lunes, 15 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 26

Capítulo 26

El juicio.
7 meses después del atraco.

Hubo un momento en que Jimena ya no escuchaba nada. Dejaba que su abogado hablase y actuase en su nombre. Ambas partes exponían pruebas sobre su culpabilidad o inocencia en el atraco. Cada hora, el juez, prorrogaba por media hora el juicio para descansar. Entre la parte acusadora, se encontraba Andrés Cárdenas. Que siempre encontraba un resquicio para culpabilizar a Jimena. Le acusaba de mantener una relación con Harold y por eso fue la causante de la distracción que permitió a los atracadores hacerlo sin mayores problemas. Sin embargo, su abogado, increíblemente, también contrarrestaba esas acusaciones con pruebas físicas, que Jimena desconocía como las había conseguido. Eso le daba igual. El caso es que al final, el Juez dictaminase su inocencia. En uno de los parones, Jordi se acercó a la sala donde estaban ella y su abogado.
- Hola Prado…-saludó Jordi
- Secada…-le tendió la mano
- Nunca imagine que diría esto…pero gracias. –le dijo
- No siempre me pongo del lado de los malos…-le sonrió
- Estoy convencido de que Jimena es inocente. 
- Jimena –dijo el abogado- Jordi está siendo una buena ayuda en tu defensa. 
- Muchas gracias Jordi –le abrazó

El juicio se reanudó, y nuevamente comenzaron las acusaciones y presentación de pruebas…etc. Por un momento, Jimena, tuvo la sensación de que alguien la observaba. Entre los asistentes, había un hombre. Su corazón se aceleró pensando que era Harold. Cuando el hombre levantó la vista de su móvil, descubrió que no era él. En cierto modo se sentía decepcionada. Aun sentía algo por él. Aunque no sabía qué pasaría si se encontraba de nuevo frente a frente con Harold. Quizá le daría un puñetazo. O le comería a besos. De pronto, Prado le golpeó levemente en el hombro llamando su atención.
- Jimena –habló en un susurro- ¿pasa algo? 
- No, nada. Estaba despistada –seguía miranda al público.
- ¿Falta alguien de tu familia? Creo que están todos los que me pediste…
- Están todos. –contestó
- Señorita Jimena Belda –les interrumpió el Juez- después de toda esta presentación, acusaciones y demás… ¿Cómo se declara?

Prado le asintió con la cabeza.
- Me declaro inocente, señoría –contestó
- Muy bien. Ahora me voy a retirar para estudiar mi fallo. –se levantó- La próxima vez que nos reunamos, tendré preparado mi decisión. Nos vemos en una hora. 

En esa hora, Jimena y Jordi fueron hasta el bar más cercano. Era casi la una de la tarde y se encontraban hambrientos. Se sentaron en una mesa, y pidieron algo de comer. 
- Jordi, -dijo ella- Te agradezco todo lo que haces, y sobre todo tu apoyo. Pero quiero dejarte claro, otra vez, que no siento nada por ti.
- Te apoyo, porque creo que eres inocente. –dijo medio riéndose- Por cierto, Isabel y yo nos hemos reconciliado. Casi hasta me alegro de que rechaces. 
- Anda, mira…-sonrió por primera vez en meses-… pues me alegro. Ya verás cómo os va bien.
- ¿Y tú? 
- ¿Yo que? …-dijo expresiva-… ahora no tengo ganas ni tiempo de pensar en tíos, la verdad.
- ¿Le sigues queriendo?

De repente sintió que sus orejas y su rostro, tomaban cierto color rojo. No sabía que contestar. Ni siquiera si contestar.
- Venga Jimena…-dijo hablando como si fuera un secreto-…no soy tonto. Estabas coladisima por… por ese cabrón, hijo de puta…
- Jordi, por favor… -sentía vergüenza
- No… de verdad… no lo entiendo… -se le notaba enfadado
- Uno no elige de quien se enamora. Y si… -contestó valiente-… aún siento algo por ese cabronazo. Pero te juro, que como le vuelva a ver… -frunció los labios y los puños
- ¿Sabes algo de él? 
- ¿Me estas interrogando comisario?
- Solo me preocupo por ti…
- No. No he sabido nada desde entonces. 
- Mejor así. Rehaz tu vida. El juez te declarará inocente. Serás readmitida en el cuerpo, y podrás conocer a más gente.

En cierto modo tenía razón. A pesar de haber estado ausente durante el juicio, sabía que no tenían nada concluyente contra ella. Pero la duda la mataba. Tras comer con Jordi, volvieron al juicio. Esperaron a que el Juez llegase. Las manos le temblaban al igual que todo su cuerpo. Prado la tranquilizó. El Juez se sentó en su lugar, y dio unos rápidos vistazos a varios documentos. Todos estaban expectantes. Jimena miró de reojo a Andrés Cárdenas. El también parecía más nervioso que de costumbre. Tras dos largos minutos, el juez cerró la carpeta.
- Señorita Jimena Belda –comenzó- se le acusa de cómplice de atraco y de las muertes de Arturo Gil, la Jueza Vanesa de Miguel y el ex comisario Blas Gonzalez.

Ahora si estaba bien asustada y nerviosa.

- Coincidirá conmigo, que fue una imprudencia por su parte, no avisar a sus superiores del posible conocimiento del desaparecido Juan Abellán. Además de eso, considero que también fue imprudente, infiltrarse sin el conocimiento del Comisario Jordi Secada, en la banda de atracadores. 

