miércoles, 10 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 15

Capítulo 15


Espiando a Harold

Desde dentro del vehículo que conducía Sebastian, su mayordomo, Harold podía ver como aquel ciclomotor les seguía a la distancia. Ya le había dado órdenes a su empleado que tomara otra ruta y que se apearía en otro lugar. La persona que les seguía, lo hizo hasta que se bajó en el lugar indicado. Harold, actuó con normalidad. Caminó varias manzanas sin un destino concreto, pero siempre atento a su perseguidor. No se sentía intimidado, pero aquello podía ser un cabo suelto y tenía la necesidad de atarlo cuanto antes. Se detuvo frente a un escaparate y observaba el los productos que ofrecía el establecimiento. También, con la oportunidad, de poder reflejado en el cristal impoluto a su perseguidor. Se encontraba subido en la acera contraria a la suya, esperando a que reanudase la marcha. Dudó por un momento, acercarse. Pero dada la distancia, corría el riesgo de perderlo. Reanudó la marcha y pasó por uno de los bares, donde Jimena le llevó la tarde anterior. Un sentimiento de nostalgia le invadió al recordarla. Era tan hermosa… pensó. Así que accedió al bar. Por entre las ventanas, intuyó que el motorista se acercaba. Casualmente, un caballero de su misma estatura y complexión, además de un abrigo similar al suyo, salió del local. Al verlo, el motorista creyó que era Harold y reanudó su persecución. No tardó en darse cuenta de que aquel hombre no era Harold, y tuvo que retroceder. Ante la posibilidad de haberlo perdido, el motorista fue insensato y entró en el local. Sin darse cuenta, que tenía justo al lado a Harold.
- Tome asiento –le ordenó

El motorista se quedó petrificado, no solo porque Harold le había descubierto, si no por no haberse dado cuenta de que lo tenía tan cerca.
- No sea tímido –le dijo- Le recomiendo la exquisita tortilla española que sirven en este maravilloso local de comidas. 

El motorista permanecía de pie, y con el casco puesto. Dando una imagen caricaturesca.
- Oh… me temo que su misión de espía ya ha sido descubierta –se burló- que curioso ¿verdad? Un espía, espiado. 

Resignado, el motorista se relajó. Se quitó el casco y una melena se desenrolló, ante el asombro de Harold, que descubrió quien era su perseguidor.
- ¿Señorita Ballesteros? –preguntó atónito
- Eres un hijo de puta –insultó como único saludo.
- Oh… ¿a qué se debe su desprecio? –preguntó incrédulo ante la falta de respeto
- Estuve con el cabronazo del banco –le gritó
- Oh… le ruego que no levante la voz –le señaló la silla libre de la mesa en la que se encontraba.

Macarena, se sentó cabreada, moviendo escandalosamente la silla. Llamando la atención de los demás clientes.
- Le agradezco que disminuya su efusividad –le dijo
- Me voy a cagar en todos tus muertos, Harold –dijo en voz baja pero amenazadora.
- No voy a tener en cuenta los improperios con los que me está obsequiando esta mañana –le dijo relajado, pero tenso a partes iguales
- ¿Sabes lo que me hizo el putero ese? –dijo indignada- Me prometió que me sacaría de esa vida, y lo primero que me pide es, precisamente eso. ¿Lo sabias verdad?
- Señorita Ballesteros, -intentó calmarla- Cuando le prometí que llevaría una vida mejor, es que la llevará. Pero permítame recordarle, que también le dije que haríamos cosas que no nos gustarían. Y si… efectivamente. Sabia de los gustos personales del señor Gil. 
- Imagino que ya has visto el video. –afirmó
- Me temo que sí. –hizo una pausa- El señor Kozame está ocupándose personalmente, de que no se la reconozca. Ahora bien… quisiera saber porque lleva días siguiéndome.
- No sé nada de ti. –miró hacia los lados- Nadie sabe nada de ti, excepto lo que nos has dicho. Ni siquiera sabemos si es cierto. Ni que vas hacer con el video, o el arma que ha robado Alana.
- Oh… entiendo…-la miró pensativo-… en cuanto a eso último, creo que cuanto menos sepan, mejor para ustedes. Supongo que el señor Bracco, ya les habrá informado de la siguiente tarea. Sería conveniente que comenzasen cuanto antes. Por otro lado, espiándome no conseguirá la información que tanto desea. Ya he tomado las precauciones necesarias. ¿Ha probado por una opción menos agresiva?
- ¿Qué opción? –dijo extraña- Eres muy hermético, preguntarte no serviría de nada.
- Oh… bonito adjetivo…-sonrió- Tampoco lo ha intentado, señorita ballesteros.
- Dios…-suspiró desesperada- ¿Si le pregunto cuáles son sus verdades intenciones me lo dirá?
- No. –contestó conteniendo una sonrisa
- ¿Lo ves? –dijo desesperada- No dejas más opciones.
- Acompáñeme –se levantó saliendo del local.

