miércoles, 7 de junio de 2017

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 31

Al vernos salir tan efusivamente, los integrantes del coche frenaron en seco. Aún estaban lejos de nosotros. Tanto Marta como yo, íbamos hacia ellos con paso lento. No habían entrado al pueblo aun, cuando retrocedieron para dar la vuelta. No entendía nada. Antes de que se fueran, los empezamos a gritar que no se fueran. Debe ser que nos escucharon, porque no continuaron la marcha. Casi nos quedamos sin aliento para llegar hasta el coche. Allí estaban dos hombres esperándonos. Ninguno se sorprendió al verme, por lo que deduje que no me conocían.
-Perdonad –les dije recuperando el aliento- ¿Vivís aquí?
-No, solo estamos de paso –dijo el conductor. Un hombre de mediana edad, con barba- Pensábamos que estábamos invadiendo algún asentamiento.
-No, para nada. –contestó Marta- Acabamos de llegar nosotros también.
-¿Entonces no os molestará que pasemos la noche aquí? Parece buen lugar. –dijo el otro hombre. También de mediana edad con barba muy espesa y pelo largo hasta los hombros.
-No, no. Me parece bien. –contesté yo

Una vez, todos abajo, ya cerca de las casas, salieron del coche. Eran mucho más altos de lo que parecían sentados. Vestían con ropa de montañismo. Di una rápida ojeada a la parte trasera del coche. Tenían esterillas, camping gas, y lo que parecía ser una tienda de campaña. Además de unas neveras portátiles y dos escopetas. Nos presentamos.
-Pues yo soy Sergio, -dijo el conductor- y mi colega es Gaspar.
-Entonces no sois de aquí…-dije
-Que va…-contestó Sergio-…desde que empezó todo hemos ido de allí para acá. Toda la vida hemos hecho senderismo. Así que huir de la masificación de las ciudades era nuestro hobby. ¿Cuál es vuestra historia?
-Uff…-dijo Marta-… desde que lo conocí, una locura. Es complicado. Venimos desde Barcelona. Pero que lo cuente él.
-Lo mío es… diferente. –contaba- hace como un mes y medio, desperté amnésico en la cama de un hotel. En el hotel donde vivía Marta y otros supervivientes. Seguimos una pista hasta aquí, que nos dio un hombre que dijo que me conocía.
-¿No jodas? –se rio Gaspar- ¿No te acuerdas de todo lo que pasó? O ¿solo de algunas cosas? Sergio, esto daba para una de tus historias de la radio.
-¿Eras locutor? –preguntó Marta.
-Más o menos. –contestó Sergio- Algo amateur.

Nos sentamos en la playa, e hicieron una fogata. Nos contaron mil y una historias sobre todo el año que llevábamos tras el apocalipsis. Lo contaban con una naturalidad que nos sorprendía. En las neveras que vi en el coche, tenían cervezas frías. La verdad, sentir de nuevo una cerveza fría pasando por mi garganta, fue orgásmico. Al parecer, también eran buenos cazadores. Compartieron con nosotros, carne de ciervo asada en las brasas. Parecían buena gente. A pesar de haberse encontrado con gente que les puteó, seguían confiando en la humanidad. A su modo, claro. Viajaron por todo el país. Vieron ciudades enteras devastadas por los muertos. Incluso, alguna bombardeada por el ejército. Su única intención, y su modo de supervivencia, era moverse constantemente.
Al llegar la noche, Marta y yo nos fuimos hasta una de las casas. Justo en la que estuvimos anteriormente. Sergio y Gaspar, prefirieron acampar en la arena. Cuando estuvimos solos, y en la habitación, hubo un momento de incomodidad.
-Si quieres quédate en la cama. Yo me voy al sillón. –le dije
-¿Quieres que hablemos? –preguntó casi susurrando
-¿Sobre qué?
-Sobre ti. Esto está abandonado. Si alguien de tu familia estuvo aquí, creo que no volverá. ¿quieres seguir buscando? –me hablaba con cierta tristeza- Podemos volver al hotel. Hablaré con Andrés y le convenceré de que te quedes.
-No creo que sea buena idea. No me traga desde el primer momento. Desde el primer momento en que tú te interesaste por mí. Y yo de ti. Está claro que quiere algo contigo.
-Jajaja… -soltó una carcajada…jajaja. Perdona que me ría… jajaja… ¿de verdad piensas que Andrés quería algo conmigo?
-No es normal su actitud para conmigo…-no entendía porque se reía.
-Estate tranquilo por eso…jajaja –seguía riéndose-
-No entiendo que te rías. Es normal que le atraiga una mujer como tú. –estaba alucinando
-¿Recuerdas a Fran? –preguntó por uno del grupo de expediciones
-Es su pareja. –dijo conteniéndose una nueva carcajada- Son pareja desde hace años. Fueron los que me encontraron y me acogieron.
-Ah –conseguí decir
-Oye, pero me ha gustado que tengas algo de celos por mí…-dijo.

