lunes, 1 de octubre de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 39.

Capítulo 39


Había pasado cinco días, y tras tantas fiestas y borracheras seguidas no era plato de buen gusto para Raúl. Si, tenían comida decente. Si, tenían todos los lujos que cualquier joven podría desear. Tecla era el culpable de que pudieran tener todo eso y mucho más. No habían tenido peligro real de ser devorados por, como decían ellos, embobados. Cualquier persona, joven y no tan joven, desearía vivir como ellos. Pero Raúl no. O no sin saber si sus amigos, y sobre todo su hermana, se encontraban bien. Después del segundo día, Gabi fue más amable. O todo lo amable que podía ser una persona tan amargada como era. Solo salían al exterior si era estrictamente necesario encontrar algo. Pero Tecla siempre les diseñaba una ruta e instrucciones necesarias para conseguir todo lo que querían con el menor riesgo. Lo que menos le gustaba, eran las salidas en las motos. Las odiaba. Solo había participado en dos ocasiones. Sabía que era necesario, en parte, para quitarse de en medio peligros innecesarios. Pero ellos lo hacían por diversión. Por su cabeza siempre le rondaba, que en cualquier ocasión, darían un golpe con esos bates a otra persona viva, tal como hicieron con él. Aunque dada la experiencia que demostraban, su caso debió ser algo puntual. 

Era una tarde, después de comer pizza. La pizza con más ingredientes que nunca había podido creer. Tecla le había regalado un Mp3 con música, y estaba escuchando algo con los auriculares puestos. Vera le interrumpió.

- Vente, Rulo. –dijo mientras salía por la puerta. 


Cuando salió, ya tenía arrancada una de la motos y le estaba esperando impaciente.

- ¿A dónde vamos? –preguntó Raúl.

- Calla y sube, charlatán. –le tiró el caso al pecho.


La verja ya estaba abierta, y al salir, Wences le hizo una señal con el pulgar hacia arriba, y cerró la verja en cuanto salieron. Recorrieron varias calles desiertas a toda velocidad. Se notaba que no era la primera vez que conducía. A pesar de la velocidad, supo que se habían alejado bastante del Burguer King. Si tuviera que volver solo, no sabría hacerlo, dado que había callejeado tanto que le resultaba imposible memorizarlo. Pero se detuvieron en mitad de una calle ancha. Sorprendentemente, sin cuerpos o infectados pululando a sus anchas. 

- Es aquí. –le señaló una tienda.

- ¿Qué vamos de compras o qué? –bromeó.


La puerta estaba cerrada. El escaparate, de dudoso gusto, intuía que se trataba de ropa de diseño. Raúl se bajó de la moto, expectante a los movimientos de Vera. Que ese día, llevaba puesto unos pantalones de licra negra ajustados, una camiseta blanca sin mangas y una cazadora de cuero negro. Al segundo intento de abrir la puerta, cedió. Tomó carrerilla y le asestó tal patada que hasta los cristales saltaron en mil pedazos. Cuando entraron, todo estaba impecablemente colocado. Era una tienda de considerables dimensiones. Con dos plantas. Subieron a la planta superior. Allí había vestidos de gala de todos los colores y gustos. Vera, cogió de la mano a Raúl y lo obligó a sentarse en uno de los sillones de espera. Vera iba mirando las perchas, e iba eligiendo prendas al azar. Antes de meterse en uno de los probadores, lanzó un beso al aire en dirección a Raúl. Este estaba que no salía de su asombro. No tardó en salir, vestida con un vestido plateado, con un escote prominente.

- ¿Cómo me queda? –dijo imitando los pasos de las modelos.

- Supongo que bien. –contestó sin mucha convicción.

- Aghh vale. No te gusta. –se metió de nuevo en el probador.


En esta ocasión, llevaba puesto un ceñido vestido largo de color verde.

- Venga, dime que te parezco.

- Pues…-no sabía que contestar, ya que en cierto modo, contrastaba con la imagen de dura que siempre daba-… te queda bien. 

- ¿Me queda bien, Rulo? –puso los brazos en jarro.

