desnuda. Como era de esperar, no pudo contener una erección. Entonces, se le paró el corazón, cuando la mano de Mónica agarraba la suya y la pasaba por su cintura. Estaba despierta. Allí se mantuvo abrazándola. Tranquilo. Incluso sonrió al imaginarse la cara de su padre si los descubriese en ese instante. Cuando pensaba que dormiría por primera con ella, instintivamente subió su mano hacia el pecho más cercano. Ella no dijo nada ni se inmutó. Aprovechó esa ocasión para recrearse en aquellos pechos con los que soñaba constantemente. Una de las veces, Mónica se estremeció emitiendo a la vez un ligero sollozo de placer. Se giró con tanta rapidez, que asustó a Raúl. Se colocó encima del joven, y mientras lo besaba efusivamente, hacía rápidos movimientos con su cadera. Con cierta destreza, logró bajarle su pantalón de pijama y la ropa interior. En menos de lo que él se esperaba, estaban haciendo el amor. Entre tímidos gemidos le susurraba algo al oído.

- Te quiero tesoro –susurró entre un espasmo- no sabes cómo te quiero Raúl.


Ella prosiguió en su hacer, mientras el muchacho se empeñaba en acariciar cada centímetro de su cuerpo. Llegaron juntos al éxtasis, dejando sin fuerzas a Raúl que permanecía con la cabeza para atrás y los ojos fuertemente cerrados. Mónica terminó tumbándose encima del pecho del muchacho.

- Mi padre aún no ha vuelto. Estoy bastante preocupado. ¿Y se le ha pasado algo? –le contaba.

- Estoy convencida de que se ha tenido que quedar atrapado por la nieve –un fuerte golpe sordo en la parte baja los asustó.


Un nuevo golpe, en la puerta de entrada, les paró el corazón.

- Mierda, mierda…-decía Raúl mientras se vestía a toda prisa. 

- No me jodas, que tiene que llegar ahora. –rezó Mónica paralizada.

- No te muevas de aquí. Eres una cliente. Yo voy a bajar. Y no sospechará nada. –se alejaba de la habitación. 


A medida que bajaba escuchaba como dos personas hablaban en la recepción. Una de ellas, claramente era su padre, el otro intuyó que sería Anselmo. Llegó hasta la recepción, y se sorprendió al ver la cara de su padre. El ojo izquierdo lo tenía amoratado, y justo encima un brecha cosida recientemente.


- Hola Raúl –saludó un cansado Anselmo- ya hemos encontrado al insensato de tu padre.

- ¿Qué ha pasado? –preguntaba con la voz entrecortada.

- Tranquilo chaval. Tu padre está hecho de otra pasta. –le guiñó un ojo.

- Roberto, mañana necesito que pases para tomarte declaración. Ahora descansa. –le ordenó el guardia civil.

- Gracias de nuevo Anselmo. 


Una vez se fue el agente, Roberto se puso algo más serio con su hijo. 

- Escúchame bien hijo. –decía preocupándolo aún más- Mientras dure este temporal no quiero que os vayáis al bosque ni al rio. 

- ¿Pero qué ha pasado? ¿Por qué vienes así? –preguntaba asustado

- Cuando estaba cerca del rio, recogiendo algunos troncos, alguien me atacó. Me di la vuelta, y vi un hombre fuera de sí. Algún turista despistado se debió de perder y golpearse la cabeza con algo. Porque estaba lleno de sangre por toda la cara. Me asusté y resbalé hasta el rio. Me he golpeado con una piedra. Cuando desperté era de noche y ya no estaba aquel tío. –relataba mientras se tocaba la herida- Cuando traté de volver a subir a la colina, escuché que Anselmo y un grupo de personas me llamaba. Entonces me rescataron. He estado en casa del doctor Francisco, que me ha cosido la frente. 

- Te lo dije papá, no tenías que haber salido. –le regañó.

- ¿Cómo está Rebeca? –se preocupó por su hija menor- ¿Le has dado de cenar?

- Bueno…-se acordó en ese instante de Mónica-… tenemos una cliente. 

- ¿Una cliente? –se extrañó- ¿forastero?

- Que va, la profesora de Literatura. No podía volver a su casa y me preguntó si podía quedarse un par de noches. Pagando claro.

- ¿La buenorra? –preguntó bromeando.

- Papá…-se puso colorado.

- Anda, vuelve a la cama, que la vamos a despertar.


Raúl subió las escaleras, pensando que quien la despertó no fue precisamente su padre, y casi le salió una sonrisa pícara. El resto de la noche durmió como un lirón. Estaba satisfecho. Había echado un polvo con Mónica, y su padre estaba de regreso. No podía decir que sano, pero si a salvo. 

Por la mañana, se despertó bastante más cansado que de costumbre. No era habitual trasnochar tanto. Como siempre, se duchó y vistió antes de bajar al comedor. Mientras bajaba, escuchaba como alguien se reía. Eran su padre y Mónica. Al verle llegar, cesaron en sus bromas. 

- Buenos días chaval…-le revolvió el pelo como hacia siempre-… menuda nochecita ¿eh?

- Ni que lo digas…-miró a Mónica que hacía muecas como si no supiera nada.

