miércoles, 10 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 13

Capítulo 13


Blas González.

Desde que le ascendieron a director de la Policía Nacional, Blas Gonzalez, en ocasiones echaba en falta el trabajo de campo. Demasiadas horas de trabajo administrativo le hicieron replantearse su situación. Por la mañana había mantenido una reunión con el Ministro de Interior y con Inteligencia, sobre un caso polémico que había traspasado las fronteras internacionales. La prensa ya disponía de demasiada información y no era bueno para el caso. Al llegar a su despacho, se topó de frente con Jordi Secada, jefe de operaciones de la policía. Amigo suyo desde la academia. Le invitó a su despacho. Era amplio y cómodo. Incluso con un sofá cama, donde dormía en ocasiones especiales. De uno de los cajones, sacó una botella de whiskey y dos vasos.
- Lo siento, -le negó con la mano- estando de servicio sabes que no bebo
- Es verdad –dijo decepcionado- se me olvidaba. Imagino que vienes a informarme sobre el ataque informático que recibimos.
- Así es –puso mala cara- no llegamos a tiempo. Destruyó todas las pruebas. Tan solo podemos acusarle de intento. Nada más. Nuestros técnicos están buscando la manera legal de asociarle algún delito más. Confió en que lo conseguirán. Lo que me preocupa…-hizo una pausa
- Prado –terminó la frase- Ese maldito carbón. ¿Qué interés tiene en todo esto?
- Lo desconozco, señor-contestó avergonzado- Pero ya sabes cómo trabaja, y si lleva el caso del chico…
- Mira Jordi –tenia cara de cansancio- me importa una puta mierda. Sé que vuestro departamento, es quien lleva la investigación, no te lo tomes mal. Lo hacéis de puta madre. Pero fue una cagada que dejaseis sola a la novia. 
- Lo siento señor –se disculpó bajando la mirada
- Venga no me jodas Jordi, -le miró altivo- Tú no eres así. Necesito salir esta noche. ¿Te apuntas?

A Jordi no le hacía gracia, sin embargo temía decirle que no a su amigo y en la actualidad, su jefe. Sentía, incluso, que se lo debía. Así que aceptó. Entre otras cosas, también le hacía falta algo de ocio. A menudo quedaban en un pub cerca de la comisaria donde, evidentemente, era frecuentado por policías. Aunque era abierto para todo el público, por supuesto. 
Alrededor de las diez de la noche, Blas y Jordi, se acercaron al pub. Allí se encontraron con varios agentes que disfrutaban de su tiempo libre, así como algunos de servicio pidiendo algo para cenar. Ellos se sentaron en una de las mesas libres. El camarero se acercó al instante.
- Buenas noches agentes –dijo el camarero amistosamente- ¿Qué desean tomar?
- Jordi, ¿te parece que comamos algo antes? –preguntó casi como una orden
- Un tercio y un sándwich vegetal –indicó Secada
- Vaya puta mierda de comida –le burló- A mi ponme una hamburguesa completa, con patatas y…que ostias… directamente un whiskey con coca cola.
- ¿Sin hielo como siempre? –preguntó el camarero
- Como siempre, Alfonso.  Muchas gracias. –contestó

No tardaron en llevarle toda la comanda a la mesa. Blas le aburría con todo tipo de anécdotas con el ministro, o con absurdos  almuerzos protocolarios. Jordi tan solo asentía, o daba un: por supuesto, como única respuesta. Tras varias copas, por parte Blas, se ponía más insoportable. Hasta que entró una mujer y se sentó en la barra. El seguía hablando a Jordi, pero no quitaba ojo al atuendo de aquella mujer. Vestía con unos pantalones de cuero negro muy ajustados, una camiseta blanca ceñida y escotada. Así como una cazadora de cuero, también negra. El pelo castaño por debajo de las orejas. Además de ir maquillada tan correctamente, que incluso la hacía más atractiva. Jordi, se percató de las próximas intenciones de su acompañante, lo cual le alegró. En cualquier momento, trataría de cortejar a la mujer. Algo que no llegaba a comprender, era que a pesar de sus casi cincuenta ocho años, y recientemente algo más desmejorado debido a su afición a la bebida, era capaz de llevarse a la cama a mujeres increíblemente bellas. No tardó en ponerse en marcha.
- ¿Sabes que Jordi? –le dijo mirándolo casi burlescamente- tengo unas ganas enormes de follar.
- ¿Quién soy yo para oponerme a eso? –le dijo como si fuera un alivio deshacerse de él.
- ¿No te importa si te dejo solo un rato? –preguntó a sabiendas que fuera cual fuera su respuesta, lo haría igualmente
- Nada, tranquilo. Además está Isabel sola con los niños. –dijo excusándose
- Perfecto, entonces. –se levantó como una exhalación hacia la mujer

