sábado, 20 de octubre de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 50

Capítulo 50


Sentado en una silla, leía una y otra vez la nota que le había entregado el guardia del rey. Vera lo observaba desde la diminuta estancia que habían destinado como despensa y cocina. Eran casas muy antiguas, y por tanto, diferían mucho de las viviendas actuales. Se esmeraba en cortar dos rebanadas de pan, que luego untó con confitura de melocotón. 

- Sobre lo de anoche…-rompió el silencio.

- No tienes por qué avergonzarte. –se limitó a contestar.

- ¿Vas a ir a esa cita? –preguntó preocupada.

- Si. Debo ir. 

- La nota no dice que sea una obligación. ¿y si es algo malo?

- Aunque solo sea por respeto, voy a ir. No te lo conté, pero el día que llegamos mantuvimos una conversación privada. Nada trascendental –mintió- dudo que sea algo malo de lo que quiera hablar.


Se levantó para irse. Cogió su chaqueta de cuero, colgada en el perchero de la pared, y abrió la puerta. Al mismo instante que Eli hacia aparición, y entraba a toda prisa por la puerta, como si fuera su casa.

- Buenos días. ¿Cómo estáis? –miró a Raúl que la miraba con sorpresa –hola Raúl, ¿te vas?, mejor. Porque tengo cosas que hacer con la futura mamá. –la guiñó un ojo a una confundida Vera que le hacía gestos a Raúl de no comprender nada- Así que ya te estas yendo donde sea que te vas.


Raúl arqueó las cejas mirando expectante a Vera, pero Eli lo empujó hacia la calle, cerrándole la puerta de su casa en sus narices.



Pablo se encontraba en lo alto de una colina. Observaba el horizonte a través de unos prismáticos. Tenía fija la vista en el rio. Chasqueó la lengua, inquieto. 

- ¿Pinta mal como parece? –preguntó Ramón entornando los ojos tratando de ver, sin éxito, hacia el rio.

- Muy mal. Treinta y cinco y siguen llegando. La valla de madera no durará mucho. Deberían dejarnos cruzar el rio y encargarnos de ellos. Nos hemos ocupado de muchos más cuando estábamos fuera. Van a contaminar el rio de un momento a otro.

- No sabemos si rio arriba el agua baja ya contaminada. Por eso la hervimos antes, Pablo. Esta gente lo tiene bien montado. No es de mi agrado el comisario, pero he de reconocer que ha hecho los deberes. Y si han considerado que no crucemos el rio, será por algo. Anda, continuemos el recorrido y limpiemos la zona. He visto dos infectados cerca del camino norte.



En el aula dispuesta por el rey para que una profesora impartiese clase, se encontraba Maria. Más apartada que el resto de niños. Era una niña difícil de tratar, y más cuando no pronunciaba ninguna palabra. La profesora le entregó un cuaderno y un lápiz, y así al menos, se entretenía dibujando. Al principio solo eran figuras borrosas. Pero pronto, la profesora, se dio cuenta de los que representaban. 

Un niño, algo mayor que Maria, se acercó con otros dos niños más. Le hablaba, pero ella los ignoraba colocándose los auriculares. Aquellos niños, pasaron a hacerle burlas y la insultaban cuando la profesora no estaba, o se encontraba lejos.

- Eres muy tonta. ¿los monstruos te han comido la lengua? Mirarla. Siempre callada. Que rarita eres. –dijo a la vez que le tocaba el hombro para hacerse notar que le hablaba a ella.

Casi de inmediato, Maria saltó sobre el niño y le clavó el lápiz en la mano. Este comenzó a chillar y llorar de dolor y miedo. La profesora, que estaba en la otra punta de la sala, se sobresaltó al ver la escena. Aterrorizada, llevó al niño a la enfermería, y un guardia se llevó a Maria a la torre del comisario.



Raúl entró en el mismo salón donde habían almorzado a su llegada. La estancia estaba impregnada de un fuerte olor a incienso. La mesa donde comieron, no estaba dispuesta para hacer uso de ella. Media hora más tarde, el rey apareció por una puerta a su derecha. Iba acompañado por su inseparable sirviente. Caminaba dificultosamente hacia él.


- Debes perdonarme. Mi sesión de rehabilitación se ha extendido más de lo que cabría esperar. –dijo el rey con expresión de no haberlo pasado bien en aquella rehabilitación. 

- No se preocupe. –dijo sin convicción, e impaciente.

- Pero por favor, siéntate. Siéntate. –le señaló dos asientos bastante cómodos, de incalculable antigüedad. Frente a una chimenea chisporroteante. Entre medias de los dos asientos, una pequeña mesita de madera, seguramente, también antigua. Ambos se sentaron.