Caminaron varias calles sin hablar. Llegaron justo hasta un local de oficinas. No había letrero alguno. Entraron y lo primero que vio fue unos torniquetes. Harold sacó una tarjeta de su maletín, y lo mostró en una pantalla. El bloqueo cedió, y le permitió acceder. Luego se la tendió a Macarena, que hizo lo mismo. Caminaron por unas escaleras hasta una puerta. Al abrirla con la misma tarjeta, dejó ver una amplia sala con multitud de mesas y ordenadores. Llegaron hasta una mesa, y Harold se sentó. No era nada especial, ni tenía nada distinto a los demás. Encendió su pantalla, y se colocó unos auriculares con micrófono incluido. Enseguida atendió una llamada entrante, y como si fuera un empleado de atención al cliente, solucionó la llamada. 
- ¿Trabajas aquí? –preguntó incrédula
- Así es. –contestó
- No me lo creo. –dijo mirando a todos los empleados, que trabajaban sin prestar atención a su alrededor.

Por el pasillo contrario venía a paso ligero un hombre bajito y delgado, con cara de pocos amigos. Se detuvo frente a Macarena, que la miró despectivamente. Después llamó la atención a  Harold
- ¿Se puede saber porque llegas tardes? –preguntó con rin tintín. 
- Disculpe señor Galán, tenía un asunto familiar que atender. Aquí le traigo mi comprobante. –le mostró un papel, que el responsable ni miró
- Sabes que está prohibido traer familiares a la oficina. –le miró amenazadoramente y seguido a Macarena- no sabes las ganas que tengo de que te despidan.
- Señor Galán, -le dijo con cara de pena- no quería disgustarle. Le prometo, que la próxima vez le aviso con antelación. Mi hermana, aquí presente, no se encontraba bien esta mañana. Ya sabe que no tenemos más familiares cerca.
- Por supuesto que me avisarás. Cuenta con que este mes, perderás todas las horas que has faltado. No creo que le guste a nuestro querido director, tantas ausencias. 
- Pero son justificadas –dijo asustado
- Me da igual –dijo guardándose el justificante en el bolsillo- Ponte a trabajar ahora mismo.

Cuando se fue, Macarena, miró sorprendida a Harold. Este estaba marcando un número desde su móvil.
- ¿Ve lo que ha provocado, señorita Ballesteros? –dijo esperando a que alguien descolgase el teléfono- Ahora tengo que despedirlo
- ¿Cómo que despedirlo? –preguntó descolocada
- Yo soy el presidente de la compañía –dijo en voz muy baja

Para la hora de la comida, Harold, salió de la oficina hacia un local de comida rápida. Pero Macarena le estaba esperando.
- Señorita Ballesteros…-dijo cansado-… no insista. Ya le he mostrado más de lo que debería.
- ¿Por qué trabajas como un simple empleado en tu propia empresa? –preguntaba 
- Ya se lo he dicho, señorita Ballesteros…-caminaba a paso rápido para tratar de no contestar-… no pienso decirle nada. Ruego se reúna con su equipo y colabore en las labores del señor Bracco.

Se alejó de Macarena, que cesó en su insistencia de sacarle más información.


1 comentario:

Unknown dijo...

Está bien conocer más de Harold, aunque sólo sea un poco de su vida privada y dejar alguna incógnita para más adelante.