miércoles, 10 de octubre de 2018

La nieve los trajo. Capítulo 41.

Capítulo 41.



- ¿Estas mejor? –preguntó Wences sentándose a su lado.


Solo obtuvo el silencio como respuesta. Estuvo allí sentado alrededor de diez minutos. Cansado, de no obtener respuesta por su parte, se levantó.

- Será mejor que te vayas. –aconsejó- Gabi ya sabe de lo que eres capaz de hacer. Es muy probable que por su cabeza esté pasando cosas malas. 

- No le tengo miedo. –contestó sin mirarle.

- No temo por ti. Temo por lo que le puedas hacerle a mi amigo. –le miró con desconfianza y miedo.


No dejó que contestara, como venganza a su silencio minutos atrás. Se quedó contemplando su cama. Recogió dos camisetas y un pantalón que había cogido en aquella tienda con Vera. Se guardó la pistola en la parte trasera del pantalón y salió al comedor. No había música. Vera estaba sentada al lado de Gabi, acariciándole la cara. Lorena no le podía mirar a la cara. Y Tecla continuaba desmontando cualquiera que fuera ese aparato electrónico. Quiso decir algo, pero evaluó lo que conseguiría con eso, y prefirió quedarse callado. Salió del Burguer King, y Wences estaba fumando de pie. Mirando hacia el cielo. 

- ¿Dónde ibas cuando te recogimos? –preguntó con los ojos cerrados y cabeza hacia atrás. A la vez que soltaba el humo.

- Ese día no era yo. Caminaba sin rumbo, porque tuve un accidente. –contestó.

- ¿Y ahora? ¿hacia dónde piensas irte? Porque supongo que lo del coche y las provisiones era porque tienes algún lugar donde ir.

- Hacia el este. Puede que mi familia se encuentre allí.

- Dijiste que no te quedaba familia. –reprochó.

- Dije que mi hermana pequeña y unos amigos se dirigían hacia el este. 

- Entonces, esa supuesta hermana y supuestos amigos ¿son tu familia?

- Así es. –contestó, sabiendo que lo estaba provocando.

- A todos les ha dicho algo. Algo que no te gustaba. ¿Por qué a mí no? Te has parado cuando tocaba mi turno. –dio una calada más profunda que al anterior.

- Wences… -dijo algo arrepentido-… quiero que entendáis algo. Me da igual lo que hagáis con vuestra vida. Pero no es la que quiero llevar. Tampoco quiero que me obliguéis.

- Joder, Rulo. –abrió los ojos, decepcionado- Contesta. –fue una súplica- ¿Por qué a mí no me has dicho nada? 

- Me caes bien. Creo que no eres como ellos. Solo eso.

- Y una puta mierda. Soy peor que ellos. –dijo enfadado- es igual. Vete a la puta mierda ya. Eres un puto desagradecido. Me da igual si me metes una paliza como a Gabi. Pero no puedes venir a nuestra casa, a la que te hemos invitado, y decirnos como debemos ser. Mírate tú. Pareces una puta alma en pena. Hasta Vera ha tardado cuatro días en follar contigo. ¿sabes? Yo no duré ni cinco minutos, desde que se insinuó la primera vez.

- Suerte entonces. –se dio la vuelta, y caminó hacia la verja.

Así no era como tenía previsto marcharse. En cierto modo, ellos le habían ayudado en un momento crítico. Era evidente, que nunca les contó lo que el Doctor Manzaneque le hizo, ni los ataques que le producían. Caminaba a paso lento hacia el garaje. Un infectado que andaba bastante alejado, fue quien sufrió el ataque de furia por parte de Raúl. Una vez abatido, le golpeó tantas veces en la cabeza que los sesos empezaban a desparramarse por la acera. 

Entró por la ventana de la casa, y se encaminó hacia el garaje. Era consciente de que Gabi había invadido su intimidad, pero no hasta el punto de tener todo tirado por el suelo. Tardó casi media hora en recogerlo todo. 

