domingo, 11 de junio de 2017

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 37

Miré de nuevo por la ventana. Los primeros barcos ya habían zarpado. Tan solo quedaban dos. Aunque nadie en tierra. Eso significaba, que en segundos pondrían rumbo a la península. Me senté enfrente del Patrón. Al fin había recuperado la memoria. Aquella sensación era placentera. Aunque me atormentaba lo que deseaba hacer con él.
- Has perdido tu oportunidad de escapar. –decía lamiéndose la sangre que le caía por la boca.
- Mejor. –contesté- Ahora estamos tú y yo. Solos. Sin nadie que nos moleste.
- Si vas a matarme, hazlo ya. –trataba de convencerme
- De verdad que lo haría. Pero me tomaré mi tiempo. –respondí

Me di una vuelta por aquella habitación. Miraba cada cajón y cada hueco de las estanterías.
- ¿buscas algo? –preguntó
- Algo que le tenía mucho cariño. –dije

Me lo preguntó por algo. Supe que lo tendría por algún lugar. Antes de darme la paliza, vi que lo tenía colgado de su cintura. Le observé fijamente, hasta que sus ojos me desvelaron el lugar. Justo al lado de la ventana había un aparador. Dentro de un jarrón, lo encontré. Allí estaba mi puñal. Con su mango verde. Y su hoja bien afilada. Me miraba aterrado. Me acerqué lentamente con el puñal en mi mano. Con la hoja le hice un corte en la mejilla. Comenzó a gritar.
- ¡Te voy a matar! –me amenazó
- No te equivoques. –amenacé yo

Acto seguido se lo clavé en el muslo derecho. Volvió a gritar. Lo saqué, y lo clavé en la pierna izquierda.
- ¿duele? –pregunté sádico- Porque a mí también me dolía cuando me pegabais.
- Joder… -se quejaba dolorido- ¿Qué quieres? Te puedo dar lo que quieras.
- Hacerte sufrir como tú has hecho sufrir a todas esas mujeres.
- A tu mujer no la tocamos. –exclamó
- No es suficiente. Matasteis a dos amigos míos. Y violasteis a dos amigas mías.
- Eso no te lo niego. –admitió

Le di un puñetazo en la cara, y otro en el estómago. Empezaba a estar fuera de mí. Escuchamos un ruido en la parte baja de la casa. Alguien estaba dentro. Ambos nos sorprendimos.
- Parece que te has dejado la puerta abierta. –dijo riéndose

Cuando me asomé al pasillo, un muerto me atacó. Lo esquivé, y lo lancé escaleras abajo. Los caídos en batalla, empezaban a levantarse. Eso era un problema. Bajé lo más rápido que pude. Ya habían entrado tres más. Cerré la puerta y me encargue de ellos. Dejando a uno, aun convertido, y lo subí hasta el despacho.
- ¿Qué vas a hacer? –preguntó aterrorizado.
- ¿sabes lo que son capaces de hacer? –pregunté irónico- Dudo mucho que lo sepas. Teniendo a tanta gente que hacia las cosas para ti.
- Creo que no eres consciente de la situación. A todos los que no disparasteis a la cabeza se levantaran. Estamos jodidos los dos. –decía.
- Si. Lo estamos.

Los golpes en la puerta empezaban a ser muy insistentes. Até al muerto a un armario, y me asomé por la ventana. Era de noche. Pero los focos que aun funcionaban, me daban la visibilidad suficiente para ver como empezaban a levantarse. Los que ya se habían levantado, venían hacia la casa. Atraídos por los golpes que otros daban para entrar en la casa.
- No tengo mucho tiempo.  –dije
- ¿Piensas salir vivo de esta? –decía irónico.
- Al menos lo intentaré. Me he visto en situaciones peores. Ahora…tu… no creo que salgas. No tengo el valor para matarte a sangre fría. Ellos lo harán por mí.
- Estás trastornado –expresaba con cierto miedo en sus palabras.