En ese momento, me entró la risa a mí también. No porque Andrés fuera homosexual, ni mucho menos. Si no por lo patético que había quedado que pensase que quería algo con ella. Tras reírnos un buen rato, la seriedad dio paso. Me acerqué a su boca y la besé. Al principio se retiró. Pensé que había cometido otro error, pero no. Nuevamente me acerqué y bese. Ella se iba apartando de mí. Retrocedía, y la besaba. Así hasta llegar al colchón. En el último intento, nos dejamos caer sobre él. Teníamos demasiada tensión sexual acumulada. Lo que derivó en un polvo demasiado rápido y agresivo. En esta ocasión era más consciente. Éramos más conscientes, y nos excitó mucho más. Nos quedamos tumbados en la cama sin hablar. Quizá por aquel esfuerzo final, me encontraba extasiado. Creo que ella también. Porque respiraba rápida y profundamente bocarriba.
-Joder…-dijo-… ¿estás seguro que quieres encontrar a tu mujer?

La miré con los ojos abiertos de par en par y solté una carcajada.
-Jajaja…-me reí-…Justo en este momento, sería algo embarazoso. ¿No crees?
-Mierda…ya te digo. –dijo mirando hacia la puerta- Esperemos que no le dé por venir ahora.
-Vámonos. –dije en serio.
-¿Cómo? –se extrañó- ¿Ahora?
-Vámonos a otro lugar. Ya no quiero saber nada. –estaba casi convencido.
-Eso lo dices ahora, porque te sientes mal. Culpable porque te han dicho que te casaron en un apocalipsis. –se incorporó- Mañana, cuando te levantes, seguirás con la duda de quién eres.
-Está bien. Seguiré queriendo saber quién soy. Pero ahora mismo, soy lo que quiero. Y quiero estar contigo. –dije acercándome a su boca.
-¿Estás seguro? –preguntó con miedo poniendo un dedo en mi barbilla
-Seguro. –contesté
-Mierda tío…-vi sus ojos vidriosos-…sé que no es cierto.
-No te voy a mentir. Quiero recordar de una puta vez quien soy. Pero eso no va a cambiar mis ganas de estar contigo.
-Espero que sea verdad. –dijo tumbándose de nuevo y dándome la espalda- Porque me harás mucho daño. Piénsalo bien esta noche. Te toca hacer guardia.

Tras escuchar eso, me vestí y me fui hasta el salón. En uno de los cajones, encontré un paquete de tabaco y dos mecheros. Salí al pequeño balcón y me encendí uno. La noche era cálida. Tranquila. Las olas llegaban apagadas a la orilla. La hoguera de Sergio y Gaspar prendía con fuerza. Ambos permanecían aun fuera de la tienda de campaña. No podía escuchar de qué hablaban, pero parecía que lo pasaban bien. Sonreí. Pues alguien en este mundo de mierda, no desaprovechaba la oportunidad de ser feliz. Comenzaba a amanecer y casi me había acabado el paquete de tabaco. No tenía sueño. Pero tuve muchísimo tiempo de paz, para pensar. Debía demostrarle a Marta que lo que decía era verdad. En cuanto se despertase, le pediría que nos fuéramos a otro lugar. Lejos de aquí. Con Sergio y Gaspar si hiciera falta.
El sol ya había salido por completo, y Marta aún seguía durmiendo. ¿Cuánto dormía esta mujer? Al llegar a la habitación descubrí que no estaba dormida.
-Pensaba que aun estabas dormida. –le dije
-Llevo un rato despierta. –dijo con semblante serio.
-Escucha Marta, -me senté a su lado- lo que te dije anoche lo sigo queriendo. Vámonos lejos de aquí. ¿Qué te parece si nos unimos a Sergio y Gaspar?
-Me parece bien. –contestó forzando una sonrisa.
-No quiero que te sientas mal. –acaricie su mejilla
-De verdad. Estoy bien. –noté ternura- Es solo nostalgia. Estuve con Enric desde los quince años. Éramos compañeros de clase y vecinos. Nos hicimos novios desde esa edad. No he tenido más novios que él. Bueno… algún que otro amante… lo confieso…, pero él también me engañó con alguna. El caso es que, vuelvo a sentir algo por alguien y me asusta.
-Si te sirve de consuelo, yo no recuerdo si tuve novias. Ni donde crecí. Si me gustaban los macarrones o la fabada. Tampoco cual era mi profesión. Solo se, que me desperté en la cama de un hotel sin recordar nada, y la primera persona que vi, fuiste tú. Para mí eso mucho. Eres mi recuerdo más lejano y más cercano a la vez. Me siento privilegiado por eso.

