sábado, 13 de enero de 2018

Te haré un castillo. Capítulo 20

Capítulo 20

Reencuentros.

Harold caminaba entre las tumbas, hasta que llegó a los nichos de sus padres. Era la segunda vez que los visitaba. La primera cuando era todavía un niño. Se encontraba triste y desilusionado. Ni todo el dinero del mundo le daba la felicidad que tanto buscaba. Ni siquiera la venganza que había llevado a cabo. Incluso, estaba arrepentido. Pero ya estaba hecho. Al día siguiente, tenía pensado volver a Irlanda. Llevaría todos los asuntos empresariales desde allí. Pero necesitaba despedirse por última vez de sus padres. Estando allí, se le ocurrió la idea de visitar también su antiguo barrio. Esta vez, dio el día libre a Sebastian. 
Cuando aparcó, la imagen del parque donde jugaba de pequeño le llenó de nostalgia. Le llegaban imágenes de él jugando al futbol con Oscar. Uno de sus amigos del barrio. Se preguntó qué sería de él. Se quedó un buen rato de pie allí, recordando aquellos años maravillosos junto a sus padres. No eran los mejores del mundo, pero eran sus padres. Tenían defectos como cualquiera. Los adoraba. Ellos a él también. Dieron su vida por mantenerle decentemente. Sus ojos se humedecieron. Llegó hasta el portal donde Vivian. Hacia años, desde Irlanda, que a pesar de que sus padres adoptivos se lo prohibieron, logró comprar la casa de su infancia. Desde que hizo el pago, la casa quedó abandonada. No quería que nadie más viviera en ella. Era egoísta, pero le daba igual. Buscó entre sus bolsillos, y encontró la llave. Se encontraba nuevamente, delante de la casa donde creció y la que le quitó a su familia. Una vecina salió a curiosear. 
- Buenos días –saludó Harold

La mujer, enseguida cerró la puerta vergonzosa.
- Disculpe, disculpe. –trató de que no cerrara del todo.
- ¿Qué quiere? –preguntó la mujer desde el interior, bloqueando la puerta con una cadena
- Me preguntaba, si aún sigue en este edificio la señora Mercedes. Quizá usted podría infórmame.
- Si, dos pisos más abajo. ¿Para que la quiere? ¿Es un familiar? –pregunto desconfiada.
- Oh… ruego sepa disculparme. No pretendo asustarla.

La mujer cerró sin decir nada, ante la sorpresa de Harold. Fue una alegría, que la vieja Mercedes aun viviera. Debía ser muy mayor. Bajó hasta el segundo piso. El número lo recordaba. Esperó unos segundos, para tranquilizarse. No sabía cómo se encontraría a su vieja amiga. Por fin, llamó al timbre. No tardaron en abrir la puerta. Aunque no se esperaba encontrarse a una chica tan joven.
- Buenos días, disculpe la intromisión. –dijo sorprendido- Venia buscando a la señora Mercedes. ¿Vive aquí?
- Sí, es mi abuela. –dijo la chica

Una voz desde el salón, le paralizó el corazón. 
- Beatriz, ¿Quién es? –dijo una temblorosa y apagada voz
- Abuela, hay un hombre que pregunta por ti –le gritó sin dejar de mirar a Harold
- ¿Qué quiere? –preguntó de nuevo la mujer mayor
- Dígale, que Juan Abellán, ha venido a visitarla.
- Dice –gritó de nuevo- que es Juan Abellán, y viene a visitarte

Escuchó como un bastón se caía al suelo. Sin embargo, dificultosamente, la señora Mercedes apareció por aquel pasillo. Harold se llevó una gran sorpresa al verla tan vieja. No la recordaba así, pero suponía que el paso del tiempo hacia mella en todos. La cara de Mercedes cambió por completo. Sus ojos se le llenaron de lágrimas y su boca temblaba nerviosamente. Sus dientes habían desaparecido por completo. 
- Hola Mercedes –le dijo Harold medio llorando
- ¿Lo conoces abuela? –le preguntó la nieta.
- Claro que sí, pajarito. –le dijo sin dejar de mirar asombrada a Harold
- Me alegro de verla –dijo Harold ahogando un llanto