- ¿De qué quería hablarme, señor? –preguntó Raúl incomodo por la situación.

- Joaquín…-corrigió-… llámame Joaquín.

- Sí, señor… Joaquín.

- En realidad, tenía la esperanza, de que fueras tu quien me hablara.

- No le entiendo.

- La última que vez que hablamos, te di un consejo. ¿lo seguiste?

- Los siento. Pero no. No lo seguí. 

- Ahhh…-suspiró-… una pena. Sí señor, una pena. Así es la juventud, ¿verdad?

- Pero usted no parece muy mayor…

- No… no lo soy. Aunque mi enfermedad me está pasando factura. Ya lo creo. –hizo una pausa, pues el empleado llegó con una bandeja donde traía dos tazas y una tetera. Así como azúcar y leche.- Gracias Claudio. ¿Te apetece una taza de café? –ofreció a Raúl.


Raúl contempló con semblante serio aquel juego de café. Le recordaba perfectamente al que vio desde la torre abandonada. Enseguida, trató de forzar una sonrisa y declinó la oferta.

- Lo siento, pero me sienta mal el café. –mintió descaradamente.

- Una pena…-dio un sorbo a su taza-… según tengo entendido, cuesta mucho encontrar este preciado grano. 

- ¿Se encuentra usted bien? –preguntó Raúl escrutándolo con detenimiento.

- Ya has visto lo que la enfermedad me provoca. Así, que estar bien no es una sensación que disfrute con asiduidad. Pero no hablemos de mí. Me han llegado noticias de que pronto serás padre. ¿No es así? –sonrió plácidamente, tomando otro sorbo al café.

- Así es… -miraba la taza, y después a su cara.

- He de suponer, que la madre no es la chica que te presentó sus sentimientos en la terraza del corredor.

- Pues no. Es mi pareja desde hace mucho más tiempo. Junto a la que llegué a Lobarre.

- De todos modos, es una gran noticia. Debes estar orgulloso. Ostentarás el título de primer padre del primer niño o niña nacido en el Castillo de Lobarre, después de siglos deshabitado.

- No es lo que pretendía.

- Oh no. Claro que no. 

- Mire, Joaquín, aun no comprendo que hago aquí.


El hombre de pelo largo y entrecano, lo observó un buen rato pensativo. Se terminó la taza de café, y la depositó suavemente en el platito pequeño. Raúl, lo siguió con la mirada. 

- Compañía. –fijó la mirada en el fuego de la chimenea.

- ¿Compañía? –preguntó atónito- ¿He perdido una mañana de trabajo, para hacerle compañía? 

- ¿Supone un infortunio hacer compañía a un hombre moribundo? –su cara se entristeció- Debí suponerlo. 

- Lo que me supone es que hoy no cobraré por las tareas del campo. Joan y Teresa, han tenido que hacer el trabajo ellos, sin ayuda. Por suerte, cuando les dije que usted me había citado, cambiaron de idea respecto a no despedirme. 

- He de suponer que está pasando apuros económicos. No tuve en cuenta que la madre de su hijo no podría trabajar. Quiero darte mis más sinceras disculpas. 

- No tengo nada en contra suya, señor. Pero estaba preocupado. Pensé que había hecho algo mal y me encuentro que tan solo quería compañía. Si no le importa, me gustaría volver al campo antes de…

- Siéntate. –ordenó. Raúl, sin esperarlo, obedeció sin oponerse- Si eso es lo que te preocupa, te propongo algo. Tú necesitas apoyo económico, y yo necesito entretenimiento. ¿Qué te parecen quince lores por dos horas al día?

- ¿Quince lores? ¿por venir aquí a conversar?

- Por venir a conversar, jugar al ajedrez, que me pongas al día de lo que ocurre ahí fuera…

- Pues me parece bien…-tenía la boca abierta de par en par, porque aún no se lo creía-… ¿pero porque yo? Tiene mucha gente a su disposición, cualquiera podría…

- No, Raúl, no. Cualquiera no. No todos tienen la habilidad de pasearse a media noche por lo alto de los muros y celebrar reuniones en el tejado más alto del castillo.


Entonces lo comprendió. No sabía cómo los había descubierto, pero lo sabía. Encima ya le había dado demasiadas pistas, rechazando la taza de café, preguntando por su estado de salud y sin quitar la vista del juego de café que había visto manipular al Comisario. Al darse cuenta, el rey Joaquín le obsequio con una sonrisa cómplice y guiñándole un ojo. Con ayuda de su empleado, se levantó del asiento, y sin que le viera, dejó caer en el regazo de Raúl una bolsita pesada de monedas.