Aquello no tomaba buen color para Jimena que notaba como su corazón le saldría por su boca de un momento a otro.
- El agente Andrés Cárdenas, del departamento de Inteligencia, denuncia su supuesta colaboración con los atracadores. Sin embargo, no ha presentado pruebas firmes que corroboren esa acusación. Por otro lado, su abogado, el señor Prado, si ha presentado pruebas que demostrarían su inocencia. Por tanto, creo firmemente, que usted fue manipulada para dar información falsa sobre el atraco y crear una distracción. La declaro inocente de los cargos. Desde este momento, le retiro el arresto domiciliario. Le devuelvo su pasaporte, y será readmitida en el cuerpo nacional de policía. Muchas gracias.

Jimena se quedó inmóvil. Le habían declarado, por fin, inocente. No sabía si llorar, o saltar de alegría. Miró hacia sus padres que se abrazaban, celebrando el veredicto. Prado, se levantó e insistió a Jimena a levantarse. 
- Enhorabuena –le tendió la mano- Te veo en un rato en la sala. Aun debemos firmar algunos documentos. Ahora celebra con tu familia.
- Muchas gracias –en vez de darle la mano, se abrazó a él. Incomodo, se dejó llevar por la emoción de su cliente.

Sus padres se acercaron y se fundieron en un abrazo. Jordi la esperaba un poco más alejado. Esperó a que celebrase con sus padres. Después le dio la enhorabuena.
- ¿Ves? Te lo dije. No tenían nada. –dijo triunfante.
- Gracias Jordi
- Por tu incorporación no te preocupes. Por en orden tus prioridades, y cuando estés lista, te esperaremos. 

Jordi se marchó dejando allí a Jimena con sus padres.
- Es muy guapo –dijo su madre
- ¡Mamá! –gritó
- Este te conviene más que el otro…-puso cara de asco
- ¡Está casado! –gritó de nuevo, conteniendo una carcajada
- Bueno…quizá no…-dijo riéndose la madre.


Cuando se vacío aquella sala, se acercó donde le esperaba su abogado. Era una sala de espera pequeña, donde hacían los descansos de media hora. Allí estaba el, terminando una llamada. Al verla llegar, colgó al instante.
- De verdad, no sé cómo agradecerle todo…-dijo Jimena- le juro que pagaré hasta el último euro que le debo.
- No se preocupe por eso Jimena. –dijo el abogado sacando unos documentos para firmar- Firme estos documentos para el juez, y será libre.
- En serio, pienso pagarle sus honorarios, aunque me cueste mil años. –decía mientras firmaba los documentos.
- Mis honorarios están cubiertos. No debe preocuparse por eso. –le informó- La única condición que le impongo, es que mantenga esto en secreto. Nos conviene a ambos.
- ¿De qué está hablando?
- Tengo otra cosa para usted –le tendió una tarjeta con algo escrito a mano- Le recomiendo que se olvide de todo. Igual que haré yo después de que salga por esa puerta. 
- ¿Qué es esta tarjeta? 
- Disfrute de su libertad –dijo mientras se marchaba.

No se podía creer que Harold tuviera algo que ver también en el juicio. Algo que la enfadó sobremanera. Observó la tarjeta, y supo enseguida de quien se trataba. Era de él. No cabía duda. Se guardó la tarjeta y salió en busca de sus padres. 
- Venga, te llevamos a casa. –dijo su padre
- Mejor me voy en metro. –dijo ella
- De ninguna manera. –ordenó su madre
- Necesito estar sola un rato. –le dijo mientras les daba un abrazo y se metía en la boca de metro.

Ya en el vagón, sacó la tarjeta. La leyó una y otra vez. Ya en su soledad, podía pensar en Harold sin nadie que le dijera que no le convenía. Recordó la primera vez que quedaron en el parque, y el día que pasaron andando por la ciudad, comiendo y bebiendo. Su primer beso en el templo de Debod. Nunca sabría si él la quiso de verdad. Ahora era momento de llorar por él, y pasar página. Una señora, que se encontraba sentada a su lado, leyó la nota.
- Muy bonita la frase que te ha escrito tu novio –le dijo la señora
- ¿Disculpe? –preguntó extrañada
- La frase de la tarjeta. –le señaló- Debe ser un hombre culto.
- ¿Ya había leído esto antes? –preguntó intrigada
- Claro que sí. Es una bella y triste historia. 
- Continúe por favor…-dijo interesada
- En 1867, Mitchell y Margaret Henry, un matrimonio de Manchester, que se habían vuelto ricos de un día para otro. Paseaban a caballo cuando ella le dijo: “Me encanta Connemara, hazme una casa aquí, Mitchell”. Mitchell respondió: “No te haré una casa, querida, te haré un Castillo”.

Aquello la dejó con la boca abierta. En todo este tiempo, Harold le había estado dejando pistas. 
- ¿Y le hizo un castillo? –preguntó 
- Por supuesto, construyeron el Castillo de Kylemore –contestó la mujer
- ¿Quién es usted? –preguntó desconfiada 
- Soy profesora de Historia, chica. No se ponga así… -dijo la mujer asustada, y levantándose

1 comentario:

Unknown dijo...

Me gusta este final... pero necesito un epílogo!!!!