- Tenía que haberme dado cuenta de esto. –pensó en voz alta.


Las llaves del coche, que estaban en el asiento, habían desaparecido. Procesó las alternativas que había. Si buscaba otro vehículo, tendría que ser uno que funcionase y con el depósito lleno. Este ya lo había llenado. Otra opción, era volver al Burguer King y pedirle las llaves a Gabi. Lo que podía desembocar en otra absurda pelea. Pero su orgullo estaba dañado. Golpeó el volante hasta seis veces con toda su fuerza. Salió por la ventana, encaminándose de nuevo hacia el Burguer King. 

Al entrar de nuevo, vio que todos estaban en el mismo lugar que quince minutos atrás. Solo que la cara de desconcierto de Wences era un espectáculo. Entró como un resorte en el comedor dirigiéndose hacia Gabi.

- Dámelas. –ordenó.

- ¿Qué te de qué? –se burló.

- Dame las llaves. Sé que las tienes tú. 

- No tengo tus putas llaves. ¿No te habías pirado ya? –desvió la mirada.


Sacó la pistola, y apuntándole, le pidió de nuevo las llaves. Gabi se levantó como un rayo y se encaró con Raúl. Ninguno estaba dispuesto a ceder.

- No te atreverás a disparar. Eres un cagado. –le provocaba.


Raúl le miró con rabia contenida. Desvió su mirada hacia Vera, que le miraba con miedo. No quería provocarle miedo ni a Vera ni a Lorena ni a Wences. Pero no le dejaban otra salida. Entonces lo entendió. Bajó el arma y rio a carcajadas.

- ¿De qué cojones te ríes? –preguntó Gabi confundido.

- Ya lo entiendo –dio otra carcajada- ¿Cómo no me he dado cuenta antes?

- ¿De qué hablas Rulo? –preguntó Vera.

- Este tío, -señaló a Gabi- está coladito por ti. Pero es tan machote –se burló- que no puede admitirlo. 

- ¿pero qué dices subnormal? –Gabi se encaró.

- Está intentando provocarme para que solo tengas ojos para él. –hablaba a Vera, ignorando a Gabi- ¿Pero sabes qué? Que paso de todos vosotros. Puedes quedarte las llaves, el coche y la chica.

- ¿De qué está hablando, Gabi? –preguntó Vera.

- Este tío está zumbado. –contestó.

- Lo siento, Vera. –seguía ignorando a Gabi- Eres una chica estupenda. Tienes tus defectos, pero posees buen corazón. Ha sido un error volver. –bajó el arma y se encaminó hacia la puerta.

- Podemos arreglar esto. –dijo Vera.

- Vera… -interrumpió Gabi con desdén.


Raúl salió de allí sin escucharlos. No le quedaban muchas horas de luz, y aun debía conseguir otro transporte. Fue mirando cada uno de los coches a medida que pasaba delante de ellos. Vera lo seguía por detrás. Llegó hasta la casa donde guardaba sus pertenencias. Entró por la ventana rota. Recogió en otra mochila lo que no le entraba en una y al salir, Vera le estaba esperando. La miró a los ojos. Sabía que estaba allí, porque le siguió desde que salió del Burguer King. Negó con la cabeza, y continuo caminando calle arriba. Vera le llamaba insistentemente.

- ¿Se puede saber qué te pasa? –se dio la vuelta Raúl con enfado.

- ¿Por qué has dicho eso de Gabi?

- Porque es verdad. Wences me contó que teníais una norma de no enamoraros. Pero Gabi es el primero que la incumple.

- ¿Y eso a ti que más te da?

- Pues que me hace la vida imposible. Sobre todo desde que lo hicimos en la tienda. Solo tienes que ver cómo me amenaza con la mirada desde ese día.

- Tío…-no podía sostener la mirada-… no sé qué decirte.

- Nada. Solo vuelve con tus amigos. Yo tengo mucho que hacer para ir en busca de mi hermana.

