lunes, 19 de febrero de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 9.

Capítulo 9


Mientras entraba en casa de Eli, pudo ver el desastre que había. Sillas, platos, la televisión… todo roto y por el suelo. No pasó por alto, un reguero de sangre que recorría la pared desde la entrada hasta el baño. Ese mismo pasillo finalizaba en la cocina. Con diferencia, la estancia más espaciosa de la casa. El fregadero estaba repleto de restos de comida, así como platos y vasos sucios. Seguramente, desde hace días o semanas. Justo a la izquierda, estaba la despensa. Asomaba una tímida luz de una linterna. El joven le indicó que entrara. Las estanterías estaban vacías, pero al fondo, en suelo estaba Eli. Envuelta en una manta, y con la cabeza entre los brazos. Con la mirada perdida.

- ¿Es una hostil? –preguntó Raúl tembloroso.

- ¿Hostil? ¿Así los llamáis? –preguntó extrañado- Pero no. No es una de ellos. Aunque parece que está en shock. Cuando he entrado, solo pronunciaba tu nombre. ¿Raúl? Sí, me parece que eso decía. 


Raúl se acercó muy lentamente a Eli. Su aspecto estaba muy desmejorado. El pelo sucio, y marcas de sangre seca en la cara y brazos. Ella lo miró a los ojos. Pudo distinguir esa mirada, que emanaba miedo. Sintió un nudo en el estómago al verla. Incluso, sus ojos se humedecieron.

- Eli…-dijo tocándola el hombro-…soy Raúl. Ya estamos aquí.


Ella no dijo nada. Tan solo se levantó, y se abrazó con fuerza. Raúl hizo lo mismo. De hecho no fue un abrazo por compromiso. Si no, todo lo contrario. Ella comenzó a llorar desconsoladamente. Era extraño, que su habitual actitud alegre y sus interminables preguntas, habían desaparecido. Le ayudó a levantarse. Cuando salieron de la casa, Héctor se abrazó a Eli. Aunque su reacción fue inerte. Solo se dejó abrazar. Raúl se acercó al joven.

- Te agradezco mucho que nos ayudases –le tendió la mano.

- No ha sido nada –le devolvió el gesto.

- ¿Cómo te llamas?

- Puedes llamarme Reina. Así me llamaban…-su sonrisa desapareció-… los que me conocían antes. 

- Si quieres, puedes quedarte con nosotros. Mi padre tiene un hostal. Estamos bien protegidos. Aunque los recursos se nos están acabando. 

- No pretendo quedarme mucho tiempo. Pero una par de días de descanso no me vendría mal. –le sonrió.


Al fin volvían todos al hostal. Al llegar, Mónica, parecía estar esperándolos y les abrió la puerta nada más verlos. Raúl le explicó como Reina les había ayudado. Por alguna extraña razón, Eli no se separaba de Raúl. La subió hasta su habitación, y con la poca agua que aun salía de las tuberías, logró lavarla un poco. La ropa que llevaba, olía asquerosamente mal. Así que tuvo que apañarla con su propia ropa. Le quedaba algo grande, pero era mejor que nada. Dejó que se tumbara en su cama. Allí estuvieron largo rato. No hablaban. Pero se decían todo, agarrados de la mano. Eli siempre había sido su mejor amiga. Verla en esas condiciones, le partió el corazón. Estuvo con ella hasta que se durmió. No sabía cuánto tiempo habría estado en la despensa sin dormir. Dejó la puerta abierta y se bajó con el resto.

- Mónica, ¿mi padre no ha vuelto? –preguntando aun sabiendo la respuesta.

- ¿No está tu padre? –preguntó Reina.

- Lleva un día fuera con un grupo de Guardias Civiles y vecinos. Iban a explorar como estaban los pueblos de alrededor.

- Mucho me temo, que lo que encontraran será más de lo mismo. 

- ¿Está todo igual? –preguntó Mónica.

- Llevo caminando días, pasando por varias localidades. Durmiendo de ocupa en casas ajenas. Los pueblos que no son fantasmas, están llenos de… ¿Cómo los llamabais?

- Hostiles…-contestó Raúl-… entonces has podido ver el grupo de mi padre.

- Llevo días sin ver a nadie normal. A parte de vosotros, claro. 

- Iban en una patrulla de la Guardia Civil, y dos coches grises. –dijo Raúl.

- Los siento. Lo recordaría si los hubiera visto.


Aquello no le sentó nada bien a Raúl. Tenía el presentimiento de que si el resto del mundo estaba así, habían podido ser atacados. Se sentía confuso. Perdido. En cierta ocasión, vio como Reina, se sentía igual que el cuándo Eli le acribillaba a preguntas. Héctor, por su parte, parecía más preocupado por Eli, que en toda su vida. Actitud que Raúl y Marcos no pasaron por alto. 


