lunes, 29 de mayo de 2017

Hasta que la muerte nos reúna. Capítulo 25

Estaba desesperado. Nos quedamos inmóviles sin saber qué hacer. No reaccionábamos ninguno. Los coches ya estaban ahí, y empezaban a bajar. Entre aquellos hombres, estaba el líder que vimos propinar la paliza a Leo. Dio un rápido vistazo al lugar y se aproximó a nosotros. Llevé mi mano al puñal. Aquel hombre lo advirtió e hizo una mueca para que no hiciera nada.
- ¿Qué queréis? –indagó Dani

Aquellos hombres empezaron a rodearnos.
- Tranquilos, -me miró a mí- puedes guardar tu navaja. No pretendemos crearnos enemigos.
- Pues no es lo que parece. –objeté
- Veo que tenéis bien cuidado este lugar. –continuó como si no me hubiera escuchado.
- Si os interesa, es vuestro. Nosotros nos vamos. –le interrumpí
- No. No me interesa el lugar. Me interesa lo que sois capaces de hacer. Estamos formando una gran comunidad de supervivientes. Os invito a que nos acompañéis. –exponía
- ¿Por qué deberíamos hacerlo? –preguntó Dani- Vimos lo que hicisteis con Leo y los demás.
- No te confundas chaval, -cambió el tono- lo que ha sucedido con ese tío, no tiene nada que ver. Nos prometió algo que no cumplió.
- ¿El qué? –me envalentoné- ¿Darte a nuestras mujeres?
- No he venido a perder mi tiempo a discutir sobre los negocios que hago con otras personas. Os estoy ofreciendo un lugar seguro, comida, convivir con otras personas. Quiero una respuesta ya. –ordenó

Hubo un rato de silencio. No nos fiábamos de ellos.
- Lo siento, pero creo que nos buscaremos la vida nosotros mismos. –contesté por el grupo.
- Y más que lo siento yo. –suspiró

Aquellos hombres que nos rodeaban, se empezaron a acercar. Estaban siendo hostiles, y eso nos enfurecía. Saqué mi puñal, y el resto hizo lo propio con sus armas.
- No os resistáis, -indicó aquel hombre- Podréis matar a unos cuantos, pero cuando os queráis dar cuenta, estaréis todos muertos.
- Ni se os ocurra dar un paso más. –amenazó Marcelo

No hicieron caso. Trataron de apresarnos. Yo conseguí matar a dos, pero enseguida otros cuatro me sujetaron y desarmaron. Silvia igual. Miré hacia el resto y trataban de soltarse de los hombres, pero acabaron todos tumbados.
- Subidlos al barco. –indicó a sus hombres

Sin darnos cuenta, tres de sus barcos habían llegado hasta nosotros. Cada uno de nosotros iba escoltado por cuatro de aquellos hombres. Silvia me miraba aterrorizada. Por más que pensaba en que hacer, no encontraba solución alguna. Nos subieron al primero de los barcos y allí nos separaron. Me llevaron hasta un camarote, al que le habían quitado la manilla interior, por lo que solo se podía abrir desde fuera. No poseía ventana alguna. Era en una celda en toda regla. Aunque si logré escuchar algún grito de forcejeo. Supe que era Dani. Se resistía a ser encarcelado. Al cabo de un rato, percibí que se zarandeaba el barco. Poco después, la luz de mi celda se apagó. Ni siquiera podía escuchar nada. Es como si nadie más estuviera en aquel pasillo. Como pude, traté de sentarme en la cama inferior de una litera. Pasaba el tiempo y cada vez me ponía más nervioso. Cuando ya no pude más, me quedé dormido.
Desconozco el tiempo que estuve dormido. La luz se encendió, y la celda se abrió. Apareció aquel hombre con dos más.
- Levanta. –ordenó
- ¿Qué quieres? –pregunté
- No hemos empezado con buen pie, pero vosotros tampoco lo ponéis fácil. –me explicaba.
- Hombre…-contesté- … tú ¿Qué harías si viene un montón de gente y te dice que te vayas con ellos por las buenas o por las malas?
- Irme por las buenas, joder. –gruñó
- ¿Dónde están los demás? ¿están bien? –preguntaba sin cesar
- Quédate tranquilo. –contestó amablemente- Están bien, o todo lo que pueden estar. Quiero darte una nueva oportunidad. Ese argentino era un gilipollas. No debería haber negociado como lo hizo.
- ¿Qué te hace pensar que aceptaremos? –reté
- No sé qué os contó. Aunque si es cierto, que las mujeres nos las quedaremos sí o sí. Somos muchos hombres y pocas mujeres. ¿Lo entiendes? Necesitamos repoblar el planeta. –confesaba sin escrúpulos

No daba crédito a lo que escuchaba. Ahora mismo estábamos con unos depravados, que se querían aprovechar de la situación para hacer lo que codician sin consecuencias legales. En ese momento solo pensaba en Silvia. Aunque también en la pobre Maria y Caterina. Eran muy jóvenes para que las sometiesen a sus deseos sexuales.
- Repoblar el planeta…-repetí su frase-… ¿forzando a las mujeres?
- Jajaja… no –se rio irónico- … terminan siendo ellas las que se ofrecen.
- ¿Las laváis el cerebro o algo así? Estáis enfermos…-dije asqueado
- Llámalo como quieras. –hizo una señal a uno de sus hombre
Aquel hombre me dio la vuelta y puso mis muñecas en la espalda. Con una abrazadera de plástico me sujetó las manos.
- Vente. –se marchó por el pasillo.