- Es que…-estaba más nerviosa-… no quiero que te vayas. Joder tío, cuando subimos al remolque y me hablas de tu vida… me gusta cómo me hablas. No eres como Gabi o Wences, que solo me miran con morbo. –Raúl se quedó confuso por unos instantes. Esa no era la Vera de otros días. Esta Vera era más sincera. Más seria. Menos infantil o vulgar.

- ¿Qué tratas de decirme? –preguntó buscando una respuesta concreta.

- Joder Rulo, -volvía la versión de Vera que menos le gustaba- a veces pareces tonto… -reculó- perdona… no quería insultarte. Es que parece que tengo que ponértelo todo muy fácil. ¿no sé si me entiendes?

- Se perfectamente lo que quieres decir. La pregunta solo es una forma de confirmación. –trató de explicarle para que no se sintiera ofendida.

- ¿Ves? A eso me refiero. No me tratas como ellos. Sé que mi educación es una puta mierda. Pero se reconocer las cosas. Eres inteligente. No creo que haga falta decirte que me gustas. No quiero decir que esté coladita por ti. A ver… si y no… me siento bien contigo. Me tratas con cuidado. Me explicas las cosas mil veces sin enfadarte.


Raúl tuvo que sonreír. Aquella forma de hablar le provocaba ternura. Es cierto que la carne es débil, y la otra vez en la tienda aprovecho una ocasión para estar con ella, pero en ningún momento se le había pasado por la cabeza que fuese su tipo de mujer de la que se enamoraría. 

- Vera…-se aceró a ella casi hasta rozarse-… crees que sientes algo por mí. Pero creo que confundes amistad con amor. 

- ¿Pero si hemos follado? –preguntó extrañada.

- Si, lo hemos hecho. También lo has hecho con Gabi, Tecla y Wences. Y no por eso tiene que haber amor.

- Tengo que corregirte. Con Tecla nunca he follado. No porque él no quisiera. –se sonrojó- pero me parece muy feo… -dijo casi en un susurro, a pesar de estar a más de doscientos metros.

- Es igual. Yo no siento por ti nada más que amistad. –dijo sin tapujos.

- ¿Tienes a alguien? –preguntó decepcionada.

- Más o menos.

- Jajaja… venga Rulo, o tienes o no. Eso de más o menos…

- A ver, antes estaba con una… -se quedó pensando en Mónica-… mujer. Pero desde que los muertos caminan, creo que mi amiga de toda la vida es la que quiero.

- Vaya vaya… -puso los brazos en jarra- parece que nuestro Rulito, está enchochado. 


Hubo un silencio. Ambos se miraban pero no se decían nada. Por la cabeza de Raúl pasaban muchas cosas. Entre otras, encontrar a toda costa a Eli y a Rebeca. No necesariamente en ese orden. Sin embargo, Vera, tenía algo especial. Algo que le atraía sin llegar a nada en concreto. Tras pensarlo un buen rato, y sosteniéndole la mirada se lo dijo.

- Vente conmigo. –dijo. Esperó unos segundos para ver la reacción de Vera. Pensaba que su reacción seria el repudio. O más bien era lo que esperaba.

- ¿Lo dices en serio? –estaba a punto de reír.

- Si. –se limitó a contestar.


Entonces, para sorpresa de Raúl, sacó de uno de sus bolsillos las llaves del coche. Raúl la miró confundido. Ella las movía haciéndolas sonar.

- ¿Tu? –preguntó decepcionado- ¿Has sido tú? 

- No te enfades por favor. –suplicó al ver la cara de Raúl.

- ¿Has hecho que me enfrente a Gabi sin motivos? –se enfadó.

- No era mi intención… pensaba que si no las encontrabas, tardarías unos días más en irte. 


Se frotó la cara con ambas manos. Por un lado estaba enfadado con ella por haberle quitado las llaves y dejar que se enfrentara a Gabi por su culpa. Pero por otro, ahora no tendría que buscar otro coche. Además de que, la intención de Vera era sincera. Lo notó en sus ojos. Incluso, percibió cierto arrepentimiento. Lo había hecho por tenerle unos días más allí. 