Otro día amanecía, y el grupo de expedición con su padre no aparecía. Estaba realmente preocupado en ese sentido. ¿A dónde fueron? ¿Habrán sido atacados? No quería ni pensar que su padre se hubiera convertido en uno de esos seres come humanos. El temporal ya no era ni mucho menos tan fuerte como al principio. Pero en ocasiones, se ponía a llover sin descanso. Era temprano aun. Se acercó a la cama de Eli. Pero no estaba. La encontró en la cocina, atendida por Mónica. 

- Buenos días Eli –se sentó a su lado.

- Hola Raúl –dijo con voz apagada.

- ¿Cómo te encuentras? 

- Aparte de ver como mi padre era engullido por otras personas, y que mi madre pretendía hacerme lo mismo a mí. De no haberla encerrado en su dormitorio, y pasarme varios días en una despensa sin nada de comer. Creo que bien. –decía abatida.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? 

- Dime.

- ¿Cuándo mandaste el mensaje a Héctor?

- Os mande un mensaje a todos los contactos de mi teléfono. No sé, hace un día o dos.

- Raúl –interrumpió Mónica- ¿te preparo algo de desayunar?

- Gracias Mónica, un vaso de leche con cacao.

- Fuimos lo más rápido que pudimos…-se excusó Raúl.

- No te preocupes. –le acaricio la mejilla.

- El padre de Héctor también murió –le contó.


De repente, la actitud de Eli hacia Mónica fue tan brusca como inesperada.

- Tienes que ponerle dos cucharadas. Así es como le gusta. –le gritó.


Tanto Raúl como Mónica quedaron estupefactos ante la actitud de Eli. Al ver sus caras, se echó a llorar y salió de la cocina corriendo de nuevo hacia las escaleras.

- ¿Cómo se ha puesto no? –dijo algo ofendida.

- Tienes que disculparla. Lo ha pasado mal. –contestó Raúl, también sorprendido.


Las horas pasaban, y se hacían interminables. Por suerte, no tuvieron la visita de hostiles. Pero permanecer tantas horas allí encerrados sin noticias de nada, empezaba a crispar los ánimos de todos. Reina por su parte, se entretenía haciendo flexiones, abdominales o cualquier esfuerzo físico que el resto descartaba hacer en esos momentos. 

Al hacer el último inventario, la cosa empeoraba. Casi no les quedaba agua embotellada, y los únicos alimentos eran una bandeja de panceta, varios pepinos a punto de pudrirse, una bolsa de cebollas, media caja de cereales, cuatro cartones de leche y uno de zumo de melocotón. Todo ello, sumado a que mientras discutían sobre hacia donde ir a por recursos, las luces se apagaron.

- Lo que nos faltaba ya. –gruñó Marcos.

- ¿Ahora qué hacemos? –preguntó Raúl.

- Deberíamos buscar unas linternas o algo así –propuso Héctor.

- En el almacén seguro que hay –dijo Raúl.


Por suerte encontraron cuatro linternas. También varios paquetes de pilas. Otro problema solucionado. Ahora, estaba el problema de la comida y el agua. Por lo que los hermanos, propusieron ir a su casa por la mañana. El padre, aparte de ser carnicero, poseía una pequeña granja de animales. Sobre todo cerdos. En la cámara frigorífica de la tienda, debería tener bastante carne para mucho tiempo.

- Pero si se ha ido la luz, se empezará a pudrir –dijo Reina.

- Si. Pero como era habitual los cortes de luz, mi padre instaló un generador de emergencia con paneles solares. La inversión fue elevada, pero las pérdidas que tuvo años anteriores fueron peores. –informaba Héctor, ya que era frecuente estar castigado ayudando a su padre en la tienda y almacén.

- Pues yo creo que mañana podríamos acercarnos –dijo Raúl.



Otra noche pasaba, y su padre no aparecía. Esa misma noche, Raúl, durmió con Mónica. Eso sí, cuando todos estaban durmiendo. Por la mañana temprano, Reina fue el primero en estar preparado. Una vez estuvieron todos preparados, salieron. El día parecía tranquilo. No había sol, pero tampoco viento ni lluvia. Reina caminaba por delante de los demás. Parecía estar más preparado que el resto. Le iban dando indicaciones por dónde ir, y si se encontraban algún hostil, se ocupaba sin mayores problemas. Estando justo en la entrada de la tienda, percibieron que la puerta había sido forzada. 