Los cristales de las ventanas inferiores, se partieron. Podíamos escuchar los gemidos de los muertos. Algunos ya habían entrado. Desaté al muerto y lo lancé contra el patrón. Le dio una primera dentellada cerca de su muslo izquierdo. Le agarró fuertemente, y le mordió. Llevándose gran parte de su piel. No quería marcharme aún. Quería ver como sufría.
- ¡Ayúdame! –gritó

El muerto se levantó, le mordió en la cara. Era asqueroso. En ese momento que aún seguía vivo, clavé el cuchillo al muerto. Levanté al Patrón y lo llevé al pasillo. Había dos muertos que ya estaban en la planta superior. Le lancé contra ellos. No hubo piedad para él. Cayeron sobre el Patrón, le mordían y desgarraban la piel por todas partes. Varios muertos más, subían por la escalera. Me lancé contra ellos, matándolos al instante con dos disparos. Aun me quedaban tres balas. Al llegar al salón principal, me asusté. Eran al menos diez los que habían logrado entrar por las ventanas, y los que seguían entrando. A los más cercanos los maté con la pistola. Después con el puñal, me hice paso entre ellos. Empujándolos, hasta llegar a otra de las ventanas. Tuve que romper el cristal para poder salir. Entre los nervios y el poco tiempo que tenía, no era capaz de abrir el picaporte que cerraba las ventanas. Cuando me disponía a salir, me corté ambas manos con los cristales. Eso me retrasó. Hizo que uno de los muertos me agarrara del pantalón. Caí al suelo. El muerto se tiró encima de mí. Luché con él para quitármelo de encima. Pero seguían llegando en mi búsqueda. Con mucho esfuerzo, lo retiré a un lado y le clave el puñal. Empujé a dos que tenía más cerca, y salté contra la ventana. Me corté en una pierna. En la otra se clavó un cristal roto. Algo profundo. Ya fuera de la casa, también tenía muchos acercándose. Tumbado en el suelo, me saqué el cristal de la pierna. El dolor era intenso. Pero no podía pararme ahora a lamerme las heridas. Miré hacia mi pierna, y la sangre salía a borbotones. Al levantarme, me di de bruces con dos muertos. Los empujé, y me abrí paso. Corrí, cojeando, hacia el bosque. Quería volver hasta el barco en el que vinimos Nacho y yo. Pero era de noche y no tenía linterna. Me adentré entre los árboles, y subí a ciegas la colina. Los muertos me seguían. Mi pierna me dolía y no me dejaba avanzar. Para taponar la herida, me detuve unos instantes para romper un trozo de mi camiseta y hacer un torniquete. No lo apreté demasiado. Solo para taponar y llegar al barco. Los tenía nuevamente cerca, y estaba desorientado. Corrí en línea recta. En algún punto llegaría a la playa y buscaría el embarcadero. Un muerto me apareció por delante. No sabía de donde habría llegado. Lo abatí con el puñal y proseguí. Escuchaba las olas cerca. Tan solo con el oído, me orienté. Me golpeé con varios árboles, dada la poca luz de la que disponía. El mar estaba cerca. Llegué a una playa, y con la luz de la luna, pude ver a mi izquierda a unos cincuenta metros el barco. Los muertos estaban muy cerca y llegaban de todas direcciones. Al llegar al embarcadero, solté el amarre y salté al barco. Viendo como lo hizo Nacho, puse en marcha el barco. Dos muertos llegaron a subirse. Traté de poner en movimiento el barco, mientras los muertos caían al agua. Los dos que estaban en la cubierta, trataban de entrar en la cabina. Cuando me alejé bastante del embarcadero. Me ocupé de ellos lanzándolos por la borda. Paré el motor, y lo dejé al libre albedrio. Antes debía curarme las heridas. En la planta inferior, busqué algún botiquín. Mis manos ensangrentadas por las heridas, manchaban todo a su paso. Encontré varias vendas y una botellita de tequila. Cada vez que desinfectaba mis heridas, mis gritos eran más fuertes. Me vendé ambas manos y la pierna. No tenía con que coserme el tajo de la pierna. Tan solo lo vendé y me dispuse a descansar unos minutos. Di varios tragos a la botella y me tumbé.