Vera estaba estupefacta e inmóvil, viendo como Eli recogía ropas y demás cosas que tenían esparcidas por toda la casa. Le lanzó una camiseta y unos pantalones limpios, aunque arrugados, y le obligó a cambiarse. 

- Perdona Eli… -dijo Vera sin comprender-… pero ¿Qué estás haciendo?

- Nos vamos a tomar el día libre. –sonrió- No te agaches. Ya lo recojo yo.


Tanta amabilidad por parte de Eli, le resultaba fatigoso. Aun así, se dejó llevar y cuando dio por terminada la tarea, salieron de casa. Eli caminaba muy deprisa. Tanto, que le resultaba difícil seguirla el paso. Llegaron a la taberna de Maksim. Vera estaba recelosa de entrar, mucho más, después del lio con Reina y Nadya. Pero Eli ya la había agarrado del codo y entraron. Se sentaron en una mesa libre.

- Eli, -habló en un susurro- creo que no es buena idea que yo esté aquí.

- ¿Por qué no? –contestó en su tono habitual- Vamos a desayunar. No te preocupes por el dinero. Invito yo.

- Hola Eli, -dijo Reina llegando para atenderlas- y compañía…

- Hola Reina. –saludó con efusividad- ¿Os queda pastel de manzana?

- Lo siento. Hoy no. Pero hay bizcocho de chocolate. 

- ¿Chocolate? –abrió Eli los ojos como platos- Dios, me muero por un poco de chocolate. ¿Tú no, Vera? –esta asintió algo menguada- Dos raciones. 

- De acuerdo. –dijo lanzando una mirada despectiva a Vera antes de marcharse.

- Eli…-bajó la voz-… ¿Por qué haces todo esto?


La joven, la miró simulando que pensaba. Pero claramente, ya tenía decidida la respuesta de antemano.

- Creo que no hemos empezado con buen pie. No te voy a engañar que sentí celos cuando os vi juntos. Pero lo de ayer, presentándote en mi casa, me hizo replantearme las cosas desde un punto de vista diferente. Raúl es feliz contigo. Por tanto, yo soy feliz. Además, tengo la sensación de que podemos llegar a ser buenas amigas. Lo de hoy, es mi forma de pedirte disculpas a ti por mi actitud rencorosa.

- Por mi todo aclarado. –levantó la palma con intención de que la chocase, pero enseguida se dio cuenta que Eli no era ese tipo de persona.

- Además, quería que me ayu…-sus mejillas se sonrojaron.

- Aquí tenéis, dos de chocolate. –dijo Reina posando dos platos con el bizcocho.

- ¿Reina verdad? –preguntó Vera.

- Para los amigos. Aitor, para el resto. –contestó.

- Aitor, ¿puedo hablar un momento contigo? –Reina al ver el tono con el que lo preguntaba, reculó y le hizo una señal para que le acompañase.

- ¿Me perdonas un momento, Eli? Necesito seguir con mi redención. –Eli asintió.


Vera y Reina fueron hasta la barra. Él se sentó en un taburete, pero Vera prefirió quedarse en pie. 

- Aitor…yo…-quería escoger con cuidado las palabras, ya que últimamente le habían creado más problemas de los que le gustaría.

- ¿Pedir perdón? –acabó la frase.

- Si. –respiró aliviada- Lo del otro día fue una gilipollez por mi parte. Al menos déjame que te dé una explicación. Tampoco quiero excusarme por lo que hice. 

- Ya…

- Estoy haciendo un esfuerzo por caeros bien a todos. Encima lo del embarazo, me está rompiendo todos los esquemas. En fin, a lo que voy. Que espero que me perdonéis. Te juro que nunca, nunca, me meteré con la chica. 

- Vale, vale… -sonrió Reina y le puso una mano en el hombro-… no sigas. Es suficiente. Debo volver al trabajo. Eli te está esperando. 

- Gracias., si pudiera pedir perdón a… ¿Cómo se llama?

- Nadya. Y no. Ya se lo digo yo en tu nombre.


Un par de hombres entraron en la taberna. Al ver a Eli sola en la mesa se acercaron. No parecían llevar buenas intenciones.

- Mira, -le dijo uno al otro- si es la nueva enfermera. 

- ¿Qué tal? –preguntó el otro- Oye, ¿podemos hacerte una pregunta?

- Sí, claro- contestó inocente.

- ¿Llevas algo debajo de la bata? O ¿lo llevas todo al aire?