- Entraré yo primero –dijo Reina- si no hay peligro, entráis.


Dicho y hecho. No tardó ni dos minutos en volver. Al entrar, vieron que la tienda estaba vacía. Los expositores seguían en su sitio, pero nada en su interior. Pasaron a la zona de preparación y almacén. Allí no parecía que hubieran entrado. La cámara frigorífica, tal como dijo Héctor, funcionaba. Al abrirla, encontraron todo en su sitio. Lleno de jamones, chorizos… de todo. 

- Parece que solo se llevaron lo de fuera.  –dijo Reina con una amplia sonrisa.

- Por detrás debería estar la furgoneta de reparto de mi padre. Podríamos utilizarla. ¿Sabes conducir Reina? –preguntó Héctor.

- No tengo el carnet, pero sí. –contestó.

- Vale, pues yo voy a ver si sigue la furgo –dijo Marcos.


Mientras ponían en bandejas todo lo que podían, Marcos buscó las llaves que abrían la puerta trasera del almacén. Al abrir la puerta, se encontró con el vehículo que buscaban. El resto se quedó mirando la aprobación de Marcos. Esté abrió la segunda hoja de la puerta, para facilitar la carga de recursos. Desde fuera, Marcos elevó su pulgar para indicarles que todo correcto, fue la última vez que vieron ese dedo. Un hostil salió de la nada, mordiéndole el dedo. Arrancándolo de cuajo. Marcos gritaba de dolor, y el hostil, no contento con el manjar, se disponía a morderle el brazo que aún lo mantenía alzado. Reina fue el único que reaccionó, corriendo hasta la puerta y clavándole el cuchillo en la cabeza. Se desplomó sobre sus pies. Los gritos de Marcos, horrorizado por la imagen de su mano sin su dedo le produjeron cierto mareo y se desmayó. Reina comprobó que no había más por la zona. Pero Héctor y Raúl aún seguían de pie sin pestañear, al ver lo que ocurría. 

- ¡Venga! –ordenó Reina- ¡Despertar! 

- Joder… -dijo Raúl.

- Chico –se acercó Reina a Raúl- debemos llevarlo para que lo curen. Pero no creo que sobreviva. 


Reina encendió la furgoneta, y el viejo motor carraspeo un par de veces antes de arrancar. Subieron en la parte trasera a Marcos, y varias de las cajas de comida que pudieron meter. Llegaron hasta la plaza, y Raúl corrió hacia la puerta del médico. Pero no abría. Reina, rompió un cristal de la ventana y entró. Tanto Raúl como Héctor, escucharon como algo se rompía en el interior. Algo grande y pesado. Alguna puerta golpeando contra una pared, y segundos después, la puerta se abría.

- Mucho me temo, que el doctor y su paciente, no se llevaban muy bien. –bromeó- venga, pasarlo dentro. Algo podremos hacer.


Lo tumbaron en una camilla, a la que previamente, tuvieron que quitar unas sábanas con sangre reseca. Reina rebuscaba entre las pertenencias del médico. Le hizo tragar una pastilla, y con alcohol limpió la zona donde antes estaba el dedo. Después lo tapó con unas vendas. Dejó que descansara, mientras a parte hablaba con los otros dos.

- A ver…-decía rascándose la parte trasera del pelo- … como ya os conté, si te muerden… te conviertes en uno de ellos.

- ¿Estás seguro? –preguntó Héctor preocupado.

- Te aseguro que no es el primero que veo convertirse. –contestó.

- Me cago en la puta. –maldijo Raúl- Pues yo no me atrevo a meterle un cuchillazo como haces tú.

- Coño, no seas tan bruto. –dijo Reina- Espera a que se convierta.

- Joder, que estamos hablando de mi hermano. –comenzó a llorar.


Aquello no era la excursión que esperaban. Aun sabiendo que de un momento a otro, Marcos se podría convertir, lo llevaron con ellos al hostal. Sin embargo, y a petición de Reina, le ataron a una cama. Hubo un pequeño forcejeo entre Marcos y ellos. Algo normal. Pues nadie desea ser atado a una cama. 

Raúl se sentó con Rebeca y Mónica. Hubo un segundo en el que no pudieron reprimir sus emociones, y terminaron besándose en público. Algo que tomó por sorpresa a todos, menos a Héctor que ya conocía el secreto.


2 comentarios:

Ajenoaltiempo dijo...

Me sorprende que solamente se hayan besado y no hayan hecho el amor delante de todos. La hormonas de esos dos ponen a prueba cualquier apocalipsis.

Unknown dijo...

La actitud de Elicon Monica ¿puede traerles problemas?
Dnd está papá?