Pasaron dentro de la casa. Estaba tal cual la recordaba. Tan solo cambiaba que ahora había fotos de la boda de sus hijos, así como las de sus nietos y nietas. Ambos se sentaron en el sillón. Mercedes no dejaba de admirarlo. 
- ¿Cómo puede ser posible? –logró decir
- No fue fácil –contestó
- Intente buscarte. La asistenta social, me ayudó. Pero cuando fuimos al orfanato, nos dijeron que habías muerto en una pelea. –le explicó
- Mercedes. Eso ya no importa. –le dijo nostálgico.
- ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Te has casado? –preguntaba con una voz tan débil y temblorosa que le resultaba difícil entenderla
- No, no me he casado. Aunque… -recordó a Jimena-… he conocido una mujer maravillosa. 
- Mi nieta se casa este verano. ¿Verdad que es guapa? 
- Por supuesto Mercedes, tiene una nieta guapísima. –le dijo mientras la chica se ponía colorada
- Como no tienen dinero, les dejaré que vivan aquí hasta que encuentren algo.
- Eso me suena…-sonrió con nostalgia.
- Aún recuerdo cuando llegasteis…-decía la vieja-… fue tan duro… ver a una familia así… no podía dejaros 
- Y yo que se lo agradezco. –le tomó de la mano- Por eso he querido venir. Actualmente, resido fuera de España.  No quería marcharme sin agradecerle personalmente, lo que hizo por nosotros.

La mujer comenzó a llorar y no conseguía hablar. De pronto una tos agresiva la dejaba sin aliento. La nieta, corrió a por un inhalador y se lo puso. 
- Respira tranquila abuela, así… ¿mejor?
La mujer asintió con la cabeza.
- Está muy enferma. –le dijo a Harold que la miraba asustado
- Es casi la hora de comer…-logró decir Mercedes-… mi nieta hace unas tortillas de patatas muy ricas. Recuerdo que era tu comida favorita. ¿Te quedarás a comer con nosotras?
- Por supuesto Mercedes, faltaría más…-miró a la nieta-… si a ella no le importa.
- Claro que no –le sonrió orgullosa de que hablasen bien de sus tortillas.

Pasó la tarde con ellas. Recordando viejos tiempos, y Harold contándole toda su vida. Obviando algunos detalles recientes, que no eran adecuados. Eran casi las nueve de la noche. Recibió un mensaje de Jimena, quería otra cita. Con mucho cuidado, le dio un abrazo a Mercedes que le alegró la vida. Se puso su abrigo, y antes de marcharse habló con ellas.
- Hace tiempo, tuve la oportunidad de comprar el antiguo piso de mis padres. –Mercedes le miró sorprendida- con la intención, de que algún día pudiera venirme a vivir aquí. Pero creo que eso pertenece a mi pasado, y debo mirar al futuro. Ese piso no me va hacer falta ya. Así que, Beatriz, ruego aceptes estas llaves como mi regalo de boda. He visto como cuidas de tu abuela, y el amor que le profesas. Yo también quiero a Mercedes, como si fuera mi abuela. Así que, qué mejor ocasión de que formes una familia cerca de ella. 
- Oh… Juan…. –volvía a llorar la mujer-… Eso es… precioso…
- Mercedes, -dijo serio- ha sido un placer volverla a ver. Espero que le vaya bien con su nieta aquí cerca. No sé si volveré a España, si lo hago, le prometo que vendré

Se fundieron en otro abrazo, y Beatriz le acompañó hasta la puerta.
- Muchas gracias –le dijo con vergüenza
- No me las des. –dijo poniendo las llaves en la mano de la joven- Cuida bien de tu abuela. Se lo merece. 
- Lo haré…
- Oh… una última cosa –sacó de su bolsillo una tarjeta-… quiero que todos los gastos médicos que precise, los mandes aquí. No soy tonto, y sé que no le queda mucho tiempo. Y quiero que no sufra más de lo debido. Deseo, que tenga todas las comodidades que sean posibles. 
- Pero…-decía la nieta
- Pero nada… -le regañó sin maldad-… me enteraré si necesita algo y no lo tiene.

Se despidió de ella y se marchó bajando las escaleras. En verdad, tenía prisa por volver a estar con Jimena. La deseaba y no quería perder mas tiempo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Por el pensamiento que tiene al final, parece que no sabe que Jimena es policía... Interesante desarrollo de acontecimientos.

Ajenoaltiempo dijo...

Venía leyendo sin parar para ponerme al día pero estos dos últimos capitulos, sobre todo éste, me golpearon profundamente.
Muy emotivo.

Ky2-Style dijo...

El mejor capitulo hasta el momento. Creo que la emotividad de los encuwntros o reencuentros es tu punto mas fuerte. Una delicia de capitulo.
Plissken.