Sergio y Gaspar llamaron a la puerta. Marta se vistió a toda prisa, mientras yo fui a atenderles.
-Con vosotros quería hablar. –les dije
-Perfecto. Porque veníamos a despedirnos. Continuamos nuestro camino. No es fácil encontrarse con gente que no quiere comerte. –decía Sergio.
-Quitando a los muertillos, no queda buena gente. –continuó Gaspar
-De eso quería hablar, pasad, por favor. –les invité

Marta ya se había vestido y salió de la habitación. Estábamos ya sentados.
-A ver, ya sabéis mi situación –comencé- vine aquí a buscar respuestas, pero no las he encontrado. Sin embargo, os hemos encontrado a vosotros.
-Resumiendo…-dijo Sergio con cara de desesperación. Como no queriendo escuchar sermones
-¿Queréis más compañía allá donde vayáis? –soltó sin tapujos, Marta
-Por mi guay, -Sergio miró a Gaspar
-Cojonudo, -contestó Gaspar
-Entonces sí, ¿verdad? –pregunté
-Sí, pero con una condición…-dijo Sergio con cara de pocos amigos.
-Tú dirás…-contesté algo asustado
-Que no des más sermones, joder…-ambos se empezaron a reír a carcajadas- …jurar es vivir.
-¿Cómo? –preguntamos Marta y yo al unísono
-Naaa… cosas nuestras. –contestó Sergio- Bueno, no pensareis que voy a guardaros las maletas en el coche, ¿no?

La verdad es que llevar ese coche era una ventaja. Guardaban de todo en el infinito maletero, y aun podían llevar a más personas. Por no decir del consumo. Marta y yo nos sentamos en la parte trasera. Comenzamos el viaje hacia donde nos quisieran llevar este par de locos. Al pasarme toda la noche sin dormir, en cuanto me subí al coche, me quedé dormido. Aunque noté como una de las veces, Marta me tomaba la mano y la acariciaba. Era agradable. Recuerdo soñar que iba conduciendo hacia no sé dónde. Llevaba la música alta y transitaba por una calle de un polígono industrial. Pasaba dentro de una nave y me ponía ropa de trabajo. Las personas de mí alrededor me saludaban sin decir mi nombre. Me acercaba a una caja de herramientas y me disponía a desmontar un cuadro eléctrico. Lo siguiente era como calentaba una pizza en un horno. Me abría una lata de cerveza y ponía la televisión. De pronto me sentí mareado. Trataba de levantarme, pero la habitación me daba vueltas. Noté como me golpeaba la espalda contra el suelo. Y desperté asustado. Marta dio un grito y no sabía por qué. Cuando pude ser consciente, noté un fuerte dolor en la espalda. En los asientos de adelante, no estaban ni Sergio ni Gaspar.
-¿Qué pasa? –pregunté asustado
-Hemos tenido un accidente. –decía recostada sobre mí.
-¿Dónde están? –pregunté al ver que el cristal no estaba roto, y no salieron por inercia
-Un coche venia por la otra calle, y nos hemos cruzado. No nos han visto a nosotros, ni nosotros a ellos. Están fuera discutiendo.

Como pude, abrí la puerta. Ya escuchaba a varias personas dirigiéndose insultos. Miré a mí alrededor. Estábamos dentro de alguna ciudad pequeña o similar. Nuestro coche estaba empotrado contra un semáforo apagado. El otro coche unos metros más adelante, estrellado contra uno abandonado. Seguía escuchando las voces y los gritos. Me levanté y me giré hacia la conversación.
-Me cago en la puta –decía Sergio- Tu venias más rápido que nosotros.
-Una mierda, -gritaba un hombre joven con pelo descuidado y algo de barba.
-Ahora tenéis que ayudarnos a encontrar otro coche. –le reclamó Gaspar.
-Ya pues claro. Si quieres llamamos a los seguros, no te jode –decía el otro hombre

Aquella discusión no llegaría a ningún puerto. De repente, aquel hombre me miró como si nada y continúo su discusión con Sergio. Pero dejó de discutir un segundo después para mirarme extrañado. Sergio le seguía diciendo cosas, pero aquel hombre ya no le escuchaba. Solo me miraba. A veces con cara de odio. Comenzó a caminar hacia mí. Sus ojos se le iban a salir de la orbitas. Marta, salió en ese momento. El hombre bordeó el coche sobrepasando a Marta.
-¿Qué pasa? –pregunté asustado al hombre

Lo tenía enfrente de mí. Marta me miraba sin entender nada. Al igual que Sergio, Gaspar, y el resto de personas que iban con el hombre que tenía enfrente mío. Me miraba insistentemente de arriba abajo.
-Como le toques eres hombre muerto, -amenazó Marta

Aquel hombre empezó a caminar nerviosamente, dando dos pasos hacia atrás y dos hacia adelante.
-Estas como una puta cabra, tío –le dije
-Como para no estarlo –contestó.
Marta se percató enseguida lo que podía estar pasando.
-Eh tú, -le gritó al hombre- ¿de qué lo conoces?
-¿De verdad? –me miró
-Contesta –le ordené- ¿Me conoces? ¿sabes quién soy?
-Jajaja –se reía como un loco- ¿Me estas vacilando no? Esto no puede ser.

Me enfurecí y le agarré de la camiseta. Le empujé hacia una pared. Marta vino detrás de mí.
-¿De qué le conoces? –volvió a preguntar Marta
-Porque es mi hermano mayor –me miraba aterrado

1 comentario:

Unknown dijo...

Genial!!! Esas referencias podcastiles!!! Me gusta el final.