- Se lo merecía por pegarte. –le arrancó las llaves de la mano- Vámonos, pronto oscurecerá y no es seguro.


Levantó manualmente la puerta del garaje y arrancó el coche. Carraspeó un par de veces, pero no dio claros síntomas de dejarlos tirados. Se alejaron de allí enseguida. Aunque parecía que Gabi no se daría por vencido. Por el retrovisor vio cómo se acercaba a toda velocidad con la moto. Llevaba el bate en el manillar y cara de pocos amigos. Raúl no aceleró, pero tampoco se detuvo. Vio cómo se colocaba en paralelo, y asestaba un duro golpe al retrovisor saltando por los aires. Vera dio un grito de pánico. Pero Raúl continuo sin hacerle caso. En el siguiente ataque, partió en mil pedazos la ventanilla. Lo que hizo que Raúl, poco experto en conducción, diera un volantazo. Logró detener el coche sin llegar a accidentarse. Gabi, se detuvo a escasos metros. Bajó de la moto y se dirigió hacia el coche.

- Vera. –gritó enfurecido- ¡Vera! ¡Baja del coche! ¡No te iras con este gilipollas!


Al llegar, dio otro sonoro golpe en la carrocería, dejando un buen agujero. Raúl, tranquilo, deslizó la mano hacia la pistola. En ese momento, Gabi, abrió la puerta sacándolo de un agarrón. No le dio tiempo a coger la pistola. Lo lanzó contra el suelo.

- A ver qué tan bueno eres sin la pistola. –elevó el bate y asestó un duro golpe en la espalda. Raúl, dio un grito de dolor, que hasta Vera comenzó a llorar.

- Por favor, Gabi, no le hagas nada. –suplicó.


Ignorando a Vera, le golpeó con una patada directa a las costillas. Raúl se retorció de dolor. Seguido, le agarró por el cuello y le asestó un duro puñetazo en la cara. La nariz le comenzó a sangrar enseguida. Cansado ya de recibir y no dar, recogió fuerzas de donde pudo y se lanzó a por él. Gabi no lo vio venir, y trastabilló soltando el bate. Ambos se enzarzaron en una pelea, donde ninguno ganaba nada. Quizá Gabi, por ser más fuerte, podía presumir, de que su contrincante acabaría peor. Logró dejar tirado en el suelo a Raúl, que respiraba entrecortado. Recogió el bate y se disponía a darle el golpe de gracia. Estaba fuera de sí. Dio un sonoro grito de rabia mientras sostenía el bate en alto dispuesto a reventarle la cabeza. Dos disparos detuvieron aquella sentencia. Raúl, giró levemente la cara para verlo. El bate estaba rodando, y Gabi apretándose el estómago. Vera estaba a dos pasos de Gabi, con la pistola en la mano y humeante. Le temblaba tanto el cuerpo, y en concreto las manos, que el arma cayó al suelo. A Gabi le flaquearon las piernas, y se derrumbó. Yacía en el suelo, aún vivo y conmocionado. Pero no se movía. Raúl percibió cierto terror en los ojos de Gabi que lo miraba fijamente. Trató de levantarse, y se tambaleo hasta llegar a Vera. 

- Vámonos. –ordenó.

- ¿Le he matado? –preguntó sin lograr mover un musculo.

- Aún está vivo, pero no durará. –le agarró del codo, guiándola hasta el coche.


La nariz le sangraba mucho. Escogió una camiseta y la rasgó para taponársela. Vera estaba temblando en el asiento. Miraba hacia el horizonte abstraída. Quiso decirle algunas palabras de consuelo, pero no se le ocurría nada. Arrancó de nuevo el coche y se alejaron todo lo que pudo de aquel lugar. Circulaban por una carretera solitaria, con campos completamente blancos. La calzada no suponía un peligro. Se detuvo unos metros antes de una estación de servicio. 

