miércoles, 10 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 12

Capítulo 12

Arturo Gil

Por una vez, Macarena sentía que no deseaba hacerlo. Harold le había prometido que esta sería la última vez. Aun así, no estaba convencida del todo. Había algo que no le cuadraba. Aunque pensaba en la vida que llevaría después del atraco, y casi lo compensaba. Harold le había dado dinero, para que comprase algún vestido bonito y atractivo. Necesitaban un plus para que no se negara. Se atañó el vestido ceñido de color negro y se maquilló por primera vez en muchos años. Incluso cuando se vio al espejo, se sintió mujer. Una mujer de verdad. Pensaba en dejarse la melena suelta. Pero terminó por hacerse un moño. Le pareció más apropiado. Abajo, ya le estaban esperando los hermanos Águila, para llevarla hasta la oficina del banco. El coche, que era uno prestado del taller donde trabajan, era más convincente para no llamar excesivamente la atención. Harold les prohibió que usaran el Maserati que les regaló. Al cabo de un rato estaban de camino al banco. 
Mentalmente, trataba de imaginarse todas las situaciones posibles y como salir de ellas. Antes de llegar, les pidió que la acompañasen a un bar.
- ¿Estás nerviosa? –preguntó Daniel preocupado
- Un poco. Si. –contestó mientras entraban en el bar
- Seguro que lo haces bien –dijo de nuevo Daniel
- Ya estarás acostumbrada –dijo burlonamente Elián
- Cállate tío, no la pongas más nerviosa –le recriminó
- Tranquilo. No pasa nada –sólo pensaba en su misión.

Mientras los hermanos se pedían un café, ella solicitó un chupito de tequila. Ambos se miraron incrédulos. No había terminado de bebérselo, cuando pidió un segundo. Antes de que pudiera seguir, Daniel la paró.
- No –dijo serio- puede que ahora te siente bien. Pero pueden jugarte una mala pasada. Lo sé por experiencia.
- Gracias –dijo ella con nerviosismo

Pagaron la cuenta y volvieron al coche. A pesar de no estar muy lejos, preferían dejarla justo en la puerta. Elián, le dio un sobre con dinero para hacer el primer ingreso. Sobre que por supuesto, les dio Harold. Salió del coche, y como si fuera lo último que haría, entró
 a la oficina. Estaba decorado más como el salón de una casa que como una oficina de un banco. En la recepción, una mujer rubia, suiza pensó Macarena, la atendió en un primer instante.
- Venía a hablar con el director. –dijo 
- Ahora se encuentra ocupado. ¿puedo recomendarle uno de nuestros agentes? –preguntó la mujer con cierto acento extranjero, pero en perfecto castellano.
- Preferiría que me atendiese el mismo director –le enseñó el sobre lleno de dinero desde dentro del bolso
- Me temo que, a menos que haya concertado una cita, tendrá que atenderle uno de nuestros agentes –le dijo una muy sonriente recepcionista.

Macarena no sabía que responderle. Era imperativo que el mismo director fuese quien la atendiese. Así eran las órdenes de Harold. No podía dejar que otra persona le atendiese. 
- No. No tengo cita. –dijo nerviosa- Quizá podría avisarle. O darme una cita…
- La agenda la tiene ocupada hasta la semana que viene –informó la señorita

En ese momento, un hombre se acercó.
- ¿Ocurre algo? –preguntó el hombre
- Señor Gil, le estaba informando a la señorita que tiene la agenda muy apretada. –dijo la recepcionista.
- Quizá podríamos hacer una excepción –observó a Macarena con ojos lascivos.
- Como desee, -la recepcionista se volvió a su puesto
- Acompáñeme –le dijo a Macarena.

Dejó que caminara delante. Supuso que para observar mejor su cuerpo. Sintió un asco tremendo, pero no podía hacer nada. Al menos había conseguido que lo atendiera. Llegaron hasta una puerta, que imaginó, sería el despacho. Pasaron y le invitó a tomar asiento.
- ¿En qué puedo ayudarla? ¿Señorita…? –no terminó la pregunta para que ella diese su nombre
- Macarena, -contestó- Macarena Ballesteros. Quería abrir una cuenta en su banco. 
- Muy bien Macarena Ballesteros –le dijo mientras no quitaba ojo de su escote- Necesito su documento nacional de identidad.
- Aquí tiene –dijo mientras se lo daba
- Muy bien. Muy bien…-decía mientras tecleaba en su ordenador-… muy bien… ¿Tiene usted nomina, Macarena Ballesteros?