Jordi, llamó al camarero y le insistió para pagar la cuenta. Tras darle las vueltas, salió del local sin despedirse de Blas, que lo miro de reojo sin importarle. Blas, por su parte, tomó otra silla y la cercó exageradamente cerca de la mujer.
- Mira que llevo años viniendo aquí, y nunca te había visto. –comenzó
- Eso es porque es la primera vez que vengo –le contestó mirándolo despectivamente.
- Vale, vale…-dijo simuladamente ofendido
- ¿No tienes otra cosa que hacer que darme el coñazo? –preguntó la mujer
- Bueno… -hizo un gesto exagerado de que pensaba-…el coñazo no te daba… pero si otra cosa…

Ella se giró hacia el haciendo rodar la silla giratoria. Lo observó de arriba abajo, ante la actitud chulesca de Blas. 
- Que vas a dar tu…-le dijo poniendo cara de asco-…un viejales borracho y salido.
- Este viejo borracho y salido, te dejaría más contenta que cualquier niñato con acné que te hayas follado, guapa. –le dijo indignado
- Eso habría que verlo…-le siguió el juego
- ¿No serás puta? –preguntó extrañado al oír el tono de su contestación
- ¿Te parezco una puta, viejo? –preguntó 
- No me importaría si lo fueses… -se limitó a contestar, ya que sus ganas eran más pesadas que su profesión
- Pues no lo soy, viejo. –le dijo girándose de nuevo para beber de su coca cola.
- Creo que mis encantos empiezan a fallar…-dijo decepcionado consigo mismo. Se levantó de la silla
- Puede que tus encantos no sean encantadores. –le dijo- Aunque me pica la curiosidad si de verdad eres tan hombre. Invítame a un par de copas, y puede que abuse de ti.

Blas puso cara de niño bobo. Como si aquello fuera una reprimenda de su padre cuando llevaba malas notas, después aprobaba todo y recibía premio. No habían terminado la segunda copa, cuando ella le propuso que lo hicieran en el baño. Aquello no le gustó a Blas, así que le dijo que subirían a una de las habitaciones del Hotel contiguo. No tenía reservada habitación, aunque tenían libres. Subieron hasta la séptima planta, hasta la habitación numero cincuenta. Él se apresuró a desnudarse. Aunque ella sacó del mueble bar, dos botellitas de whiskey y dos vasos. Una vez servidos, tiró la cazadora de cuero al suelo. El la miraba sentado en la cama tan solo en ropa interior. Ella bebió un trago del licor. Blas vio que estaba medio borracha, lo que le hacía pensar que iba a disfrutar mucho. Se quitó la camiseta, quedando a la vista unos pechos grandes dentro de un sujetador. Se acercó a la cama.
- Soy un poco maniática… -le dijo con voz suave-… ¿te importaría lavártela antes?

Blas no discutió, aunque era sumamente aseado, el lavarse un poco sus partes íntimas incluso le pareció buena idea. Fue hasta el baño y se quitó los bóxer. Encendió el agua de la ducha y esperó a que se calentase. Se frotó bien y sin secarse volvió a la habitación. Allí estaba ella, ya sin pantalón. Observó lascivamente su hermoso trasero envuelto en una tanga negro minúsculo. Ella sacó otra botella del mueble y se sirvió.
- ¿No crees que has bebido suficiente? –preguntó impaciente

No contestó. Le dio uno de los vasos y mientras él se lo bebía, se quitó el sujetador. Blas dejó caer el vaso y ambos se tumbaron encima de la cama. Estaba completamente excitado con sus pechos que por poco tiene una eyaculación precoz. Ella le agarró del culo, y momentos después, Blas yacía inconsciente encima de su pecho izquierdo. Se lo quitó como pudo y lo dejó de lado encima de la cama. Enseguida fue a por su móvil. Escribió un mensaje, y a los diez minutos, llamaron a la puerta.
- ¿Ya ha caído? –preguntó Francisco Gaos observando la figura desnuda de Alana.
- Joder, con los nervios, se me ha olvidado vestirme –le dijo sin importancia- ya da igual, me has visto en todo mi esplendor –le guiñó un ojo
- Aquí la tienes –le tendió una mochila pequeña- Dentro tienes unos guantes. 

Alana buscó en el interior de la chaqueta de Blas, y encontró su arma reglamentaria. Se puso los guantes y la envolvió en una mantita de color marrón que entregó a Francisco. Igualmente, introdujo la falsificación en el mismo lugar que la original.
- ¿Tienes que quedarte toda la noche? –pregunto Francisco
- Si, podría sospechar. Dejaré un par de condones por el suelo y cuando despierte le diré que nos lo pasamos muy bien y me largaré de aquí. –le explicó

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