- Quédate aquí. –ordenó- Voy a ver si queda algo que merezca la pena.


Vera seguía inmóvil y pensativa. No se movió ni un ápice los quince minutos que Raúl permaneció fuera. Llegó con dos grandes bolsas llenas de frutos secos, botellas de un litro de refresco, algunas chocolatinas y algo de tabaco para Vera. Y un mechero rosa con el nombre de Vera escrito en una de las caras. 

- Toma. –le tendió un paquete de cigarrillos y el mechero- Te hace falta. Lo sé.

- Gracias. –logró decir con tristeza, mientras se prendía uno.

- Había dos embobados. Ha sido fácil. Pero está oscureciendo. Lo cual nos complica todo.-sacó un mapa que había estado guardando y le indicó un lugar con el dedo- Mira, aquí es donde nos dirigimos. Ahora mismo, estamos por aquí.-le señaló otro punto del mapa-Lo cual nos indica, que estamos a unos seiscientos kilómetros.

- ¿Qué es ese lugar? ¿Tenéis algún refugio o algo así?

- No quiero mentirte. No se exactamente que nos encontraremos. Hay algunos detalles que preferí omitir mientras vivía con vosotros.

- ¿Eres un asesino como yo? –trató de bromear sin éxito.

- Parte del grupo con el que estaba, fue secuestrado por alguien del lugar donde vamos. Entre ellas mi hermana. Los que quedábamos, íbamos en su busca. Pero…-no encontraba la forma de explicarle lo que le sucedía en ocasiones-…a veces me pasa algo y pierdo el conocimiento. Cuando me encontrasteis en aquel camino, me dio uno de esos ataques. Supongo que mis amigos me dieron por muerto, y se fueron. 

- No entiendo nada.

- Bueno. Ya te lo explicaré. Ahora busquemos donde pasar la noche y comer algo. Estoy hambriento.


Tras recorrer varios kilómetros sin encontrar una casa, o similar donde resguardarse, se salió de la carretera y aparcó el coche entre dos árboles. Mandó a Vera a buscar ramas o madera para hacer fuego. Mientras ella recogía leña, hizo un agujero en la tierra igual que había visto hacer a Ramón y Vergara en alguna ocasión. Colocó varias piedras alrededor y le pidió el mechero a Vera. Había colocado varios papeles que encontró en la guantera del coche, para encender las ramas. No tardó en salir una llama que indicaba que estaba encendido. Esperó a que disminuyesen un poco, para colocar una cazuela metálica encima. En ella vertió el contenido de una lata encontrada en alguna casa. Eran albóndigas con tomate. Esperó a que estuvieran bien calientes, retiró la cazuela y metió más ramas para avivar el fuego. Cenaron a la luz que producía las llamas. 

- Cuando estábamos en el Burguer, teníamos de todo. Me da un poco de miedo lo que vaya a pasar a partir de ahora. –confesó Vera.

- No te preocupes. Nos las apañaremos.

- ¿Quién te enseñó lo que le hiciste a Gabi?

- El desarme lo aprendí de Pablo. Un militar con el que estaba. Lo de tirarle al suelo, era la primera vez que lo hacía, pero de ver tantas veces a Sharpay y Héctor practicar supongo que se me quedó grabados los movimientos.


De repente, se puso a llorar desconsolada. Raúl sabía exactamente qué le ocurría. Se levantó y se puso a su lado. Pasó una mano por sus hombros y trató de consolarla.

- Es horrible. –dijo ella- Me siento como una puta mierda. 


Se levantó bruscamente, corrió hasta detrás del árbol y vomitó entre lágrimas. Raúl esperó pacientemente a que volviera. Acomodó los asientos traseros del coche con una manta para que pudiera dormir. Mientras él se quedaba al lado del fuego e iba introduciendo ramitas pequeñas de cuando en cuando para que no se apagase. 

1 comentario:

Unknown dijo...

No pensé que ninguno del Burguer se apuntaría... si encuentra a todas Raúl va a tener problemas... jejeje