- Si. Te queda bien. Estás, guapa. –lo dijo sincero.

- Joder tío, mírame el culo. Las tetas… no sé. Dime si estoy buena. –se enfadó.

- No sé a qué viene todo esto Vera. Estoy confundido. ¿Por qué no ha venido Gabi? ¿No es tu novio?


Una sonora carcajada, dejó si cabe aún más, sin palabras a Raúl. Que tuvo que apartar su mirada en varias ocasiones, ya que se sentía intimidado.

- ¿Mi novio? ¿Gabi? –volvió a soltar una carcajada- solo follamos. 

- Ah. –se puso colorado como un tomate.

- Veras…-dijo bajándose el vestido delante de el-… será mejor que me pruebe este otro que he visto. Seguro que te gusta más.


No se había percatado, pero una vez que se quitó por completo el vestido, se dio cuenta de que no llevaba ropa interior. Por lo visto no tenía pudor. Y poco a poco, Raúl, se iba dando cuenta de sus intenciones. Vera fue buscando entre las perchas hasta que al final lo encontró. Un vestido negro, sin espalda, con una falda que tan solo cubría las nalgas. 

- ¿A que este te gusta más? –preguntó acercándose sensualmente.

- Si. –aquello era señal inequívoca de que habían venido a otra cosa. Sabía como era de posesivo Gabi, y allí no corrían el peligro de ser vistos, no habría excusa para partirle la boca.- Este me gusta más. Te realza la figura. Describe las curvas de tus pechos y hace que tengas un trasero para adorarlo.

- Joder Rulo. Con esas palabras ¿cómo no me vas hacer el coño agua? –se lanzó a besarlo.


Sin darse cuenta, ella misma le había desnudado a la vez que ella ya lo estaba. No era ni mucho menos la dulce Mónica. Esto era pura pasión. Puro fuego. Pura adrenalina. Que hizo que no tuviera recuerdos ni de Eli ni de Mónica por esos veinte minutos en los que habían practicado posiciones que nunca se atrevió a pedir. 

De vuelta al refugio, Wences evitó que pasase al local. Esperó a que Vera se alejase para hablar con él.

- Pase lo que pase, no le cuentes a nadie, ni siquiera a mí, lo que habéis hecho. Aunque Vera es libre de hacerlo con quien quiera, Gabi también es libre de meterte una paliza hasta matarte. Sabe a lo que habéis ido. Todos lo sabemos. Y todos lo hemos hecho. Pero si alardeas delante de él, o si quiera haces cualquier cosa que pudiera hacer cambiar de opinión a Vera de follar con él, estarás en un buen lio. Por favor, dime que lo entiendes.

- Lo entiendo.  Pero…

- Pero nada. No digas nada más. La misión ha terminado. Si ella decide asaltar tu cama, es decisión suya, y Gabi no puede decirte nada. Sé que tendría que haberte explicado esto desde el principio. 

- Pues explícamelo ahora, ¿no crees?

- Aquí nos tomamos el sexo, como lo que es. Sexo. Tú la metes, ella se deja meter, ambos os corréis, y después cada uno a su cama. Nada de enamoramientos. Gabi fue el que lo impuso, pero es el primero que lo incumple. Todos sabemos que está coladito de Vera. 

- No me jodas. ¿Entonces hacéis orgias o cosas de esas?

- Mierda Rulo, no has entendido nada. ¿Te acuerdas el primer día? Dije que tenía ganas de echar un polvo. La primera que accedió fue Lorena, pero otras veces ha sido Vera. Follamos y volvemos a la fiesta. 