La taberna se quedó en silencio al escucharlo. Vera notaba que se encendía. Eli, mostraba vergüenza y apuro en partes iguales. Pero los dos hombres no cesaban en su acoso.

- Venga, cuéntanoslo. –se sentó en la silla de Vera y dio un mordisco al bizcocho aun sin empezar- Es una duda que nos ronda a todos por la cabeza. Sobre todo desde que la nueva enfermera está tan buena como tú.


Vera ya no podía contenerse más. En su cabeza rondaba las palabras de Raúl: “has recibido porque has dado”. Se acercó apresuradamente hacia la mesa, sorprendiendo a los dos hombres.

- Anda, mira, Paco. –dijo el que estaba sentado a su amigo- Si también tenemos a la embarazada aquí. Es verdad que también está buenísima.

- Mira gilipollas. –le agarró por el cuello con tal fuerza, que no lo esperaban- Estas en mi silla. O dejas a mi amiga en paz, o te rompo el cuello aquí mismo. 


El otro hombre quiso agarrarla, pero una mano se lo impidió. Era Reina, que le hizo un movimiento rápido, retorciéndole la muñeca por la espalda. Maksim, salió corriendo de detrás de la barra y agarró al que sujetaba Reina por la ropa y zarandeándolo lo expulsó de la taberna. Reina, soltó a Vera del otro hombre. Que se levantó hecho una furia y se disponía a golpear a Vera.

- ¿Vas a pegar a una embarazada? –preguntó Vera.

- Vera, apártate. –ordenó Reina.

- Esa zorra me atacado antes. –dijo el hombre.

- Fuera de aquí. –se encaró Reina.


No contento, elevó el puño para golpearlo, pero Reina se apartó con ágil movimiento giratorio. El hombre fue hacia delante, e instintivamente, Reina dio una patada en la rodilla haciéndola crujir. Se arrepintió en ese instante. Pero ya estaba hecho. Maksim, hizo lo mismo que con el otro y salió volando por la puerta. 

Una vez calmados los ánimos, Vera continuó algo agitada su conversación con Eli.

- No deberías permitir que te hablen así. Me han puesto de los nervios esos hijos de puta. –volvía la Vera original.

- Muchas gracias por defenderme. Sabía que no me equivocaba contigo. 

- Bueno, ¿qué era eso que me querías contar?

- Mejor en otro momento. –contestó aturdida.


El resto de la mañana, lo pasaron de un sitio a otro. Pasando por la peluquería de Eva, que le arregló el peinado que llevaba. Desapareció, aunque no del todo, esa parte desigual entre pelo rapado y largo por el lado contrario. De hecho, cuando se vio al espejo, casi no se reconocía. Después, pasaron a ver a Leticia. Vera no salía de su asombro, al enterarse de que era prostituta. Pero antes de eso, en la otra vida, era fisioterapeuta. Les dio un masaje relajante. Aunque a veces, tenían que apartar la mirada, pues veían pasar a los clientes que venían a contratar los servicios. Por último, llegaron hasta la consulta del médico. Con bastante recelo, aceptó que Eli le comprara otra caja de vitaminas, y otras para combatir las náuseas provocadas por el embarazado. 

- Te estas gastando mucho dinero, no sé cómo te lo voy a devolver.

- No seas tonta… -le regañó-… lo hago porque me apetece. Además… hay que mimar a la embarazada.

- No he querido sacar el tema, porque me parecía que no era lo correcto.

- Si te refieres a mis sentimientos por Raúl, no te preocupes. De eso quería hablarte en la taberna. –se puso colorada como un tomate.

- Hay otro chico… -se rio, al no darse cuenta antes-… un clavo saca otro clavo…

- Más o menos…-dijo con vergüenza.

- Hablemos de ese chico…-le pasó un brazo por los hombros con confianza.


Vera llegó a casa más contenta de lo que llegó la noche anterior. Poco a poco iban ganándose la confianza de todo ellos. Le gustaba esa sensación. Ni antes de los accidentes, tuvo amigos de verdad, y después en el Burguer King, siempre supo que la utilizaban para acostarse con ella. Al entrar en casa, Raúl y Rebeca ya estaban allí. Cuando se giraron para verla, ambos abrieron la boca sorprendidos. 

- ¿Qué pasa? –preguntó ella.

- Estás…diferente… -balbuceó Raúl.

- ¿Te gusta? –preguntó temerosa.

- Madre mía… sí. Me encanta. 


Corrió hacia ellos, y los tres disfrutaron del calor de la chimenea. Eran felices, y era más de lo que podían esperar después de tanto sufrimiento.

1 comentario:

Unknown dijo...

Otro capítulo genial!!! Y positivo (en general...), me gusta.