- Bueno, aquí os dejo. Parece que el temporal se está marchando. Así que voy a aprovechar y me voy con Rebeca a ver a Anselmo. Supongo que os iréis juntos a clase. Cerrar bien con llave al salir. No tengo más reservas para hoy ni para esta semana. 

- OK papá…-contestó cansado

- Cuídame bien al chaval –le dijo a Mónica.

- Descuida Roberto –contestó con cierta confianza que extrañó a Raúl.



Después de la clase de educación física, que dadas las circunstancias, la realizaron en el gimnasio interior, Raúl se encontraba en el vestuario junto a Marcos. Marcos, era el hermano mayor de Héctor. 

- Tu hermano lleva dos días sin venir –comentaba con Marcos- Tu padre no debía ser tan duro. Se está perdiendo bastantes cosas importantes, y luego no sacará buenas notas.

- Sabes tan bien como yo, que mi hermano está más interesado en sus videojuegos que en estudiar.

- Como sea, pero no creo que esté bien que le haga trabajar en la tienda tantas horas.

- Se lo ha ganado Raúl…-le miró con recelo-… la única condición que nos pone mi padre es que no nos emborrachemos ni nos droguemos. No están malo como parece.


Por la puerta entraron Fabio y Gustavo. Dos compañeros de clase de Raúl, que por decirlo de alguna manera eran los graciosillos de la clase. 

- Mira quien está aquí…-le decía Fabio a su amigo, como si no los hubiera visto-… es el maricón de Raúl y su novio.

- Vete a la mierda Fabio –contestó Marcos sin importancia.

- ¿Qué? ¿ya se la has chupado? –preguntaba entre risas a Raúl.

- A lo mejor es que estas celoso…-contestó Raúl.

- Mira, maricón de mierda…-le amenazaba con el dedo índice-… a mí no me tocas ni con un palo.

- ¿Por qué no nos dejas en paz? –decía Marcos sin miedo.

- Mira… otro maricón defendiendo a su novio…-otra vez se rieron los dos amigos.

- Fabio, -se puso cara a cara con el desafiante- vete antes de que te pegue una hostia que no te reconocen en tu casa.

- ¿Tu? –le miraba con asco, pero desafiándolo- Tú me llegas ni a la suela del zapato

- ¿Quieres comprobarlo? –levantó el puño para golpearle.


Dado que Fabio era más charlatán que valiente, se apartó de el con actitud chulesca.

- No tengo intención de pelearme en el colegio. –se marchaba- Pero no te confíes, maricón, afuera es posible que no tenga tantos reparos.


Marcos, hizo un gesto de ir a por él. Fabio levantó los brazos y se marchó caminando hacia atrás. Su amigo hizo lo mismo y se marcharon del vestuario.

- Oye Raúl, ¿si fueras gay me lo dirías? –preguntó Marcos en un susurro.

- Claro que sí. –contestó.

- ¿Entonces lo eres o no? –susurró de nuevo y sin dejar de mirar la puerta del vestuario.

- Lo confieso Marcos, -bromeó tan en serio, que Marcos se lo creyó- soy gay. Y me gustas desde hace tiempo.


Hubo un momento de tensión, pero Marcos se aventuró.

- ¿te gustaría quedar esta tarde? –preguntó con tanto miedo, que se asustó más al ver la reacción de Raúl.

- Joder Marcos…-quedó perplejo-… era una broma…


Marcos le estaba dejando claro que el sí lo era, y aquello pillo por sorpresa a Raúl que no sabía cómo reaccionar.

- A ver… -decía Marcos con voz temblorosa-… no…

- Tranquilo…-dijo Raúl al ver que su amigo se sentía tan avergonzado-… no pasa nada… quizá la he cagado yo haciendo la broma. Con estas cosas no se deben jugar. 

- Como se lo digas a alguien te…-apretaba las manos con tanta fuerza que Raúl se asustó de verdad.

- Tranquilízate…-se separó-… no voy a decir nada. Si eres gay o no, me importa una mierda. Eres mi amigo. Si alguien decide contar algo, ese eres tú. Yo no soy quien.

- Perdona, perdona. –relajó sus manos al escucharle- Es la primera vez que… alguien sabe mi secreto.

- Joder Marcos, -dijo más con pena que enfado- que no pasa nada. Solo que me ha sorprendido.

- Será mejor que me vaya. –decía mientras recogía su mochila- espero por tu bien que nadie sepa nada.


Raúl se quedó allí solo. Pensativo. Para nada esperaba que Marcos, un chico que no daba la sensación ni dio nunca indicios sobre su condición sexual, al final fuera gay. A decir verdad, le daba un poco igual. Excepto, que le había propuesto una cita ¿sexual?, esa misma tarde. También pensó en el padre de Marcos y Héctor. Ya que era un hombre chapado a la antigua, y si se enterase de aquello, podría tener graves consecuencias. De todos modos, no tenía la intención de contárselo a nadie. Mucho menos a Fabio y Gustavo. 


2 comentarios:

Unknown dijo...

Menuda noche!!! Y menudo día...

Unknown dijo...

El padre no pudo llamar a su hijo cuando lo rescató la Guardia Civil para decir que estaba bien?? Seguimos...