miércoles, 3 de mayo de 2017

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 16

Me vestí a toda prisa, me había dormido y para colmo, Dani estaba allí. Le pedí que se escondiera en la habitación hasta que consiguiera llegar a la celda de Silvia. Le conté el problema que tuve con Gregorio y Vidal, y posiblemente se retrasara un poco. Me fui hasta la cocina directamente, y cogí tan solo un zumo. Al dirigirme hasta el salón principal, la gente comenzaba a salir ya. El carcelero, al verme, casi de inmediato me abrió la puerta. Algo que agradecí. No vi por ninguna parte a Vidal, no me importó. Al bajar hasta la celda, el carcelero, como era habitual se quedó con nosotros. Silvia me miraba expectante. En tan solo unos minutos, si todo iba bien, saldríamos de allí. Tendríamos que pelear un poco, pero eso no me preocupaba. Cuando escuché el primer estruendo, intuí que ya habrían estrellado el primer camión contra la verja. El carcelero me miró preocupado, en ese momento me lancé hacia él y le clave el puñal en el cuello. Murió al instante.
- Deprisa, tenemos que irnos. –ordené a Silvia.
Afuera ya empecé a escuchar los gritos de la gente. Aunque no sabía a cuantos habían soltado. Nada más salir de la celda me encontré con el primer problema. Vidal estaba en el pasillo con su fusil apuntándonos. Esperé impaciente que Dani apareciera por detrás como habíamos acordado, pero no fue así. Nos miramos fijamente a los ojos esperando que alguno cometiera un error. Pero de pronto Vidal bajó su arma.
- Menuda tienes liada ahí fuera, Romeo. –dijo sonriéndome
Tanto Silvia como yo nos quedamos sorprendidos. No entendíamos la actitud de Vidal
- Venga, -dijo dándose la vuelta- tenemos que salir de aquí.
Por un momento pensé que era una trampa.
- Vamos, -insistió- he quedado con tu hermano en la entrada. ¿Sorprendido?
- ¿Tu hermano? –preguntó Silvia
- Es una larga historia. –eso me convenció
Subimos hasta el hall principal. Allí estaba Dani con Marcelo, conteniendo a los infectados que pretendían pasar. Estaban despejándonos el camino. Al vernos, Dani me dio un abrazo y se dirigió a Silvia.
- Hola cuñadita, -dijo entre risas- me alegro de conocerte.
Silvia no daba crédito a lo que veía. Marcelo nos dio paso para salir. Afuera habían entrado con los dos camiones repletos de infectados y los habían soltado. El plan estaba saliendo, más o menos como preveía. Justo antes de salir, me paré.
- Salid vosotros, -dije Dani- llévate a Silvia. Nos vemos fuera.
- Pero…-dijo Silvia, pero ya estaba subiendo las escaleras hacia el despacho de Gregorio.
Subí lo más rápido que pude, y ahí estaba. Mirando por la ventana como siempre.
- Nunca antes los había visto desde tan cerca –habló sin dejar de mirar hacia la ventana- dan miedo de verdad.
- Esto no tenía que haber pasado si hubieras dado tu brazo a torcer. –le recriminé
- Permíteme que te sirva una copa de este whisky, lo encontré aquí. Está delicioso. –parecía estar en trance
- Déjate de gilipolleces, solo venía para advertirte –dije
- ¿Advertirme? –se giró a la vez que se reía irónicamente- ya estás haciendo lo que pretendías. ¿Te ha ayudado Vidal?
- Vidal no sabía nada –contesté
- Venga, no seas ignorante. –su tono cambio- ¿pensabas que no sabíamos que tramabas algo? Es verdad que te he presionado mucho, y eso precisamente, ha sido mi mayor error.
Los primeros infectados comenzaban a subir. Miró con pánico hacia el pasillo.
- ¿Cuánto me queda? –se resignó
- Un minuto, quizá dos. –dije sacando una pistola, le quité el cargador dejándole solo la de la recámara- Te queda una. Elige bien esta vez.
Dejé la pistola en su mesa, y salí corriendo. Tuve que esquivar a los primeros, pero la experiencia me hizo un favor. El hall se empezaba a llenar, la única forma de salir era por uno de los ventanales. Tomé impulso y salté. La madera de los marcos crujió, y salí volando hasta el exterior. Caí en la hierba, lo que amortiguo la caída. Miré a todos los lados. Había cientos de ellos. No solo los que trajeron en los camiones, sino también los que estuvieran rondando por el bosque. Antes de salir por la verja, escuché un disparo. Me detuve y miré por un instante hacia la ventana de Gregorio. No se veía nada, aunque era simbólico. En cierto modo me daba pena. A mi izquierda, vi al doctor Molina luchando contra uno. Decidí ayudarle, pues era uno de los pocos integrantes de la comunidad que al menos hacia algo valioso. Me acerqué a ellos y le quité de encima al infectado.
