sábado, 13 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 22

Capítulo 22

Reanudación

Esa noche Jimena la pasó en casa de Harold. A pesar de haber compartido cama, ambos evitaron tocarse. Tampoco hablaron. Aunque aquella tranquilidad, les apaciguó lo suficiente. Era de día, y cuando Jimena se despertó, descubrió que Harold no estaba en la cama. Se lavó un poco la cara en el baño del dormitorio. Abrió la puerta, y el silencio era abrumador. Caminó hacia las escaleras, y se detuvo por delante de la habitación prohibida. La discusión de anoche, aun hacia mella en ella. Sin embargo, al abrirse Harold sobre sus sentimientos, se notó más cómoda. Aun se debatía entre hacer lo correcto o lo que dictase su corazón. Escuchó pasos por detrás. Era Sebastian.
- Buenos días Señorita Jimena –saludó el mayordomo- ¿Qué se le ofrece?
- Hola Sebastian. ¿Harold se ha ido? –preguntó
- Se encuentra en estos momentos, abajo reunido. –contestó
- Muchas gracias –le dijo a modo que la dejase en paz

El servicial ayudante de Harold, volvió por donde vino, de nuevo hacia su estancia en la casa. Bajó la escalera, mirando la casa, esta vez con la perspectiva de la luz del día. Ya en la planta inferior, escuchó a través de un pasillo como dos personas hablaban. Una de ellas, era sin duda, Harold. La otra no la conocía. Caminó hacia allí, sin hacer ruido. Desde la apertura que habían dejado, pudo ver la imagen de un hombre que desconocía. Estaban hablando sobre la apertura de una cámara de seguridad el banco. Llamó a la puerta.
- ¿Jimena? –se sorprendió Harold
- Harold…-dijo mirándolo fijamente
- ¿Desde cuando llevas ahí? –preguntó impaciente
- Lo suficiente. –contestó
- Jimena, te lo puedo explicar. Este es Matteo. Antiguo colaborador de lo que descubriste anoche. 

Matteo miro perplejo a Harold.
- Ha venido para intentar convencerme de que reanudemos el plan. 
- Tranquila monada, -le dijo el italiano- ya veo cual es la razón para no seguir.
- ¿Lo ves Jimena? –le dijo excusándose- Le estaba diciendo, que me he olvidado de todo esto.
- No. –contestó tajante
- No ¿Qué? –preguntó extrañado
- Que no lo dejes –dijo ante la perplejidad de ambos varones
- ¿Cómo dices? –dijo Harold asustado
- He estado pensando toda la noche. –estaba decidida- Quiero unirme a vosotros.
- Jimena, no. –dijo seriamente- Anoche nos dejamos claro cuáles eran nuestras intenciones. Además, esto muy peligroso
- Muy peligroso –repitió el italiano
- Me da igual Harold. Si te soy sincera, estoy cansada de la mierda de vida que llevo. –dijo ante la mirada de asombro de su amante
- ¿es de fiar? –le preguntó Matteo a Harold
- Sí, es de fiar. Pero no pienso meterla en esto. Además, ya me dejasteis muy claro el otro día lo que pensabais. Todos. Incluida tú, Jimena –la miró amenazante
- Harold, es mi decisión. –dijo con los brazos en jarra

Harold alternaba miradas con una y otro. Mientras negaba con la cabeza. 
- Harold, -decía Matteo- los demás también están dispuestos a volver. Ya hemos hablado. Lo haremos contigo o sin ti. Conocemos todos los detalles. Pero creímos que ya que fuiste tú el que lo ideó, debíamos darte una nueva oportunidad. 
- ¿De qué está hablado? –preguntó
- De algunas diferencias logísticas, que no compartían –miró de soslayo al italiano, que cogió la indirecta
- Además, de algunos apoyos económicos, que nosotros no tenemos…-confesó Matteo
- Explícame otra vez lo de la cámara –pidió Harold
- Como te decía, perforar la cámara de la manera que tenías pensada, nos llevaría mucho tiempo. Tiempo en el que podrían descubrirnos. –miraba a Jimena. Que aun desconfiaba de ella- Con una mezcla calculada de estos dos productos, podríamos llegar al interior con mucho menos esfuerzo y tiempo. Lo difícil es conseguirlos en las cantidades que te describo. A menos que se haga una transacción ilegal. Elián y Daniel, están ocupándose de ello. Pero necesitaríamos al menos cincuenta o sesenta mil euros. 
- Por eso no hay problema. –indicó Harold- Jimena, ¿Por qué ese cambio? 
- Aunque tú no lo creas, son cosas que se hacen por amor. –guiño un ojo al italiano
- Está bien, está bien… -se acomodó pensativo en la silla donde estaba sentado- me apunto.
- Bien –chasqueo los dedos Matteo- reuniré al equipo y nos ponemos en marcha.

Harold esperó a que Matteo se marchara para hablar seriamente con Jimena. 
- Harold…-se acercó dónde estaba el, y se sentó en sus piernas-… has despertado algo en mí que desconocía.
- No te voy a exponer –dijo serio- Eso que te quede claro. No voy a permitir que te pase nada. 
- Lo sé. –le besó en la boca- Explícame que tengo que hacer. –se levantó divertida y sonriente- ¿Cuándo terminemos de robar el banco, donde iremos? Me gustaría que me hicieras una casa como esta.
- Cuando esto acabe –se levantó y se puso enfrente de ella-, no te haré una casa. Te haré un castillo.

Pasaron el resto del día, explicándole los pormenores del plan. Todos y cada uno de los pasos que darían. Debía dejárselo bien claro. No debían tener errores, si querían que el plan funcionase a la perfección. Al día siguiente, la llevó al centro de reuniones del bar. Algunos quedaron sorprendidos al ver a Jimena junto a Harold. Por un momento, Jimena sintió algo de miedo. 
- Hola a todos –dijo Harold al llegar- Me alegro de que estemos otra vez juntos en esto.
- ¿Quién es ella? –preguntó Macarena
- Ella es Jimena. Espero que más pronto, que tarde, se convierta en mi esposa. –sacó un anillo ante la sorpresa de todos.
- Harold…-dijo Jimena con la cara colorada-…no es buen momento…
- Felicidades a los novio –dijo malhumorado Matteo- ¿podemos ceñirnos a lo que hemos venido?
- Antes de que comencemos, quería deciros, que ella también es miembro del equipo. Será parte indirecta, y por supuesto, deberá conoceros. Ella es Alana, Elián, Daniel, Omar, Francisco, Macarena y Matteo, que ya conoces. 

Tras las presentaciones, hablaron largo y tendido del plan. Jimena quedó sorprendida de lo avanzado que estaba todo. Siendo las diez de la noche, dieron por finalizada la reunión. Harold y Jimena, por su parte decidieron irse cada uno a su casa. 
- No sé si estoy alegre de que estés a mi lado, o culpable de dejarte que te metas en líos –le dijo Harold ya en la calle.
- Ahora mismo preocúpate de que todo salga bien. –le sonrió
- ¿Puedo llevarte a casa? –preguntó sintiéndose culpable
- No. Se cuidarme sola –le besó y se metió en una boca de metro.

Pero su estación no era en dirección a su casa, si no hacia la comisaría de policía.

1 comentario:

Unknown dijo...

Se debe fiar? Yo creo que no...