martes, 9 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 11

Capítulo 11.

Jueza Vanesa De Miguel

Era media mañana y la Jueza Vanesa de Miguel se encontraba en la piscina de su lujosa casa, disfrutando de un refrescante baño. Salió y se dispuso a tomar el sol en una de las tumbonas. A pesar de su edad, casi los sesenta años, portaba una excelente figura. El pelo canoso se lo había tintado de un color negro oscuro. Llevaba unas gafas de sol color canela. Grandes y circulares. Aunque llevaba tiempo sin ejercer, de vez en cuando algunos de sus colegas le pedían favores. Además, con ayuda de su marido, invertía en bolsa. El cual le reportaba un importante beneficio. La asistenta llegó con un vaso de refrescante bebida gaseosa, que enseguida agarró para darle un trago. 
-Muchas gracias, Valentina –le dijo amablemente- ¿Ha llamado ya mi marido?
-No, aún no, señora –dijo mientras se mantenía de pie a un lado sujetando el vaso
-Avísame cuando lo haga. El viaje era largo y quiero saber si ha llegado bien. –ordenó
-Por supuesto señora. –seguía de pie con el vaso en la mano
-Retírate –ordenó

La mujer dejó el vaso en una de las mesas más cercanas y se fue sin mediar palabra. Se mantuvo en la zona de piscina hasta la hora de comer. Fue hasta su dormitorio y cambió el bañador por un elegante vestido rosa floreado y unas sandalias. Bajó hasta el comedor principal, donde Valentina ya la estaba esperando con la mesa puesta. La jueza, se sentó en un extremo de la larga mesa y esperó a que Valentina le sirviese un plato generoso de consomé. Descorchó una botella de vino blanco y le sirvió una copa. La asistenta esperaba detrás de la jueza, a unos dos metros, para atenderla cuando lo requería. El móvil de la señora de la casa, sonó desde otra estancia de la casa. 
-¿Qué pasa Valentina? –la regañó- ¿No piensas ir a buscarlo?
-Disculpe señora, enseguida vuelvo –se disculpó

Para cuando volvió con el aparato, este ya había dejado de sonar. La jueza la miró enfadada y le quitó bruscamente el móvil de sus manos. Pulsó la tecla de re llamada y esperó a que contestase.
-Hola cariño –dijo ella antes de que contestase su interlocutor- ¿ya has llegado?
-Hola amor. –dijo a través del teléfono- todo bien. 
-Hace unas horas que te fuiste y ya te echo de menos –le dijo haciéndole gestos a Valentina para que se fuera.
-Y yo a ti mi amor. –contestó su marido
-No es por nada, pero el servicio que has contratado esta vez, me parecen unos incompetentes –le inquirió
-Dales tiempo, amor. Tienen que familiarizarse con nuestras necesidades. –contestó sin darle importancia.
-¿Cuánto tiempo vas a estar? –preguntó como una niña malcriada
-Espero que no mucho, amor. –le dijo- Sabes que no me gusta estar tanto tiempo alejado de ti. A propósito. Según venía de camino, hablé con Ricardo. Me insiste en que apostemos por una empresa emergente. He investigado un poco y va a ser revolucionario. 
-¿No crees que estamos bien así? –le dijo algo molesta
-Por supuesto, amor. –dijo alegremente- Pero acaso ¿no te gustaría tener más que tus amigas?
-Sabes que no son mis amigas de verdad. –le recriminó- Pero sí. No aguanto que estén todo el día alardeando de sus logros cada vez más ostentosos.
-Entonces no se hable más, amor. Habla con Ricardo. Te mandará unos documentos para que los firmes. Sólo tienes que hacer eso. Toda la burocracia déjaselo a él. ¿vale mi amor?
-Vale, vale. –dijo cansada- Pero hazme un favor. No caigas en la tentación con esas mujerzuelas. Que luego te arrepientes. Sabes que no me importa que forniques con otras, siempre y cuando me tengas bien atendida a mí. –rio a sabiendas de la ordinariez que estaba diciendo.
-Amor…-hubo un silencio-… solo me importas tú.
-Te quiero mucho, y lo sabes.

Se despidieron y enseguida llamó a Ricardo. Su asesor financiero. Este le explicó que ya había hablado con su marido, y que lo tenía todo preparado. Se acercaría por la tarde a firmar los papeles. Vanesa ya estaba de mejor humor después de hablar con su marido. El resto de la comida, y parte de la tarde, trató mejor a Valentina.

Al caer la noche, el asesor, llamó a la puerta. Fue atendido por Valentina, y lo acompañó hasta la sala donde estaba Vanesa leyendo un libro. 
-Hola Vanesa –saludó Ricardo.
-Me alegro de verte –dijo bajándose un poco las gafas de ver
-Aquí te traigo los contratos. –dejó una carpeta encima de una mesa.
-Muy bien –se levantó- ¿prefieres que los firme ahora o después?
-Como desees –le dijo acercándose a ella.

Cuando se percató de que Valentina estaba aún en la estancia, Vanesa le hizo un gesto para que se marchase. Cuando cerró la puerta, el asesor se acercó a la jueza. La besó efusivamente en la boca, mientras le subía la falda del vestido, para apretar sus nalgas. Ella estaba deseando esa visita desde el momento en que colgaron el teléfono por la mañana. Rápidamente, Ricardo, le dio la vuelta y ella tuvo que apoyarse en la mesa. Le levantó aún más la falda, le apartó la braguita y con los dedos la toco su sexo hasta que lo sintió húmedo. Ella notó que la penetraba enseguida y en cada embestida gemía de placer. Aquello no duró más de cinco minutos. Mientras él se limpiaba, ella ya se disponía a firmar los documentos. 
La visita no duró más de quince minutos. Vanesa acompaño personalmente a Ricardo hasta la puerta. 
-Es un placer hacer negocios contigo, Vanesa –se tocaba su miembro colocándoselo.
-Vete ya, o te arrepentirás –contestó ella mordiéndose un labio.

Cuando se alejó de la puerta principal, Ricardo, se aseguró que nadie le escuchaba ni observaba. Sacó su móvil y mando un mensaje:
“Ya está hecho. Ya no te debo nada”

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