- Venga, vamos –le ordené
No dijo nada, tan solo me siguió. Salimos y a pocos metros estaban los coches que nos esperaban. Nos metimos en ellos, y nos fuimos de allí. Por fin había liberado a Silvia, que nos abrazamos fuertemente. En la parte delantera, iban Dani y Vidal. En el otro coche Marcelo, Pol y Molina. Tardamos casi una hora en llegar al camping donde habían asentado su base. La verdad es que era complicado encontrar aquel lugar si no era por los carteles que quitaron. Fue una buena idea. Además, el lugar era maravilloso, teníamos que subir por una carretera de montaña, para luego bajarla. El camping estaba al lado de un lago. Mientras bajábamos, vi que tenían varias casas prefabricadas, una cabaña de madera y cuatro auto caravanas. Al escucharnos llegar, la gente salía de sus casas. Nos bajamos del coche, y a quien primero vi fue a Santiago y Flora. Regentaban una pollería en el barrio. Nos abrazamos después de mucho tiempo. Apareció Caterina. Me sorprendió ver lo mayor que estaba. Cuando me fui de Madrid era una cría. Luego había gente que no conocía.
- Muchas gracias a todos por ayudarnos. –hablé a todos ellos.
Presenté a Silvia, Vidal y Molina. Dani, me pidió que le acompañara. Fuimos hasta una de las caravanas. Me invitó a entrar. Cuando cerró la puerta, nos abrazamos fuertemente. A pesar de ser mayor que yo, casi siempre se comportaba como un crio.
- Como me alegro de haberte encontrado. –me dijo con los ojos llorosos.
- Y yo que me ayudaras con Silvia. –le volví a abrazar.
- ¿Qué te parece esta caravana? –me preguntó
- No está mal. –contesté
- Pues es la tuya. –dijo riéndose- Supe que saldríamos con vida de aquel lugar. Mientras cazábamos a los muertos, la encontramos.
- Te lo agradezco. –nos volvimos a abrazar.
- Otra cosa, -se puso serio- ¿Qué hay del viejo y el doc?
- Por Molina no te preocupes. De Vidal, déjame que me ocupe.
Cuando salimos, Vidal estaba preparándose un coche para irse. Me acerqué.
- No tardaré en irme. Tu amigo me ha dicho que puedo llevármelo –se refería al coche.
- Que nos ayudases, no significa que te haya perdonado. –dije
- Lo sé. –me dijo claramente arrepentido
- Sentémonos un momento. –señalé unas piedras en forma de banco
Me miró con escepticismo, pero aceptó la propuesta.
- Tu dirás… -dijo expectante.
- ¿De qué conocías a Gregorio?
- No importa eso ahora. –respondió
- A mí sí. –intenté que lo dijera.
- Siempre estaré agradecido a Gregorio. Aunque de un tiempo a esta parte se comportó mal y lo ha pagado.
- Tú no eres como esos ricachones. Hemos pasado tiempo juntos para darme cuenta.
- Era el conserje del edificio donde vivía Gregorio con su familia. En el Barrio de Salamanca. –me relató- Cuando empezaron los primeros casos, Seguridad Nacional vino a por Gregorio y su familia. Intercedió por mí, y pude subirme a uno de los autobuses que nos llevaron a la comunidad que conoces.
- Sabía que no eras como ellos. Por tu forma de hablar, por tu forma de actuar.
- Mira, sé que abandonarte fue una putada. Entiendo que estés enfadado. Por eso me buscaré la vida.
- Quédate. –le pedí
- Sabes que lo volvería hacer si es necesario. –confesó
- Así es como sobrevivimos ahora. Pero también podrás aprender a no hacerlo. –sugerí
Sabía que estaba avergonzado, aunque no del todo arrepentido. De hecho yo hice cosas peores, pero al fin y al cabo somos humanos. Le pregunté de nuevo si se quedaba. A lo que me contestó que se lo pensaría durante la noche.
Antes de entrar en mi caravana con Silvia, vi como Dani se iba en su moto. Nunca me dijo porque se escondía en aquella gasolinera abandonada. Supe que iría allí. Una vez dentro, Silvia y yo nos miramos fijamente. Me acerqué a ella, y recibió mi abrazo.
- Tenía tantas ganas de que llegase este momento… -confesó
- Yo también, -le di un beso- pero ya está. Ya no estamos con esa gente, y nunca los volveremos a ver.
- ¿Qué pasó con Gregorio? –preguntó
- Hice lo que tenía que hacer para defenderte.
- ¿Lo mataste? –preguntó asustada
- Le di varias opciones, el mismo decidió su destino. –dije algo serio
- Todo el tiempo allí encerrada, he pensado mucho. -dijo apartándose de mi
- ¿A qué te refieres? –no me gustó nada ese comentario
- Cuando te conocí eras diferente. Yo también he cambiado. ¿en que nos estamos convirtiendo?

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