De nuevo, esa noche, le toco el primer turno de guardia. Sin embargo, tenía otros planes en mente. Había explorado concienzudamente la zona en varias ocasiones. Los infectados no eran un problema inmediato. Tres calles más adelante, en un garaje, descubrió un coche en condiciones. Más bien encontró la forma de entrar en la casa, de encontrar las llaves y la forma de abrir la puerta. Durante dos noches estuvo escondiendo en el maletero, provisiones poco perecederas o artículos que le pudieran hacer falta para su inminente viaje hacia Lobarre. Cerca de las dos de la madrugada hizo su visita al garaje. Llevaba en una mochila, ropa de cambio, varias latas de legumbres cocidas, y hasta una pistola que le robó a un militar infectado que vagaba cerca de allí. Logró extraer dos garrafas de diésel de coches accidentados. Tenía todo preparado. En cuestión de un día o dos, se marcharía. Su relevo llegó puntual. Tecla, subió al techo del remolque con sus juguetitos. Durmió plácidamente hasta que le dio la gana. 

Cuando salió al comedor, se encontró de nuevo con otra fiesta. Miró la hora. Eran las cuatro de la tarde. Tenían abierta la puerta del local, pues el humo de la marihuana ya les molestaba incluso a ellos. Wences le tendió una lata de cerveza. La dejó encima de una mesa, y se dirigió a la máquina de café. Había abandonado por completo su cola cao. Se había aficionado a la cafeína. 

- ¿Quién tiene ganas de echar un polvo? –dijo Vera, con claras intenciones de que Raúl se diera por aludido.

- Yo mismo –dijo Gabi casi al instante.

- He dicho –gritó mucho más alto- ¿Qué quien tiene ganas de echar un polvo?


Tanto Gabi como el resto se quedaron en silencio. Sobre todo Wences, que sabía las intenciones de Vera. Miraba a Gabi con miedo. Temía que si Raúl se fuera con Vera delante de sus narices, no acabara bien la velada. Aunque confiaba en el buen criterio de Raúl.

- Déjalo estúpida. –recriminó Gabi a Vera- ¿no ves que pasa de ti?

- ¿A ti que te importa subnormal? –se levantó furiosa.

- Sabes que me importa mucho. –se levantó también, agarrándole la cara con las dos manos e intentando darle un beso en la boca.

- Que te quites, tío. –gritó apartándose.

- ¿Se puede saber que hostias te pasa? –le abofeteo la cara.


Hubo un momento de tensión, en que Tecla, se apresuró a quitar la música. Vera estaba estupefacta. No se esperaba la reacción de Gabi. Que seguía hecho una furia. Le brillaban los ojos de rabia. 

- Rulo, -gritó Gabi con fuerza- Rulo, me cago en la puta sagrada. Ven aquí a toda hostia. O Te traigo yo de los pelos.


Raúl, al que le temblaban las manos, se quedó inmóvil. Wences lo miraba expectante, y le hacía gestos de negación con la cabeza. 

- ¿No me has oído, pedazo de cabrón? –gritó con más fuerza- Que vengas, joder.


Dejó el vaso de café encima de una mesa y se fue acercando lentamente, observando la caras de los demás. Buscaba alguna señal de complicidad. Tan solo la encontró en Wences, y no estaba por la labor de defenderle ante su amigo.

- Dime. –dijo Raúl serio.

- ¿No has oído la petición de Vera? –estaba con los brazos en jarra, esperando cualquier excusa para atacarlo.

- No he notado que fuera una petición. –no dejó que terminara de hablar y le abofeteo.

- Vera tiene ganas de follarte. Así que ahora mismo, cumples con ella. Y si no, no haber empezado el otro día en la tienda.

- Creo que será mejor que me vaya. –dijo Raúl tocándose la zona golpeada con la mano.

- ¿A dónde? ¿al garaje?

- ¿Qué garaje? –preguntó Wences confuso.


En ese momento, Raúl sintió que su corazón le daba un vuelco. Le había estado espiando. Pero lo peor de todo, fue que de detrás del pantalón sacó una pistola. La pistola que había guardado en el coche. Le apuntó con ella a la altura del pecho.

- Joder Gabi, ¿de dónde has sacado esa pistola? –preguntó Wences aterrorizado.

- De mi mochila. –se adelantó Raúl.

- Exacto. –confirmó Gabi- Explícales lo que haces en tu turno de guardia. Como nos robas comida. Para dejarnos tirados ¿no?

- No tengo que darte explicaciones. –contestó Raúl.

- Espera, espera. –interrumpió Wences- ¿Pensabas largarte sin decirnos nada?