Mi guardaespaldas me empujó por la espalda y salí al pasillo. Recibí el mensaje y seguí caminando por el pasillo. Subimos varias escaleras y llegamos al exterior. Allí en la cubierta, me puso unos prismáticos en los ojos.

- ¿Ves? –me señaló al horizonte

Pude ver una gran extensión con casas y al fondo una montaña. Había gente por todas partes. Incluso algunos bañándose en la playa. Todo parecía muy bonito. Pero estaba claro que algo así, conllevaría un alto precio.
- ¿Qué es ese lugar? –pregunté
- Ese lugar, puede ser tu próximo hogar. Libre de esos asquerosos muerde personas. Es una isla pequeñita, en la que vivimos en paz. Tenemos todo lo que queremos y más. –contestó
- El precio son las mujeres…-pensé en voz alta
- ¿De verdad es un problema para ti poder follarte a cualquiera de las mujeres que tenemos? –preguntó atónito
- Yo ya tengo con quien hacerlo. –confesé
- Así que una de las chicas es tu novia…-averiguó
- Mi mujer. Es mi mujer. –corregí
- Ok…-se quedó pensativo por un momento-… te propongo algo… te prometo que a tu mujer solo la tocaras tú. ¿Qué me dices?
- Pues te digo que no. –volví a desafiarle- Las otras chicas también son importantes para mí.
- Bueno… también te las puedes follar. Si tu mujer te lo permite, claro. –se burló

Me giré hacia el furioso.
- ¿Te hace gracia todo esto? –pregunté sabiendo que todo esto no iba a acabar bien- Estás jugando con la vida de otras personas, y solo pensáis en follar.

No contestó. Me dio un puñetazo en el estómago que me dejó sin respiración. Tan solo pude quedarme agachado, tratando de recuperarme. Noté que venía más gente por detrás. Eran el resto de mi gente. Estaban amordazados igual que yo.
- Veo que no entiendes la gravedad del asunto. –me levantó- Os estoy ofreciendo que os unáis a nosotros. Que viváis como nosotros. Solo pedimos que las mujeres accedan a nuestras peticiones. Pero no. Os resistís. Ya me he cansado.

Acercaron a Pol hasta mi posición. Me miró aterrorizado. Cuando traté de preguntarle si estaba bien, una bala le atravesó el cráneo. Ni siquiera dejaron que cayera al suelo. Directamente lo lanzaron al mar. Mi corazón latía a mil por hora, y lloré desconsoladamente. Mi cabeza me iba a estallar, solo de pensar lo que nos podían hacer. Me giré hacia el líder y no me dio tiempo a decirle nada. Cuando acercaron a Marcelo. Sabía lo que le iban hacer. Traté de zafarme de mi opresor, pero no conseguí hacer nada. Marcelo solo me miró con semblante serio y antes de ser disparado, me sonrió.
- Nooooooo. –grité
Me comencé a marear. Miraba a mí alrededor buscando a Silvia. Estaba justo detrás. Como no podía ser de otra manera, estaba histérica y pataleaba a su guardaespaldas. No encontré a Dani. No sabía dónde estaba. Ni siquiera si ya estaba muerto. Todo lo veía a cámara lenta. Di un cabezazo al hombre que tenía detrás. Este retrocedió dolorido y me lancé contra el líder. Ambos caímos al suelo. Sin embargo, varios hombres me separaron de él, y me tiraron a un lado. Distinguí como me llegaban golpes por todos lados. Hubo un momento, que ya no sentía dolor. Solo miraba a la cara a Silvia, que trataba de soltarse sin éxito. Maria y Caterina, no se movían. Solo lloraban y temblaban. Volví a mirar a Silvia, que se la llevaban en vilo. La sonreí. Moví los labios para decirle que la quería. Mi cuerpo no respondía ya. Mi vista se nublaba. Solo era capaz de mover los ojos. Aquellos hombres dejaron de golpearme. Lo último que vi antes de perder el conocimiento, fue la cara de ese hijo de la gran puta. Vi como alzaba su brazo y dejó caerlo sobre mí. Después solo era un muro negro. Frio. Mirara donde mirara, solo era un mundo negro. Pensé que al llegar tu muerte, verías el túnel. O la película de tu vida. Pero no. Me sentía solo, húmedo. Mi mente decía que hiciera algo, pero ¿el qué?
Ya no sentía dolor. De hecho me era reconfortante. Pareciera como si flotase. Aunque por más que tratara de encontrar alguna imagen. Lo que fuera, me era imposible. Poco a poco me fui acostumbrando a aquello. Ya no pensaba en nada. Si estaba muerto, quería ver por última vez la bonita cara de Silvia. Lo di por perdido y me dejé llevar. Cada vez me notaba menos húmedo y frio. Para finalizar en un clímax que no sabría explicar. Y allí me quedé.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Pues no me deja nada cómoda este capítulo...

Ajenoaltiempo dijo...

Madre de Dios! Qué masacre!

Unknown dijo...

Marcelo no!!!!!!!
Joder, molaba mucho