viernes, 12 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 19

Capítulo 19
Explicaciones.

Harold se encontraba en el despacho de su casa, cuando recibió varios mensajes al móvil, que Omar modificó para todo el equipo. Sobre todo, de Macarena. Le convocaban a una reunión urgente en los bajos de su bar. Lugar donde esporádicamente, se reunían para explicar los avances del plan. Al principio, no les hizo caso. Sin embargo, la insistencia de otro mensaje, esta vez, de Matteo supuso que podría ser importante. Aun así, se tomó su tiempo para cerrar algunas llamadas y solucionar problemas cotidianos de una de sus empresas. Al fin y al cabo, seguía siendo un empresario. Eran las tres de la tarde cuando se presentó en el bar. Bajó las escaleras, escuchando una televisión con el volumen muy alto. Allí estaba todo el equipo. Tenían caras de preocupación. 
- Espero que sea importante, -dijo malhumorado- he tenido que cancelar una reunión importante con unos delegados comerciales para la exportación. 

Ninguno se atrevía hablar en primera instancia.
- Y ¿bien? –se colocó delante del televisor para bajar manualmente el volumen
- ¿Sabes que ha estado la policía en mi tienda? –preguntó Francisco
- No, no lo sabía, señor Gaos. –contestó- ¿algún problema?
- Me han interrogado porque aparezco en las imágenes del hotel. He tenido que mentir. –dijo
- No es solo eso, -se envalentonó Macarena
- Señor Gaos –evitó a Macarena- si ha seguido al pie de la letra las instrucciones que le facilité, no tendría que temer.
- ¿Para qué ha servido todo el tinglado que hemos montado con esas personas? –preguntó Alana
- Disculpe, señorita Noboa. No estoy familiarizado con el término “tinglado” –le dijo Harold
- Vamos a ver, Macarena tiene que follarse al director del banco, mientras estos dos lo graban. Días después aparece muerto. Yo, tengo que fingir una relación con el tal Blas Gonzalez y robarle la pistola, cambiándola por otra igual que Francisco ha fabricado. Después, sale en las noticias que ha sido arrestado por el asesinato de Arturo Gil. Casualmente, también muere en extrañas condiciones dentro de la cárcel. Más tarde, una mujer, una jueza, también aparece muerta. Y no me digas que no tienes nada que ver, pues Omar nos ha contado como manipuló informáticamente una conversación con ella. –contaba Alana atemorizada
- ¿Dinos que no tenemos nada que ver en todo esto? –preguntó Daniel
- O mejor, -dijo seguido su hermano- dinos que usted no los ha matado…

La actitud agresiva de su equipo, comenzó a incomodarle. Se mantuvo serio y en silencio. Necesitaba encontrar las palabras adecuadas, para tranquilizarles y sobre todo, para no se desmoronase nada. 
- Cuando aceptaron el trabajo, les puse e antecedentes de que cometeríamos actos que no nos gustarían. –comenzó hablando tranquilo pero firme.
- Joder Harold, -dijo Francisco-, que han muerto personas inocentes… no entiendo que tiene que ver con nuestro plan.
- Todo es parte del plan. –le inquirió
- Sabes que te digo…-habló por primera vez Matteo-… que abandono. Me voy.
- No puede hacer eso ahora, señor Bracco…-le dijo Harold, suplicando
- ¿Qué no puedo? –dijo poniéndose su chaqueta de cuero- Deténgame si tienes huevos. Bueno, imagino que si los tendrá después de asesinar a esas personas. Pero le aseguro que le va a costar más.
- Señor Bracco, no tengo intención de lastimarle. Ni a usted, ni a los aquí presentes. ¿Quieren que les diga la verdad? Fenomenal. Espero que así, puedan reanudar sus tareas cuanto antes. No queda mucho tiempo. 

Hubo un silencio incómodo.
- En parte si soy responsable de esas muertes. Pero tengan claro, que les di una oportunidad. Ellos mismo decidieron que camino elegir. –contaba
- Tío, estas como una puta cabra…-insultó Elián-… yo también me piro.

