jueves, 11 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 17

Capítulo 17
La visita.

Tras un nuevo encuentro con su amante, se quedó tumbada y desnuda entre sus finas sabanas. Faltaban diez minutos para las once de la noche. La jueza Vanesa de Miguel, le insistió en que pasara la noche con ella. Ya que su marido no tenía previsto volver a casa hasta la semana siguiente. Ricardo declinó la oferta. Si bien se lo pasaba fenomenal con ella, no era para nada el tipo de mujer con la que compartiría una noche. Además de ser considerablemente más joven que ella. Aun así, le prometió que al día siguiente volvería para continuar con sus sesiones. Ella, se quedó allí sin ganas de nada. Incluso, dio una pequeña cabezada. Se empezaba a quedar plácidamente dormida, cuando Valentina, llamó a su puerta.
- ¿Qué quieres ahora Valentina? –gruñó
- Señora, tiene una visita –contestó a través de la puerta
- A menos que sea mi marido o Ricardo, no atiendo a nadie y menos a estas horas –volvió a gruñir
- Señora, me insiste que es importante –dijo la asistenta- Me ha pedido que le diga que es el Ceo de Industrias Bryne

Aquello la intrigó. Aunque no le apetecía nada atender a ese señor, el que un directivo de una empresa se presentase en su casa a estas horas, no auguraba nada bueno. Recogió del suelo su ropa interior, y del vestidor descolgó una bata para cubrirse. Abrió la puerta.
- Señora, -dijo asustada- discúlpeme, pero el señor ha sido muy insistente.
- ¿Dónde está? –preguntó de mal humor
- En el salón, señora –se apartó para que pudiera salir

Bajó las escaleras, y se entretuvo frente a un espejo para arreglarse un poco el pelo. Continuó hasta el salón. Allí estaba un hombre con gabardina. Mirando unas fotos y con una taza de té en la mano. Al notar que llegaba por detrás, se giró.
- Oh… disculpe…-dijo el hombre apurado-… me he tomado la libertad de prepararme una taza de té mientras anunciaban mi llegada. ¿Quiere que le sirva una taza?

La jueza le miró extrañada, y acto seguido le mandó una mirada furtiva a Valentina que la seguía por detrás.
- Disculpe…-dijo la Jueza-… ¿nos conocemos?
- Oh… que error… mi nombre es Harold Bryne –dijo sonriente
- Mi asistenta me comenta que es el Ceo de Industrias Bryne, ¿Qué ocurre? No recuerdo cual es esa empresa. Normalmente, es mi asesor quien lleva todo eso. 
- Oh…-le miró sorprendido-… normalmente nuestros inversores conocen al menos el nombre. No importa, imagino que es usted una persona muy ocupada y será un descuido. 
- Vaya al grano señor Bryne…-se impacientó
- Como bien le ha anunciado su amable ayudante –le guiñó un ojo- soy el Ceo de Industrias Bryne. Reciente adquisición por parte suya y de su marido. Tan solo quería, antes de marcharme, agradecerles en persona el gran esfuerzo que han cometido para con nuestra empresa. 
- ¿Esfuerzo? –dijo extrañada- no entiendo nada.
- Oh… suponía que estaba al corriente de la situación crítica en la que nos encontrábamos antes de su llegada. 
- Será mejor que llame a Ricardo o mi marido, porque yo de esos temas no entiendo. –dijo escurriendo el bulto.
- Creo que no es necesario. Ya que usted es la nueva propietaria. Yo, por motivos personales, he decidido abandonar el proyecto tras no conseguir los objetivos primarios. 
- Me temo que no estoy entendiendo nada. –le miró dubitativa
- ¿Su asesor no le puso en antecedentes? –preguntó
- ¿Antecedentes de qué?
- Valentina…-se dirigió Harold a la sirvienta-… ¿Seria usted tan amable de concedernos unos minutos de privacidad? 

La sirvienta, ante tanta educación, se mostró colorada y se marchó.
- Señora de Miguel…-continuó-…nuestra empresa… su empresa -corrigió-… ha tenido la desgracia de apostar demasiado alto. En estos momentos, con su aportación, se están condonando las deudas contraídas. 
- ¿Qué deudas? –miraba al hombre con severa desconfianza
- El proyecto tecnológico que presentamos, no ha logrado superar las expectativas de nuestros inversores y proveedores. Es decir, ahora que usted es la accionista mayoritaria con un noventa y ocho por ciento, ha logrado pagar todas esas facturas pendientes. 
- ¿A cuánto ascienden esas facturas? –preguntó asustada
- Me temo que el importe exacto no lo conozco, pero aproximadamente unos ciento veinticinco millones.