- Pensaba irme sí. Pero buscaba el momento de decíroslo. Y solo he cogido del almacén un paquete de café. El resto lo he sacado de fuera.

- ¡Mentira! –gritó Gabi, apretando el cañón de la pistola contra el pecho de Raúl.

- No vas a disparar. –se envalentonó.

- ¿No me ves capaz? –cada vez se ponía más nervioso.

- Gabi, -gritó Wences- déjalo ya tío. No seas gilipollas. 

- Cállate. –estaba fuera de sí.

- Gabi –dijo Raúl, sorprendiéndose de su tranquilidad- baja el arma. No quieres hacer esto. Es más, no quiero hacerte daño.

- Jajajaja –dio una fuerte carcajada- jajajaja ¿tu? ¿un paleto de las montañas?

- Si. Un paleto de las montañas. –le miraba fijamente, recordando las lecciones de Pablo y los movimientos que había visto practicar a Héctor y Sharpay.


Viendo que sus amenazas no surtían efecto, Gabi, elevó el arma y disparó hacia el techo. Como esperaba, hubo gritos y los allí presentes comenzaban a temerle. Excepto Raúl. Que seguía de pie, frente a él. Sin haberse inmutado por el disparo. No era la primera vez que lo escuchaba tan de cerca.

- Tío, estás como una puta cabra. –espetó Wences.

- ¿Yo estoy como una puta cabra? Soy el único que piensa Wences. 

- El único que piensa con la polla. –recriminó Vera.


Acto seguido, recibió otro bofetón por parte de Gabi. Eso enfureció a Raúl. Que fue a socorrerla. Pero Gabi se lo impidió, apuntándole de nuevo con la pistola.

- Gabi, te estás pasando. –dijo Raúl encolerizado, pero tranquilo- No vuelvas a pegarla.

- A mí no me das ordenes, capullo. –apretó más el cañón sobre su pecho.


Ya no pudo resistirse más, y aplicando las lecciones de Pablo, le desarmó tan rápido que Gabi no tuvo tiempo de respuesta. Pero ahí no quedó todo. Tenía tanta rabia por haber pegado dos veces a vera que uso varias técnicas de ataque corporal que tantas veces vio a Héctor y Sharpay. Gabi intentó defenderse, pero acabó en el suelo con dos agiles movimientos de Raúl, que él mismo se sorprendió que lograra hacer. Ya en el suelo y apuntándole en la cara con la pistola, estuvo a punto de apretar el gatillo. Pero al elevar la cara y ver lo asustados que estaban los demás, tan solo le golpeó en la cara con la culata. Estaba eufórico y cabreado.

- Hostia puta. –dijo Wences- Eres un puto ninja.

- Cállate ya. –gritó Raúl encolerizado- Cállate de una jodida vez. Me tenéis harto. Si. No me mires así. Yo no soy como vosotros. –dio una patada a una silla, lanzándole varios metros- Todo el día fumando y bebiendo. Una vez vale. Pero lo vuestro es ya, asqueroso.

- Rulo… -dijo Vera avergonzada.

- ¡Que no me llamo Rulo! Mi nombre es RAUL. Es muy fácil. –la miró con tanta rabia, que vera retrocedió varios pasos- Y tú, -señaló a Tecla- te piensas que por ponerle pilas a un MP3 ya eres Bill Gates. Pues siento decirte, que conozco a personas que hacen mejor las cosas. Y tú, Lorena. Solo eres un par de buenas tetas andantes, pero no sirves para nada. –miró a Wences, quería decirle cuatro cosas, pero era el único que le había tratado como una persona. Tan solo lo miró fijamente y antes de marcharse a los vestuarios se dirigió a Gabi- Y tú, como vuelvas a tocar mis cosas te juro que no seré tan blandito.


Entró en los vestuarios dando un sonoro portazo. Se sentó, apoyando la espalda contra la pared y rompió a llorar.

1 comentario:

Unknown dijo...

Genial!!! Raúl como siempre actuando cuando es necesario. La pandilla ha tenido suerte...