Harold los miró indeciso. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que no tenía el control sobre la situación. La siguiente en querer en abandonar fue Alana. Lo siguió Francisco y Daniel. Tan solo quedaban Macarena y Omar. Que observaba y sin mediar palabra desde el fondo de la habitación. Macarena le miró entre asustada y con pena. Tan solo le dijo un: lo siento.
- Dígame, señor Kozame…-le miró desesperanzado-… ¿usted también?

Quizá Omar, era el único al que no le afectaba nada de lo que sucedía. Sin embargo, se sintió intimidado por el resto del equipo, y optó por abandonar. Comenzaron a subir las escaleras, cuando Harold les pidió que esperaran. 
- Por favor esperar –ante el asombro de todos, su acento irlandés desapareció por completo- Mi verdadero nombre es Juan Abellán. Hace treinta y cinco años, mi familia y yo fuimos desahuciados. Nos dejaron en la calle con una maleta. Con dos fotos, un pijama y dos calzoncillos. Mi madre, murió a los dos días por el disgusto. Mi padre fue encarcelado por tratar de conseguir dinero para mantenerme con vida. Murió en la cárcel como un perro abandonado. A mí me llevaron a un centro de acogida. 

En ese momento, el corazón de Macarena comenzó a latir con fuerza. Fue la primera en volver a bajar los escalones, y escuchar lo que Harold o Juan les estaba diciendo.
- Allí pasé un año de mi vida, donde fui agredido. Maltratado por las monjas. Los otros chicos mayores abusaban de mí. Tan solo tenía una amiga. Una niña huérfana, que dormía con un muñeco marrón. Un osito como única compañía. Los dos llorábamos por las noches. Esa niña era más fuerte que yo. –miró a Macarena que le caía una lagrima- Un día, las monjas me levantaron de madrugada. Guardaron mis cosas en una bolsa de basura, y me entregaron a una familia Irlandesa. Una familia que pagó por mí. Arturo Gil, era la persona que nos denunció. La jueza vino a mi casa e hizo que mis padres firmasen unos papeles que nos dejaban en la puta calle. Y Blas Gonzalez fue el policía que estaba al mando para que esas dos personas pudieran hacer lo que hizo sin que nadie les hiciera nada. 

Macarena se acercó a Harold que estaba fuera de sí. Le acaricio la cara cariñosamente.
- ¿De verdad eres tu Juan? –preguntó temblorosa.
- Espero que algún día, salgamos de este lugar y nos vallamos algún sitio con mar. –recitó ante los ojos abiertos de Macarena
- Y nos bañemos. y juguemos. Y hagamos un castillo de arena. –terminó la frase que se decían cuando eran niños.

Hubo un momento de tensión, entre todos. No sabían cómo reaccionar. Dudaban entre quedarse o marcharse. Sin embargo, la gota que pondría la balanza en lado contrario, la puso Macarena.
- Siento mucho lo que nos ocurrió de niños. –le dijo Macarena- Pero matar gente no está bien. Yo no soy así. Espero que no te molestes, pero prefiero abandonar.
- Lo comprendo. –dijo un abatido Harold

Miró al resto, y les dedicó una leve sonrisa de fracaso.
- No espero que me comprendáis. Sabía que esto podía pasar. –les decía dejando de lado el papel de Harold- Me ocuparé de que se borre todo rastro que conduzca a alguno de vosotros. Además, recibiréis un pago por vuestros servicios. No será hoy, ni será mañana. Debo dejar un tiempo prudencial, para que no levante sospechas. Esto es todo. Podéis marchaos.

Finalmente, se quedó solo. Por primera vez en años, lloró desconsoladamente, al recordar quien era en realidad. 

3 comentarios:

Unknown dijo...

Este te deja triste... pon otro...

Unknown dijo...

Queda claro de dónde viene el título de la novela...

Ajenoaltiempo dijo...

Vaya sorpresa la relación entre Harold y Macarena!!!