De repente un mareo intenso hizo que se cayera de rodillas. Harold corrió a socorrerla. La levantó como pudo y la llevó hasta la silla más cercana. 
- ¿Me estás diciendo que hemos invertido en una empresa que va a pique? –se ponía más pálida 
- Señora de Miguel…-cambió su actitud-…siento ser yo quien le informe. De hecho, quería ser yo quien le informara antes de que su marido se entere.
- Pero si fue mi marido quien insistió…-decía atemorizada
- Oh… lo siento…-se aseguró de cerrar bien la puerta del salón, y tomó otra silla para sentarse justo enfrente-…debo decirle, que su marido no está al corriente de la maravillosa, y desafortunada, inversión fallida que firmó usted de su puño y letra.
- ¿De qué cojones me hablas? –la voz le temblaba
- Le estoy diciendo –se puso aún más serio y amenazador- que acaba de perder todo. Sus cuentas serán embargadas, sus propiedades serán embargadas. Las suyas y las de su marido.
- Cuando se entere mi marido te matará –amenazó
- Oh…me temo que cuando se entere de lo que ha hecho, será a usted a quien mate…
- Estará al corriente de todo y sabrá solucionarlo. –insistía
- Su marido se encuentra incomunicado desde hace días en el aeropuerto de Finlandia. 
- Me llamó para decirme que había llegado y me propuso la inversión. –explicaba
- Oh… una vez más se equivoca, señora de Miguel…-bajó la cabeza un poco para mirarla a los ojos-… la llamada que recibió, estaba manipulada. Y si me permite, debo decir, que mi experto en tecnología hizo un gran trabajo. 

Los ojos de la mujer se empaparon de lágrimas. No podía creer lo que sucedía. Llamo varias veces a Valentina, pero esta no apareció. 
- Le recomiendo que baje la voz, jueza –le amenazó
- Voy a llamar a la policía ahora mismo. –trató de levantarse
- Como le decía, jueza de Miguel…-se levantó para ponerse a su altura-… no le queda nada, más que su dignidad. 
- Maldito desgraciado…-se sentía mareada-
- Si le sirve de consuelo, una vez me sentí de la misma forma que usted en estos momentos. Pero eso es otra historia. 
- ¿Qué es lo que quiere? ¿Quién es usted? ¿Qué pretende martirizándome? –estaba desquiciada
- Oh… pensaba que nunca lo preguntaría. –sonrió- hagamos un resumen: usted invierte toda su fortuna y la de su marido, en una empresa endeudada. Su marido, y principal activo de sus ingresos, desconoce esta malograda operación que realiza a sus espaldas. En cuestión de días… semanas como mucho… se encontrará en la calle con lo poco que les quede. Suponiendo que su marido no la mate antes. No digamos la vergüenza que pasará cuando sus amigas de este maravilloso barrio se enteren de su infortunio. ¿De verdad quiere que pase eso?
- ¿Qué me está proponiendo? –preguntó aterrorizada.
- Dentro de este frasco, encontrará la solución a todos sus problemas. –dejó el frasco encima de la mesa- Con esto quiero ofrecerle dos caminos a seguir. Algo con lo que algunos soñamos hace mucho tiempo. Espero que sepa elegir mejor que la última vez. 
- ¿Qué es eso? –volvió a sentirse mareada
- Buenas noches, señora de Miguel –abrió la puerta y dejó sola a la jueza en el salón.

Antes de cerrar la puerta, la observó de nuevo. Por un momento, sintió lastima por ella. Pero enseguida se ciñó a su plan. Valentina le estaba esperando en la puerta de salida con un paraguas. Ya que fuera comenzaba a llover.

- Muchas gracias Valentina –le sonrió- la señora quizá necesite un poco de tranquilidad. 
- Entiendo. –le tendió el paraguas
- Una cosa más, Valentina –se paró en el quicio de la puerta- ¿Recibió su nieto la beca que necesitaba?
- Si señor Bryne, muchas gracias. No sé cómo hace lo que hace, pero le agradecemos todo lo que ha hecho por nosotros.
- No es nada Valentina, eso sí, que no desaproveche la oportunidad. Que pase una buena noche.

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