Ahora venía la parte que menos le gustaba.
- No, no tengo nomina –contestó
- Ajá… -volvía a mirarle el escote-… bien… en ese caso, la cuota de apertura serán de quince con treinta. Además de una comisión de mantenimiento de diez con noventa y nueve al mes.
- Disculpe…-ya estaba preparada-… mi trabajo, no me permite tener nómina. Sin embargo, mis ingresos son elevados. 
- ¿A qué se dedica, Macarena ballesteros? –preguntó bastante interesado
- A proporcionar placer a hombre y mujeres. –al fin lo dijo- Me preguntaba… si podríamos condonar esas comisiones, dándole un servicio gratis.

Aquello no lo esperaba. Las gafas que se había puesto para escribir, se las quitó por completo. La miraba sorprendido pero gratamente entusiasmado. Al ver la reacción del director, Macarena entró en acción. Se levantó de su asiento apoyándose en la mesa, dejando al descubierto su prominente busto. El director tragó salida y admiró la panorámica que le ofrecía. 
- Sé que puede parecerle extraño. Pero es mi modo de vida. Y créeme…-le decía con voz sensual-… se me da muy bien
- Es una mujer hermosa, es evidente. Pero creo que se confunde conmigo. Soy un hombre felizmente casado…-Macarena no dejó que siguiera hablando. Se acarició uno de sus pechos y lo apretó-… pero quizá podríamos llegar a un acuerdo

El plan empezaba a funcionar. El director, abrió la cuenta quitando las comisiones y haciendo el ingreso que pretendía. 
- Le agradezco, señor director, que haga esa excepción conmigo. –ya estaba sentada de nuevo en su silla
- No hay que dar las gracias. –hizo una pausa- En lo que concierne a mi servicio gratis…- bajó la voz- ¿podría ser esta misma tarde?
- Jajajaja –se rio maliciosamente- tiene cita a las veinte horas. La dirección ya la tiene en la fotocopia que ha hecho de mi DNI. 
- Ah… si…si… -se le notaba nervioso- ¿Puedo preguntarle cuál es su tarifa habitual? 
- Tranquilo…-dijo Macarena sabiendo que había cumplido-… si se porta bien conmigo, las comisiones serán su tarifa.

Aquello encendió mas al director, que le empezaban a salir gotas en su frente en señal de excitación. 
- Le espero a las ocho. –dijo antes de salir- Recuérdelo. A las ocho.

Quizá por vergüenza, el director no se levantó de su asiento. Y tan solo asintió con la cabeza. Macarena cerró la puerta, a sabiendas de la masturbación que se aplicaría de un momento a otro. Los hermanos, que la esperaban fuera, le preguntaron. Esta les dio el ok. Se pusieron en marcha para los preparativos previos a la cita. 
Llegadas las ocho y cuarto de la noche, el director no aparecía. Desde una habitación contigua estaba escondidos los dos hermanos, impacientes. Siendo las ocho y media, el director hizo presencia.
- Disculpa. –dijo tembloroso- No podía deshacerme de mi mujer y mis hijos.
- ¿Podemos empezar? –preguntó Macarena sensiblemente nerviosa- ¿Tienes algún gusto en especial?

No tardó en cambiar su actitud. Tomó de la cintura a Macarena y casi la obligó a tumbarse en la cama. Uno de los hermanos, activó algo desde su móvil, y una cámara debidamente oculta, instalada en la habitación comenzó a grabar lo que ocurría. La pantalla de ese mismo móvil, emitía en directo lo grabado por la cámara. El director se subió encima de la cama donde estaba Macarena, y con un brusco movimiento le rompió el picardías que tenía puesto. La cara de Macarena, emanaba terror. Le dio la vuelta, poniéndola a cuatro patas. Sin embargo, con dos cuerdas que llevaba en su bolsillo, guardadas a conciencia, ató a la mujer a la cama. A pesar de todo, no la estaba agrediendo físicamente. El hombre se desnudó por completo y comenzó a penetrarla. De vez en cuando, le daba un azote en las nalgas. Nada grave, ni nada que no haya soportado anteriormente. Cuando ya se empezaron a preocupar los hermanos, en especial Daniel, fue cuando la agarró del cuello segundos antes de llegar al orgasmo. Casi la estrangula. Hizo un ademan de salir a socorrerla, pero su hermano se lo prohibió. Una vez terminó encima de ella, la desató. Y como si estuviera arrepentido por aquello, empezó a pedirle disculpas repetidamente. Macarena se encontraba extasiada y confundida y no le dio mayor importancia. Se dio cuenta rápidamente, que es de esa clase de hombres que sienten la necesidad de dominar por la fuerza a la mujer. 
Cuando por fin, el hombre se fue, Daniel salió del cuarto a toda prisa preocupado por ella. La tapó con una bata y ella sin quererlo se encontró llorando desconsolada en el pecho del joven.