El dolor y el cansancio, hizo que me quedara inconsciente hasta que salió el sol. No lograba ponerme de pie. La herida de la pierna, me dolía a horrores. La venda estaba empapada. Tuve que cambiarla por otra. Desinfecté de nuevo la herida, y vi la profundidad. Subí hasta cubierta con demasiada dificultad. Mirara donde mirara, solo había agua. Estaba perdido. Me encontraba mareado, seguramente, debido a la cantidad de sangre que perdí. Miré el mapa de Nacho intentado averiguar algo. No entendía nada. La brújula indicaba que iba hacia el sudeste. Así que por instinto, viré el barco hasta que indicaba oeste. Encendí los motores y me senté. Cada poco sentía que perdía el conocimiento. Era fundamental no dormirse. Al cabo de una hora, más o menos, supe que iba en buena dirección. Distinguía tierra. Desconocía que lugar era, pero me daba igual. Tan solo quería volver a tierra. Allí, sabría orientarme mejor que en el mar. Poco a poco llegaba a una playa. Tenía intención de continuar hasta que el barco no avanzase más. Pude ver edificios. Supe que llegaba a una gran ciudad. De repente, un pitido en uno de los GPS, me alertó. Sonaba insistente. No entendía que era. Hasta que chocamos contra algo del fondo y el barco casi vuelca. Volví a golpearme en la pierna herida. Me encontraba en el suelo. Paré el motor del barco y respiré profundo. Lo más seguro es que estuviese a poca profundidad. Pero aún quedaban al menos un kilómetro para llegar a la costa. Me armé de valor y salté del barco. Efectivamente, había poca profundidad. Tan solo un metro o metro y medio. La sal se metió por todas las rendijas de mis heridas, provocando un fuerte escozor. No era momento de rendirse. Cuando llegué a la arena, me dejé caer extasiado. No había muertos cerca, por lo que suspiré. Me repuse y avancé hasta el paseo marítimo. Lo reconocía. Ya había estado allí. Me reí, pues tan solo estaba a unos veinte kilómetros, del pueblo donde habíamos quedado tras el ataque. Me alegré de ver uno de los vehículos del Patrón, sin nadie que lo vigilara. Supuse que los matarían, al mirar los cuerpos que había alrededor. Comprobé que aún tenía la llave. La encontré cerca de uno de los cuerpos. El coche funcionó. Me costaba conducir por las heridas. El volante lo controlaba casi más con las muñecas, y el acelerador lo pulsaba levemente. Mi pierna no me permitía hacer más fuerza. Tomé el desvió que recordaba, y subí por aquellas montañas. Mi corazón latía con fuerza de saber que estaba llegando. Al llegar a la parte que daba al pueblo, vi mucho movimiento de personas. Coches por todos lados. Al verme llegar, se pusieron en alerta. Con mis últimos esfuerzos, llegué hasta la entrada. Varias personas, me reconocieron y salieron en mi ayuda. Me sacaron del coche, y casi en volandas, me llevaron hasta una de las casas. Entre toda la marabunta, no lograba ver a Silvia. Necesitaba decirle que la recordaba. Que la quería. Al que si vi, es a Dani. Al verme se asustó. Ordenó que se marchara todo el mundo, menos a Miriam.
- Joder hermanito. –apuntaba asustado- ¿Qué te ha pasado?
- ¿Dónde está Silvia? –preguntaba- ¿Esta viva?
- Sí, sí. Tranquilo. Ha salido todo bien. –dio una orden a Miriam

Improvisaron una enfermería allí mismo. Noté caras de preocupación en ellos. De pronto, me quedé dormido.

2 comentarios:

Ky2-Style dijo...

No me gusta nada ese "noté caras de preocupacion" :S

Que pena que se acaba

Unknown dijo...

Capitulazo!!! Muy emocionante... lo leí casi sin respirar....